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Cortesía/Río Doce.

El poeta, compositor, Premio Sinaloa de las Artes, Faustino López Osuna, hermano de Florencio le dedicó este poema

                               I

La represión que inició todo

Yo sé, dijo Tomasa, nuestra madre,

que la injusticia hace correr la sangre,

pero no quiero que la de mis hijos

por amar la justicia, se derrame.

Eran los años que de Economía

tomábamos las plazas y las calles

para exigir el cese de la guerra

de intervención en Vietnam y el cobarde

desembarco invasor a la rebelde

Cuba, que encendía nuestro coraje.

El signo distintivo de uno y otro

conflicto era la política infame

de los gobiernos norteamericanos

y su anticomunismo aniquilante.

La guerra fría se llamó al pretexto

para imponer peleles repugnantes

en las naciones de su “mundo libre”,

reprimiendo demandas ancestrales

como aquí se hizo: el derecho de huelga,

el de protesta y otras libertades,

violando garantías consagradas

como conquistas constitucionales.

¿Quién no recuerda lo que se hizo a Allende

en Chile, con traidores militares?

Aquí se inauguró, para vergüenza

de nuestros héroes y de nuestros males,

la aberración de los presos políticos

por encabezar reclamos sociales

endilgándoles el sucio delito

de disolución social, empezándose

con Demetrio Vallejo y Valentín

Campa y a todos los que fue tocándoles

(Othón, Marcué, Unzueta, Rincón Gallardo).

Hasta Siqueiros, por ser discrepante              

del gobierno, terminó en Lecumberri.

Esas y otras ofensas fueron dándose

todos los años, hasta convertirse

en el reclamo de los estudiantes,

que ya no protestaron por problemas

de otros países, sí por los locales.

Pero cada vez que se protestaba

ejerciendo las propias libertades

consagradas en la Constitución,

la policía actuaba a lo salvaje                          

obedeciendo a turbios funcionarios

represores inmundos y cobardes.

De ese tenor, así, estaban las cosas

cuando, “atendiendo” un pleito entre escolares

frente a la Ciudadela, granaderos

invadieron escuelas aún con clases

reprimiendo sin ton ni son a alumnos

obligándolos, claro, a rebelarse

con un gran movimiento de protesta

sin precedente y de enormes alcances.

Se convocó a un consejo estudiantil

y a una huelga en contra de la barbarie.

Aquí es donde entras tú, querido hermano,

representando a nuestra alma mater

en el Consejo Nacional de Huelga

del Movimiento Estudiantil, baluarte

de los viejos reclamos de los pobres

negados con mentiras oficiales.

                                  II

                               1968

Desde Sofía supe paso a paso

de las banderas de los estudiantes,

de sus demandas, algunas ingenuas

pero otras combativas, radicales,

librando represiones policiacas,

encabezando reclamos sociales,

creciendo como un mar la concurrencia

a sus mítines, inundando calles,

exigiendo no más presos políticos

no más de disoluciones sociales.

El pueblo se sintió identificado  

con quienes decidieron enfrentarse

por vez primera al feroz aparato

de un gobierno que, para perpetuarse,

mentía, perseguía, asesinaba

y hasta en las elecciones hacía fraude.

De pronto algo movía las conciencias

de los que no creían más en nadie

y el movimiento estudiantil creció

preocupando a la clase gobernante.

Con los Juegos Olímpicos en puerta

la tentación de reprimir fue dándose

tras abortarse el camino del diálogo

que se había acordado días antes.

Así fue convocado el 2 de octubre,

en Tlatelolco, un mitin por la tarde,

contemplando que habría tres oradores

siendo el primero tú, hermano. Acabaste

tu intervención y, en eso, un helicóptero

lanzó una extraña bengala, iniciándose

con francotiradores apostados

desde los edificios circundantes,

el aniquilamiento inconcebible

del pueblo, asesinado por chacales.

Así fue la respuesta del gobierno

a la demanda de los estudiantes.

Así se deslegitimó ese régimen

martirizando la inocente sangre.

Entonces inventaron mil delitos

contra los integrantes del CNH.

A todos los que había en el presídium

se los detuvo tras amenazarles.

