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Cortesía/Río Doce/Andrés Villarreal.

Mayos y Chapos no se dan tregua. Sucesos y reportes reales de cada día, se suman a los infinitos mensajes disfrazados de informes que alimentan el miedo. Estamos por cumplir un mes semiparalizados de día, y completamente escuetos de noche. Sabemos que la pugna se va extendiendo territorialmente cual plaga, lo mismo que las condiciones de peligro para el ciudadano común.

El despliegue de los grupos armados de uno y otro bando va dejando evidencias por el estado. Por eso los avisos de disparos en esta y aquella colonia o comunidad, por eso los enfrentamientos y las consecuentes bajas que van dejando en las calles.

De los cabecillas de esos ejércitos enfrentados, de los líderes conocidos hasta ahora o que vayan apareciendo, no sabemos absolutamente nada. Pero en su disputa arrastran a Culiacán, con ciudades y municipios alrededor. Además de las muertes claramente relacionadas con los grupos armados de los dos lados —y las bajas que han ocurrido en las Fuerzas Federales en las operaciones—, están las desapariciones que rebasaron el centenar en septiembre y siguen ocurriendo. Están también quienes sin ninguna relación han quedado atrapados en los disparos, o en trayectos por la región han sido capturados y asesinados.

Se ha vuelto rutina por un mes que aparecen cinco personas asesinadas en el sur, y un enfrentamiento con militares en el norte. Las fuerzas federales aumentan y las motocicletas con punteros se multiplican en las calles de Culiacán. Lanzan poncha-llantas en tal crucero. Despojan vehículos en aquel sector. Saquean negocios en el centro de Culiacán.

Día a día amanecemos con un parte de guerra, donde la autoridad se limita a oficializar el registro: Asesinatos. Desapariciones. Robos. Enfrentamientos.

Pero ese reporte diario es insuficiente para la dimensión de lo que está ocurriendo. El toque de queda de la ciudad en los hechos, tiene consecuencias sociales y económicas que se agravan. La jornada laboral reducida afecta negocios y con ello a trabajadores. Para eso no hay anuncios claros, que apoyen y den certeza.

La operación de seguridad no solo puede seguir siendo de seguridad, sin tomar en cuenta la situación social y económica. Contener, como han dicho las fuerzas armadas en las acciones del mes que corre en Culiacán, son claramente apenas un parte. Ahí es donde el gobierno, como la ciudad, está paralizado.

Margen de error

(Desarme) La Policía de la capital está otra vez intervenida por militares, como en 1989 con Francisco Labastida, como en otros tantos episodios en los últimos 30 años. La intervención militar se convirtió en desarme total del cuerpo policiaco y seguramente se prolongará, porque la semana pasada arribó otro medio millar de elementos de la Guardia Nacional, se dijo que en apoyo a la seguridad pública.

A la Policía de Mazatlán también la intervino la SEDENA, no queda claro si fue solo la revisión de rutina de su armamento y la licencia colectiva que lo respalda, pero en ese municipio mantiene la policía sus actividades, sin contratiempos.

Mientras, se anuncia el relevo de mandos en la Tercera Región Militar, y la primera reunión del Gobernador de Sinaloa con el Secretario de Seguridad Federal.

El nuevo gobierno de Claudia Sheinbaum apenas se está acomodando. Se supone que sin interrupciones y con nuevos personajes al frente, debe mantener la presencia en regiones azotadas por la inseguridad, como lo es en este momento Culiacán. El plan general contra la violencia que trae el nuevo gobierno tendrá que ser adaptado para zonas especialmente en crisis como las de Sinaloa —y también Guanajuato, Colima, Tamaulipas o Guerrero.

¿Cuál será la atención especial para Culiacán? No se detecta hasta ahora que suceda algo distinto de lo que ha venido ocurriendo por un mes. El Ejército y la Marina, y no las áreas de seguridad locales, son quienes comandan la estrategia. Aunque cambien los altos mandos de esas dos instituciones, a nivel operativo se quedan con el mismo personal.

Circula un documento que puntea la Estrategia Federal en Seguridad para los primeros 100 días. Entre los temas que no están desarrollados pero sí enumerados, destaca precisamente el tema de fortalecer las policías locales. Nada nuevo podría decirse, pero en los últimos 6 años no hubo acciones en ese sentido.

El que las dos policías locales de Sinaloa estén intervenidas por la SEDENA, habla justamente de la debilidad en que se encuentra a nivel local la seguridad pública.

Primera cita

(UAS) En medio de todo esto, la Universidad Autónoma de Sinaloa entra en una nueva fase de su propia pugna. Ante la separación de Robespierre Lizárraga como encargado del despacho de rectoría por orden judicial y la imposibilidad del retorno de Jesús Madueña, por la misma razón, anuncia el tercer titular del máximo cargo: “No nos dejan otro camino que recurrir a un paro indefinido de labores a partir del primer minuto del día lunes 7 de octubre…”

De por sí el hecho de que la Universidad se mantuviera en la posición de no volver a clases presenciales ya era un inconveniente grave, lo es todavía más la suspensión total, ante la pretensión del gobierno del retorno a la normalidad social en Sinaloa.

Esto abre un nuevo frente a la situación de emergencia. Cada día sin clases será un nuevo impacto social y económico en el estado.

Mirilla

(El golpe) La pugna entre Mayos y Chapitos, de mantenerse los acontecimientos tal cual han ocurrido en el primer mes, solo tiene indicadores de prolongarse indefinidamente. Podrían pasarse meses y hasta años —como ocurrió en la pugna de 2008—, con levantones, asesinatos, escaramuzas entre ellos y enfrentamientos con las fuerzas federales. De repente una captura de un operador o de miembros de la organización, pero todo lejos de desmantelarlos.

Estamos en un punto que apenas un golpe espectacular, a lo más alto de la estructura de uno o de los dos bandos, podría significar el fin de la pugna. Y aun eso no es ninguna garantía. Perdonen el pesimismo (PUNTO).

Artículo publicado el 06 de octubre de 2024 en la edición 1132 del semanario Ríodoce.