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Alfabeto Qwerty/Cortesía/Río Doce/Miguel Ángel Vega.

La victoria de Donald Trump para un segundo periodo en la presidencia de los Estados Unidos sólo anticipa una nueva etapa de tensiones, por utilizar un eufemismo y no caer en tonos de catástrofe.
Claudia Sheinbaum no es AMLO, y Trump sigue siendo Trump —muchos anticipan que estará recargado. Esta vez no necesita la mesura, ni quedar bien con futuros electores que demandan prudencia en las decisiones, ya no tiene el fantasma de la reelección, la obtuvo y de manera contundente.

Aunque al exterior parecería el tema de un solo hombre que arrastra el sentimiento americano y convence para el voto, en realidad Trump es la cabeza de la élite Republicana que no lo abandonó, a pesar de todo lo que iba enfrentando en cuatro años de ataques. Esa jerarquía Republicana supo que era su única carta, y había que promover su discurso de extremos si querían volver a la Casa Blanca.

A Trump ni le interesa México, a pesar de que en sus discursos le sirve mucho. Con México se envalentona y eufórico presume que ese país hizo lo que él pidió siendo presidente: “nos dieron todo lo que queríamos, todo lo conseguí de México” —dijo en julio pasado, refiriéndose a 2019 cuando se blindó la frontera norte con 28 mil efectivos de la Guardia Nacional. Evitó decir que fue después de una amenaza de aranceles adicionales a productos que van de México a Estados Unidos, particularmente los automóviles.

A pesar de que somos socios comerciales clave, en su primer periodo Trump demostró que México no le importa, excepto porque somos el patio por donde pueden colarse sus odiados migrantes, a quienes reiteradamente recurre en sus discursos; y porque somos sus proveedores de drogas ilícitas.

En unos meses será presidente y tiene problemas exteriores más grandes: China y su apabullante dominio comercial y político; o Israel y todo medio oriente convertidos en un incendio incontrolable, que se extiende.
Trump se encontrará a un México sin AMLO, para él siempre mostró frases de respeto, aunque por lo alto escupiera a los mexicanos o a México. Sheinbaum es todavía una incógnita en cuanto a la postura diplomática que asumirá su gobierno cuando Trump vocifere enloquecido, o empiece con amenazas catastróficas y exigencias con un costo político-social alto. Se verá la astucia diplomática de Juan Ramón de la Fuente para enfrentar la barbarie.

Margen de error

(Historia) México y Estados Unidos tenemos una larga historia de vecinos incómodos. Una historia truculenta y muchas veces abusiva. Es tan desigual que uno invade al otro y se queda casi con la mitad de su territorio, o manda un Embajador a operar la caída del presidente Francisco I. Madero hace cien años. Ejemplos de la dispareja intervención sobran.

Después de la segunda guerra mundial miles de mexicanos fueron cruzando la porosa frontera. Los americanos demandaban mano de obra, y México la tenía de sobra. Por supuesto que no querían que se quedaran allá, y ofrecieron el programa “Bracero” para una estancia y un retorno. La realidad fue distinta. Los hijos mandaron por los padres, hermanas, tíos y vecinos. Ciudades enteras de California, Arizona y Texas se fueron mexicanizando. Al menos en el imaginario popular surgía una pírrica victoria de recuperar los territorios perdidos.

Hoy día viven casi 11 millones de inmigrantes mexicanos en Estados Unidos —según la Oficina de Censos de EU. Pero si sumamos inmigrantes y nativos alcanza casi 38 millones, lo que representa más del 11 por ciento del total de la población. (Uno de cada nueve habitantes en Estados Unidos es de origen mexicano).

Y esos mexicanos no olvidan su tierra. Mandan muchos dólares, miles de millones de dólares cada año para millones de hogares que dependen de esos dólares. Son tan grandes e importantes las remesas, que el país las defiende a toda costa, son una inyección de divisas que no se compara a ningún producto tangible que exportemos: ni el petróleo o el turismo.

Las remesas son tan grandes que triplican el monto presupuestal total de los apoyos en programas sociales que tanto aumentaron en el sexenio de López Obrador. El gobierno federal destina más de 400 mil millones de pesos en todos los programas, y las remesas son más de un billón de pesos.

Primera cita

(Siglo) El último medio siglo de las relaciones vecinales de México y Estados Unidos está marcado por las drogas. Las sustancias se modifican periódicamente y el problema permanece: Aquellos envíos incipientes de heroína por los chinos radicados en México de hace 100 años, o los envíos de mariguana, son cuentos infantiles contra los envíos posteriores de metanfetaminas o fentanilo.
Dicho de una manera elegante: Gringolandia demanda drogas, es un mercado insaciable, y los mexicanos encontraron cómo apoderarse de una parte de ese mercado (tampoco de todo, como a veces suelen engañar los estadounidenses).

En tiempos de Trump, por cierto, su Fiscal General William Barr simplificaba la situación: “La solución última, o la principal, a la mayoría de los problemas de las drogas en EU, depende de México. Prácticamente todas las drogas ilegales vienen de México.”

Ni cerca de la realidad. Ellos también tienen criminales, organizaciones más poderosas que las mexicanas porque logran mantenerse fuera del ojo público y lejos de las acusaciones. (Pero esa es otra historia).
Los americanos prefieren culpar al Chapo o a Caro, a los Zambada, a los Guzmán, a los Menchos.

Mirilla

(Futuro) El auge y el monopolio de las drogas terminó hace medio siglo, para seguir la división de periodos en la historia de las drogas que siguen muchos académicos. Los últimos tiempos han sido de guerras, fragmentación y capturas. Lo que significa muertes y sangre, siempre de este lado de la frontera más que de aquel lado.
Si Estados Unidos enfrenta su pandemia con el fentanilo y la imparable ola de muerte. México tiene su propio fantasma, la criminalidad organizada que provoca asesinatos y desapariciones como nunca antes se habían contabilizado. Y eso es lo que ninguna estrategia de seguridad ha logrado parar (PUNTO).

Artículo publicado el 10 de noviembre de 2024 en la edición 1137 del semanario Ríodoce.

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