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Anabel Hernández/Río Doce.- “La muerte escogió a Veracruz como su casa y decidió vivir ahí”, dijo en entrevista el fotógrafo periodista Rubén Espinosa, colaborador de la revista Proceso y de la agencia Cuartoscuro el 1 de julio pasado. Treinta días después la muerte lo encontró y le arrebató violentamente la vida dejándolo desnudo, con el tiro de gracia, en un departamento en la Ciudad de México el 31 de julio.

Pareciera que la muerte no solo decidió vivir en Veracruz sino en todo México desde hace ya algunos años, invitada por la impunidad y la corrupción que imperan en el país, y ha asesinado a más de 80 periodistas en los últimos 10 años. Trece durante la administración del presidente Enrique Peña Nieto. Cinco en lo que va del 2015 y aún quedan tres años de este gobierno, sin que las cosas parezcan ir por un mejor camino.

En México es claro que para el gobierno hay ciudadanos de primera y segunda clase. Los de segunda, estudiantes, periodistas y ciudadanos en general, masacrados impunemente. Los de primera, capos como Joaquín Guzmán Loera, el Chapo, a quien se permitió abiertamente la fuga de una cárcel de máxima seguridad. Espinosa yace en un panteón y su crimen aún no se resuelve mientras el Chapo está libre gozando de la dolce vita.

José Moisés Sánchez Cerezo fue el primer periodista asesinado en México este año. Fue secuestrado por un comando el 2 de enero y fue encontrado decapitado veintitrés días después. El presunto asesino confesó haberlo matado por órdenes del jefe policiaco, Martín López Meneses, de la policía municipal de Medellín, Veracruz.

Armando Saldaña Morales fue el segundo. Reportero y locutor de radio fue asesinado el 4 de mayo pasado luego de denunciar a un grupo criminal que robaba combustible. Su cuerpo fue encontrado en un poblado ubicado en la frontera de los estados de Veracruz y Oaxaca, con cuatro disparos y signos de tortura.

El tercero fue Gerardo Nieto Álvarez, en Guanajuato, el 26 de junio. El editor en el semanario Tábano fue encontrado degollado en una gasolinera.

Filadelfo Sánchez fue el cuarto. Era director y conductor de una estación de radio comunitaria en Oaxaca, fue interceptado la mañana del 2 de julio al salir de su oficina y acribillado de 9 balazos. El quinto Rubén Espinosa.

En la mayoría de los casos, como en lo general ocurre en este país, los crímenes contra periodistas permanecen impunes y eso mismo genera la incertidumbre de si los asesinatos están vinculados a su trabajo como periodistas o si se trató de eventos casuales o motivados por otras razones. En la mayoría de los casos hay elementos que muestran que sus notas u opiniones eran incómodos para el poder. Mientras sus muertes no sean aclaradas con veracidad, no se puede descartar el ataque a su trabajo periodístico.

En abril pasado el Comité de Protección a Periodistas (CPJ) reportó que México y Paquistán están a la cabeza en la impunidad del asesinato de periodistas en el mundo. Las fuerzas del gobierno y grupos religiosos radicales en Pakistán y los cárteles de la droga y funcionarios corruptos en México intimidan la libertad de expresión y se han convertido en árbitros de lo que la prensa debe decir.

Desde 2013 a la fecha, docenas de periodistas en México han sufrido con impunidad golpes de policías cuando están dando cobertura a eventos de represión contra la sociedad , amenazas de muerte, o censura, como el caso de Carmen Aristegui, quien fue despedida de MVS en clara represalia al trabajo de investigación realizado por su equipo sobre la millonaria “Casa Blanca”, propiedad de la esposa de Enrique Peña Nieto, conseguida de un contratista del gobierno federal y amigo cercano del presidente.

Rubén Espinosa entendió que debía irse de Veracruz tras amenazas e incidentes de claro acoso, presuntamente provenientes de la administración del gobernador Javier Duarte. Decidió salir del estado el 9 de junio y fue a refugiarse a la capital del país, creyendo que podía ser un lugar seguro, pero en México ya no hay ningún refugio seguro para los periodistas perseguidos o amenazados.

Para todos es cada día más difícil entender quién es más peligroso en México, ¿el narcotraficante o el funcionario público? en muchos casos trabajan conjuntamente, son lo mismo, comen en la misma mesa y se reparten el mismo botín: nosotros los ciudadanos.

La matanza de periodistas en México va en aumento porque las leyes para protegernos están en el papel, para que el gobierno limpie su imagen ante la comunidad internacional, pero en realidad las leyes no se aplican, no funcionan. La matanza de periodistas va en aumento porque el gobierno, en la mayoría de los casos el origen de las amenazas y ataques, en vez de protegernos nos convierte en blanco fácil para ser asesinados.

La mordaza que intenta poner el gobierno, la delincuencia organizada, o empresarios afectados cuando son descubiertos en un escándalo de corrupción, tiene distintas formas y matices. Pero el propósito siempre es el mismo: silenciar la verdad, ocultar sus componendas, engañar a la sociedad.

A veces esa mordaza es una descarga de balas, la tortura, la violación de periodistas; otras veces es la amenaza constante para que nos callemos, y otras veces lo único que tienen que hacer es extender un jugoso cheque de publicidad gubernamental para que los dueños de los medios de comunicación silencien las críticas, censurando la información.

Sí, es verdad, en los últimos días y meses en México hemos perdido muchas cosas: paz, justicia y vidas humanas, pero los periodistas mexicanos seguimos de pie. Seguimos de pie no solo por los compañeros que hemos perdido, seguimos de pie porque sabemos que en esta terrible crisis nuestro trabajo es más útil a la sociedad. Esta lucha no es para defender nuestra libertad de expresión, es para defender el derecho de la sociedad a conocer la verdad y con ella tomar decisiones para cambiar el rumbo de nuestro país. Sin información veraz e independiente la sociedad esta capturada por la propaganda del gobierno, de los grupos económicos, religiosos y del crimen organizado. Sociedad y periodistas debemos estar unidos para romper el silencio y la ceguera que nos quieren imponer los violentos y los corruptos.

He sido amenazada y he sufrido atentados como muchos otros periodistas en México. Tengo miedo de morir, tengo miedo de perder todo lo que es importante para mí, como muchos otros ciudadanos periodistas o no periodistas que viven en territorios sin ley, pero mi mayor temor es no ser capaz de ser lo suficientemente fuerte para continuar y ver que los demás también están cansados. Si nos cansamos, las víctimas que en México están sin voz serán olvidadas y estos tiempos que estamos viviendo serán nuestro eterno presente.

Los periodistas en México seguimos de pie.