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Río Doce.- Los derechos de autor y su violación es un tema muy debatido, casos hay muchos que han sido motivo de escándalo entre la grey de autores y compositores, incluso, para algunos no es un delito que pueda considerarse grave; por eso estimo que el asunto dado a conocer a los medios por la periodista Carmen Aristegui hace apenas unos días, obedece más a lo que se conoce como una “cortina de humo”, porque Enrique Peña Nieto, desde que llegó a la presidencia de este país, ha provocado delitos verdaderamente graves, empezando con los que orquestó junto con su pandilla de Atlacomulco para arribar a la primera magistratura, todo mundo lo sabe, fue con base a una serie de marrullerías y hechos de corrupción que resulta ocioso citarlas aquí. Y una vez que tomó el mando, la lista de fraudes, robos, matanzas, desapariciones, desvíos de fondos públicos y un largo etcétera de acciones criminales que nos mantiene aterrorizados; por eso sospecho que eso del plagio es una cortina de humo para desviar la atención de los actos verdaderamente graves.

Además, el plagio siempre ha existido y por ello se han suscitado pleitos y demandas que han logrado llamar la atención del público. El robo de ideas y creaciones se han dado entre los inventores científicos, creadores de fórmulas para productos químicos y hasta aparatos diversos, pero los reclamos que más han atraído la atención es la de compositores de música, cineastas y autores literarios.

En relación a la literatura, en un portal de internet identificado como Estandarte.com, puedes encontrar, amigo lector, una lista de plagios famosos en lo que se involucraron verdaderos figurones de la literatura, por citar algunos: Carlos Fuentes, José Saramago, Alfredo Bryce Echenique, Camilo José Cela, Manuel Vázquez Montealbán, Ana Rosa Quintana, Jorge Bucay, Agustín Fernández-Mallo, Lucía Etxebarría, Salatiel Alatriste y algunos más.

Respecto al plagio, la Real Academia de la lengua Española (RAE), define que plagiar es: “copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas a conocer como propias”. Cosa que no creo que EPN tenga capacidad para ello. Pero no me distraigo y sigo con los plagios famosos.

En el portal Estandarte.com se dice que Alfredo Bryce Echenique, escritor peruano en el año 2008, fue acusado de haber plagiado 16 artículos periodísticos de medios como el periódico La Vanguardia y la revista Jano. Bryce fue encontrado culpable por el Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de la Protección de la Propiedad Intelectual del Perú. Fue multado con una sanción de 57 mil dólares.

La misma fuente confirma que Carlos Fuentes, escritor mexicano, en el año 1995 recibió acusación de plagio por parte del escritor Víctor Celorio, quien afirmó ante la RAE que en la obra de Fuentes Diana o la cazadora solitaria, publicada en 1994, encontró 110 coincidencias a los de su obra llamada El Unicornio azul. Finalmente, un juez federal desechó el caso y dio razón a Carlos Fuentes.

El escritor mexicano Teófilo Huerta Moreno acusó al laureado escritor José Saramago, premio nobel de literatura 1998. Afirman que Selatiel Alatriste, quien entonces se desempeñaba como director editorial de la empresa Editora Alfaguara, le hizo llegar al señor Saramago su relato ¡Últimas noticias!, y que en base a ese trabajo, este escritor se había inspirado para escribir Las intermitencias de la muerte. Al respecto, el autor de El evangelio según Jesucristo y una larga lista de obras muy reconocidas, dijo: “No vi y ni siquiera toqué con la punta de mis dedos el cuento del reclamante, y quiero decirles que si dos autores tratan el tema de la ausencia de la muerte, resulta inevitable que las situaciones se repitan en el relato, y que las fórmulas que las mismas expresan tengan alguna semejanza”.

Hace años me enteré, más como chisme que como posible realidad, de un escándalo que se dio en los años 50 allá en la ciudad de México. Del asunto aquél empezó a correr el rumor de que el afamado escritor Juan Rulfo había plagiado un párrafo de media cuartilla de la novela Donde mi sombra se espanta, la que había sido editada un año antes por el menos famoso Ramón Rubín, y que tal plagio, Rulfo lo incluyó en su laureada novela Pedro Páramo. Las habladurías levantaron revuelo entre la grey culturosa, y dicen que fue necesaria la intervención del gurú que la comandaba, nada menos que el poeta premio Nobel Octavio Paz (1990) para que las cosas se calmaran. El sainete terminó con la expulsión de nuestro escritor mazatleco Ramón Rubín, razón por la que desde entonces no fue apoyado por editoras importantes, y mucho menos por los integrantes de aquel grupo.

En lo personal, estimo que eso del plagio, en lo que a creación literaria se refiere, nadie está exento a cometer un pecadillo, porque de alguna manera este se da, se puede decir por descuido u omisión. Intentando ser más claro. Ocurre que en el caso del escritor creativo, éste debe estar siempre atento a lo que ocurre en su alrededor: un pleito, un accidente, un atraco, o algo más trivial, como es la discusión entre una pareja, o el anciano que se queja de los cambios estrujantes que da la vida, de sus ausencias mentales, sus delirios, sus miedos al hambre, a la muerte; del joven que se ilusiona con el oropel del narco… en fin. Por otro lado están los medios, en especial los periódicos que son fuente de la que nos alimentamos, de ahí nacen muchas ideas para desarrollar un tema, un cuento, una novela o simplemente un comentario como éste.

Aquí entre nos, amigo lector, si pones atención, te podrás dar cuenta que esta vez cometí un plagio. Si lo encuentras, hay tú decides si me demandas.

leonidasalfarobedolla.com