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Ismael Bojórquez/Río Doce

Algo que ya entró a cuestión es aquello que el presidente Andrés Manuel López Obrador pregonó tanto durante su campaña: “Mi fuerte no es la venganza”. En realidad, parece que estaba afirmando y reafirmando lo contrario cada vez que lo decía, para que aquellos que habían actuado en su contra de formas tan ruines, se fueran preparando.

Rosario Robles Berlanga es indefendible por donde se le quiera ver. Moralmente es un desecho. Pero no porque alguien la haya expulsado de algún lado, sino porque su ambición la llevó, a ella sí, al basurero de la historia.

Es imposible no ligar el juicio que ahora enfrenta al que padece, también tras las rejas, el abogado Juan Collado, otro personaje víctima de su propia ambición y de trácalas palaciegas que lo llevaron a codearse con lo más perverso de la clase política prianista, siempre el dinero en su mira, ese vicio. Los dos, Rosario y Juan, participaron en el complot de 2003-2004 para descarrilar la carrera presidencial de López Obrador, entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal, al hacer públicos videos que el empresario argentino Carlos Ahumada había grabado mientras le daba dinero a René Bejarano y a otros miembros del PRD, todos ellos operadores del político tabasqueño. Y en otro caso también al ex tesorero del Distrito Federal, Gustavo Ponce, cuando se jugaba millones de pesos en los casinos del hotel Bellagio de las Vegas, Nevada.

Lo dijo el propio Carlos Ahumada —detenido por la Interpol mientras se escribía este texto—cuando fue detenido en Cuba en marzo de 2004 y luego lo escribió en su libro Derecho de réplica. Se reunió en varias ocasiones con Collado, también con Diego Fernández de Ceballos. Él y Rosario Robles —entonces su pareja furtiva— acudieron al menos en una ocasión a la casa de Carlos Salinas para tratar con el ex presidente el tema de los videos…

Así que aquello que AMLO decía de que había sido víctima de un complot era cierto. Y no alcanzamos a ver la magnitud de la embestida hasta que el propio argentino lo confesó con pelos y señales. Y debe suponerse, como lo dice Ahumada en sus declaraciones a la policía cubana, que fueron parte de lo mismo el entonces secretario de Gobernación, Santiago Creel, el ex procurador General de la República, Rafael Macedo de la Concha…. Y el mismísimo ex presidente Vicente Fox (porque no podían ser ajenos a un tema que tendría el impacto de una bomba “que no dejaría ni polvo del Mesías”, como pensaron).

Aunque la Fiscalía General de la República es independiente del Poder Ejecutivo, es evidente que estamos ante la cacería de quienes en 2003-2004 quisieron acabar con el que sería candidato a la presidencia y que representaba no un “peligro para México”, como lo proclamaron en aquellas deleznables campañas de lodo del PRI y del PAN, sino un riesgo para sus privilegios y para el proyecto de país que ambas fuerzas políticas diseñaron de la mano de una clase empresarial rapaz.

Así es la rueda de la fortuna. Millones de mexicanos estaban esperando que el nuevo gobierno pusiera fin a la impunidad y éste decidió iniciar este proceso contra aquellos que, usando todo el poder de las instituciones y de los poderes fácticos, concibieron un plan del cual el objetivo principal, López Obrador, resultó, vaya paradoja, el menos golpeado. Aún en medio del escándalo que provocaron los videoescándalos, AMLO se presentó a las elecciones de 2006 en una cerrada, inequitativa y fraudulenta justa contra Felipe Calderón y cuyo desenlace ya se conoce.

No hay mexicano que festine la caída de Rosario Robles que no esté pidiendo también las cabezas del ex presidente Enrique Peña Nieto y del ex candidato del PRI a la presidencia, José Antonio Meade. Y no sería muy difícil vincularlos al mismo proceso si el juez actuara con el mismo rigor con que lo hizo con Robles Berlanga. Pero contra ellos no impera en los cazadores del complot la sed de venganza, así que hay que esperar. Sí contra Salinas y Fernández de Ceballos, incluso contra Vicente Fox. Pero aquí estamos hablando de otros niveles. Comparados con ellos, Rosario Robles y Carlos Ahumada no eran más que dos pobres soldaditos de utilería que fueron a la guerra sin conocer sus artes. La guerra —dijo SunTzu— es un asunto muy grave y nadie debe emprenderla sin la debida reflexión.

Ahora los dos están en la cárcel. Y, lo peor, Ahumada acusado por la propia Rosario de quererla extorsionar. Vaya historia.

Bola y cadena

UNA DE LAS COSAS MÁS SORPRENDENTES QUE narró Carlos Ahumada en su libro fue la visita que un día hicieron a la casa de Carlos Salinas, en 2003. Una muestra de la más alta frivolidad de la ex militante de izquierda y de la más negra perversidad del ex presidente:

“[Uno de los videos de Bejarano y el de Ímaz] Yo los llevaba en un disco compacto. Para verlos, (Salinas) nos pidió que pasáramos nuevamente a la biblioteca. Rosario Robles nos dijo que fuéramos nosotros y que ella nos esperara abajo, que no quería tener nada que ver con ese tema. Su actitud era ridícula, ya que ella incluso había participado en la edición y selección del material…. Cuando llegamos a la vitrina donde (Salinas) conserva sus bandas presidenciales, Rosario le comentó que debía de ser un gran honor y un orgullo portar la banda presidencial. Salinas inmediatamente tomó una escalerita para poder subir a abrir la vitrina y sacó una de las bandas presidenciales. Yo creía que nos la quería mostrar, y en efecto así lo hizo, pero no fue sólo eso, sino que la tomó y se la puso a Rosario (Robles) cruzándole el pecho y le dijo: “Te luce muy bien”, contó Ahumada.

Sentido contrario

¿QUIÉN DIJO QUE EL PERIODISMO está en crisis? En crisis los medios —sobre todos los grandes—; el periodismo está más vigente que nunca. Ahí está el reportaje La Estafa Maestra, de Animal Político, como botón de muestra.

Humo negro

NO ES REMOTO, POR CIERTO, que algunos sinaloenses lleguen a ser involucrados con este megafraude al erario federal. Ya se verá.

Columna publicada el 18 de agosto de 2019 en la edición 864 del semanario Ríodoce.