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Cuauhtémoc Villegas Durán/Objetivo7

Los judíos entraron a España con la invasión árabe del 732 a través del estrecho de Gibraltar cuando el judaísmo decidió conquistar al mundo. Los judíos daban el dinero a los árabes para la guerra y al final los reyes católicos los expulsaron no sin antes cambiar los nombres de cristianos a judíos y los de los judíos a cristianos que fueron los que fundaron el Nuevo Mundo disfrazados de cristianos pero con su corazón apegado al judaísmo. Así los judíos gobernaron y gobiernan el Nuevo Mundo.

No todos los judíos tuvieron la fortuna de esconder sus apellidos en el cristianismo por ser pobres y marginados sino también por convicción, miles se mataron o los asesinaron: en Maguncia, España, mataron a doce mil judíos en la iglesia de San Quirino. “En Esslingen por el contrario, triunfaron los judíos, toda la comunidad se reunió en la sinagoga y convirtió el templo en hoguera gigantesca… En Francfort los judíos incendiaron su Ghetto y se arrojaron en masa a las llamas.”, cuenta el libro La expulsión de los judíos de España de Valeriu Marcu escrito en 1945. Valerio Marcu es parte de los alemanes que junto a Adolf Hitler llegaron a vivir y a gobernar en Latinoamérica tras perder la Segunda Guerra Mundial.

Valeriu Marcu da cuenta de los judíos que se quedaron en España: “los cristianos nuevos -judíos conversos- no sólo han conquistado cargos nuevos sino que han conservado los suyos anteriores… proveedores del ejército, recaudadores y banqueros.

El odio contra lo acreedores se mezcló con el desprecio de todo lo intelectual, las masas vieron en los hombres de ciencia, brujos y magos, y la crema de la sociedad, conspiradores y embusteros. Hay decretos de las ciudades en que se dice que los judíos siguen la carrera médica para asesinar a los enfermos cristianos, y actúan de farmacéuticos para envenenar a la población.

Los motivos materiales se mezclaron con los ideales. Los españoles tienen conocimiento del seudocristianismo de los judíos: se sienten doblemente engañados: en cuanto al bolsillo y en cuanto a la fe. De repente ya no les llaman conversos, sino marranos, quiere decir crudamente, infames, malditos, puercos.”