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La revelación del equipo de investigación de Carmen Aristegui que descubrió que el presidente Peña Nieto plagió a diversos autores en la elaboración de su tesis de licenciatura en la Universidad Panamericana y que tuvo,como director al magistrado del Poder Judicial de la Ciudad de México, Eduardo Alfonso Guerrero Martínez, ha estimulado comentarios de manera que a grosso modo hay dos bandos: los que atacan a la mensajera y los que atacan al plagiario. Sólo unos pocos los que toman distancia.

Un plagio es un robo. Es el tomar algo que no es tuyo y hacer uso de él para obtener un beneficio personal, en este caso, un título profesional que no era poca cosa todavía a principios de los 90 pues, como vemos, servía como escalera social y política.

Cualquiera que sea la manifestación del plagio es sancionable. Lamentablemente una más que la otra. El que roba un objeto puede ir a prisión, mientras el plagiario intelectual, en México en el peor de los casos recibe una sanción al honor. No pasa de la quemada pública aunque, en el caso de un académico, puede traer consigo la pérdida del empleo o beneficios pecuniarios. Recuérdese, lo que sucedió no hace mucho tiempo, con un académico de la Universidad autónoma de Baja California, que fue denunciado por plagio ante el Sistema Nacional de Investigadores y al encontrase evidencias se le retiró el nombramiento de investigador nacional.

En este caso que involucra a un Presidente de una República, si bien sustantivamente es lo mismo —pues robó el trabajo de otros—, debería ser sancionado no sólo en su honor, sino también con el cargo público.

En la primavera de 2012 sucedió un caso que conmocionó al mundo político europeo. Pal Schmitt era un médico que se desempeñaba como Presidente del Gobierno en Hungría. Todo iba bien hasta que un día estalló una bomba mediática en la Universidad de Medicina de Budapest. El claustro de profesores le retiró el grado que le había otorgado, porque encontró que su tesis doctoral era fraudulenta, al igual que la de Peña Nieto. Esto fue suficiente para que el Parlamento húngaro iniciara un proceso de investigación que terminó con la separación del cargo de quien dejaba de ser Presidente…y médico.

Se ha dicho que esta comparación no es válida, porque a diferencia de los húngaros tenemos un sistema presidencialista. Cierto, el sistema parlamentario tiene mecanismos que pueden llevar en forma expedita a la revocación de mandato, incluso a la disolución del parlamento para una nueva convocatoria de elecciones.

Pero esa posibilidad de separación del cargo, que se atribuye exclusivamente a los sistemas parlamentarios, no es ajena en los presidencialistas.En América Latina ha habido presidentes que han sido separados del cargo por incurrir en corrupción.

Hoy mismo está en proceso el caso de Dilma Rousseff, presidenta electa democráticamente, con todo y que el impeachment (juicio político) pueda ser un golpe parlamentario.

Así que este argumento no es válido y es un engaña bobos con la jerga politológica. En realidad encierra una defensa velada del plagio de marras.

Tampoco es cierto que sea un asunto que se inscribe exclusivamente en el ámbito académico y es ahí donde debe revisarse, y en su caso, si así fuere, en el que se le debe sancionar al plagiario. No, porque los límites del plagio rebasa stricto sensu el ámbito de las universidades.

En un país de leyes las disposiciones orgánicas y reglamentarias no son ajenas a la Constitución y a las leyes en materia de educación. Aquí en México es el artículo Tercero constitucional, y su ley respectiva en materia de educación es la fuente de la titulación en los distintos grados académicos.

Así, tampoco vale la lastimosa expresión del rector de la UAS, quien sin más absuelve a Peña Nieto porque: “si cumplió los requisitos que marca una institución, significa que en su momento fue acreditada, pasó la tramitología”. O sea haz la trampa, si sales de ella como haya sido, estás acreditado.

Bárbaro, si ésta es la nueva filosofía que rigen los exámenes profesionales en la UAS, me parece que es una puerta abierta para la trampa académica.

Esperemos que no, por sus mejores profesores y estudiantes.