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Río Doce.- ¿Qué hay detrás de la exigencia del 2 por ciento de firmas registradas en la lista nominal y la obligación que correspondan al 50 por ciento de las secciones electorales donde el aspirante a una candidatura independiente pretende postular?

Se ha deslizado la idea maliciosa desde los partidos de que esto es para tener control de la situación y no ponga en entredicho el espíritu y la letra de la reforma constitucional y reglamentaria.

También se ha afirmado que se hizo para evitar que los gobernadores y poderes fácticos intervengan a través de las candidaturas independientes alterando la equidad en la competencia de candidatos.

Estas tesis son mitad ciertas y mitad mentiras. Ciertas porque efectivamente hay que tener control de la situación para garantizar que los independientes llenen unos mínimos y esto tiene que ser con requisitos que solo puedan superar quienes realmente tienen una base de apoyo suficiente y legítima para aspirar a un registro electoral. Pero mentiras, que esos requisitos vayan a evitar la injerencia del poder político y la presencia de los poderes fácticos, porque simple y llanamente están representados en el sistema de partidos.

Entonces, ante lo que podríamos estar es que los candidatos independientes vengan a suplir a los partidos en la interlocución y/o intermediación de intereses. Es decir, que les coman el mandado y con ello paulatinamente los partidos pierdan el monopolio de la representación política.

Lo cierto es que desde el punto de vista práctico, para muchos el 2 por ciento de la lista nominal dista mucho, muchísimo, del 0.26 por ciento exigidos a quienes tratan de constituir un partido político sea federal o estatal. Es prácticamente ocho veces más difícil ser candidato independiente que formar un partido político. Suena a risa pero así está en la nueva ley electoral.

Pero, hay más, si creemos que en Sinaloa se la ponen difícil a los aspirantes independientes, es en Chihuahua y Veracruz donde literalmente borran cualquier posibilidad de una candidatura independiente cuando la ley exige el 5 por ciento de la lista nominal.

Así, quien aspire ser candidato independiente a gobernador, presidente municipal o legislador, debe darse a la tarea de conseguir ese 2 por ciento y para darnos una idea de lo que significa para quienes se animen a postular a gobernador por esta vía, si son 40 días los que tendrían para lograrlo, requiere además de ser una persona muy conocida, con prestigio social, tener capacidad de reunir cada día mil firmas y otras tantas copias de credencial de elector, ya que la lista nominal de Sinaloa es ligeramente superior a 2 millones de personas registradas en la lista nominal. Es decir, que cuentan con credencial de elector y pueden votar.

Y eso obliga a tener una estructura estatal, tiempo, dinero y operadores para conseguir de forma no corporativa los votos —como sí lo hizo el PAS en los pasados comicios de junio— mediante una fuerte campaña a favor del voto independiente.

Así,las candidaturas independientes no fueron pensadas para que una persona de a pie pueda aspirar a una posición política, sino en el mejor de los casos para personalidades de organismos sociales constituidos y distribuidos por todo el estado.

Eso nos hace dudar sobre los registros que pudieran existir antes que cierre este proceso,que por cierto está marcado para el último día de agosto.

Salvo, claro, que esta decisión sea combatida por inconstitucional, pero eso lo deberá resolver la Suprema Corte de Justicia, donde sabemos que su integración y decisiones frecuentemente obedecen a criterios políticos.

O sea que el ciudadano está frito, o peor, no tiene muchas opciones más que ponerse en una o varias esquinas con sus familiares y amigos a recolectar firmas y copias de credencial de elector.

No obstante, confío en que en las elecciones del verano entrante haya candidatos independientes y los ciudadanos puedan salir del esquema casi cerrado que se le impone como monopolio de la representación.

Por último, para la participación ciudadana nunca ha sido fácil, pero juega a su favor la experiencia y audacia para romper esquemas rígidos y hacer que las cosas avancen para bien de su sociedad.

Que nuevamente, así sea.