Se los llevó a otro sitio a interrogarlos

semidesnudos, identificándoles,

y al enterarse que tú habías sido

el único orador, les dio en golpearte

a culatazos, rompiéndote el rostro

de un golpe seco que empezó a sangrarte.

De ahí fueron trasladados al Campo

Militar número uno, pero antes

se les tomaron degradantes fotos

para Gobernación, haciendo alarde

de haber sofocado una gran conjura

contra el gobierno, ¡que ganó el “combate”!

Desde esa noche desaparecieron

las tristes evidencias: los cadáveres.

Y al día siguiente lavaron la plaza

para ocultar la criminal masacre.

                           III

                        1969

En Lecumberri apenas hubo espacio

en la crujía, para confinarles.

En más de una ocasión les ofrecieron

dinero y libertad para comprarles.

Guevara Niebla, Sama, Pablo Gómez

y tanto compañero inquebrantable

junto contigo, hermano, mantuvieron

con dignidad y orgullo sus ideales.

José Revueltas tuvo un gesto heroico:

creyendo que podría liberarles

se echó la culpa de ser el autor

intelectual de todo, y su coraje

sólo sirvió para que lo apresaran

y lo encerraran con los estudiantes.

De Sofía a Lecumberri manteníamos

correspondencia, por estar distantes.

Como en los dos países nos abrían

las cartas, acordamos triangularles

con Colombia: un antiguo compañero

las cambiaba de sobre, redactándoles

los remitentes: Medellín, Colombia

y la república de los Balcanes.

Terminé mis dos años en Bulgaria    

y regresé a aguardar con nuestros padres

tu libertad, que se llevó tres años

de tu vida y la de todos: la cárcel

injusta exhibió al Poder Judicial

que los condenó como a criminales.

Varias veces a Elena Poniatowska

encontré en Lecumberri entrevistándoles:

se hacía pasar con un nombre ficticio

y decía que a ti iba a visitarte.

En nuestra escuela sucedieron cosas

que tuvieron secuelas miserables:

agentes federales se infiltraron

hurgando nuestros datos personales,

luego estuvieron desaparecidos

los propios documentos escolares,

recomendándonos los directivos

que no hiciéramos nada reclamándoles

a las autoridades superiores,

porque daban de baja al reclamante

perdiendo los estudios realizados

con todo el sacrificio de su parte.

En algunas escuelas había Judas

que denunciaron a maestros leales

al movimiento estudiantil: llegaban

agentes directamente a buscarles

imponiendo el terror con su presencia

y sus acciones extrajudiciales.    

La extraña muerte de Florencio López Osuna

El 20 de diciembre de 2001 Florencio López Osuna fue encontrado muerto en el Hotel Museo, según la versión oficial, debido a una congestión cuyas causas no fueron determinadas nunca. Estaba en la habitación 309 del hotel, cuando, a las 14:15 horas, uno de los empleados abrió su cuarto para decirle que éste ya había vencido.

A los 53 años de edad, López Osuna había resurgido a la escena pública a partir de que la revista Proceso publicó en portada su fotografía, en la que aparece torturado durante la noche del 2 de octubre de 1968, en el interior del edificio Chihuahua, de Tlatelolco.

A partir de la publicación, López Osuna fue requerido por diversos medios de comunicación para que diera su testimonio sobre la matanza estudiantil.

Un día, contaron sus familiares, recibió una llamada telefónica en su casa y alguien le advirtió que le bajara de huevos, “¡Te habla el que está atrás de ti, de guante blanco, bájale o te va a llevar la chingada!”.

Durante los hechos del 2 de octubre, los integrantes del Batallón Olimpia, perpetradores de la masacre, llevaban un guante blanco en su mano derecha.

Florencio fue el único orador de esa noche negra. Cuando terminó su discurso, los soldados empezaron a disparar. Se contaron alrededor de 300 muertos. El sinaloense estuvo años en la cárcel y participó en una huelga de hambre que duró 40 días. Cuando salió de Lecumberri y concluidos sus estudios de Economía, se dedicó a la docencia. Su muerte nunca se aclaró.

Artículo publicado el 20 de octubre en la edición 05 del suplemento cultural Barco de Papel del semanario Ríodoce.

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