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Es un terreno muy pequeño, parece una cuchilla. Hincada sobre la tierra, María Isabel encaja las manos sobre la tierra y saca pedazos de una materia sólida. Son fragmentos óseos y muelas semienterrados. Sabuesos Guerreras AC encontraron otra fosa clandestina en Culiacán.

El número quedó cerrado en mil 21 fragmentos de huesos. El hecho sucedió poco después del mediodía del viernes 4 de enero en un predio al norponiente de la ciudad, muy cerca del sector de Urbi Villas del Cedro, en el mismo sitio donde el 5 de abril de 2017 se encontraran tres cuerpos.

Y debido a ese anterior hallazgo es que el colectivo se trasladó a ese sitio. Acudieron a realizar un mapeo. Rastros de lo que parece “huachicoleo” fueron encontrados. Unos bidones, garrafas, pedazos de mangueras y unos tinacos. Estos últimos llamaron la atención de María Isabel y abrió uno de ellos.

Del interior del tinaco, junto con la basura que fueron sacando, un retazo de tela llamó la atención de las mujeres del colectivo.

“Era un pantalón color beige que traía cinta en la parte donde quedaría la rodilla. Lo sacamos, le tomamos foto. Queremos suponer que a alguien se lo quitaron así como estaba para no quemarlo o no se para qué, el pantalón se veía muy limpio y la cinta bien puesta en la rodilla”, explica María Isabel, líder del colectivo.

Ella se dedicó al oficio luego de que su hijo, Reyes Yosimar García Cruz, fuera desaparecido el 26 de enero de 2017 por un grupo de personas armadas que llegaron a su casa. Él se desempeñaba como agente de la policía municipal de Culiacán y desde entonces permanece desaparecido.

Las mujeres del colectivo de rastreadoras Sabuesos Guerreras empezaron entonces con la búsqueda, que en un inicio sería un mapeo. Poco a poco comenzaron a sacar mucha cinta gris, había también una camisa y entonces eso les llamó la atención.

“Vaciamos completamente la basura de ese tinaco y sacamos varias ropas de ahí, y nos llamaba mucho la atención que al introducir la varilla en la tierra era demasiado el olor a gasolina, como que era muy reciente”, añadió María Isabel.

Con el olfato del sabueso

Después de inspeccionar el sitio y de revisar los tinacos, María comenzó a ver más su alrededor. Ya estaban disponiéndose a dejar el lugar para después volver con mejores condiciones de seguridad.

Recogen palas y enseres que utilizan para sus mapeos cuando algo hace que María Isabel regrese a un sitio, en donde a lo lejos, ve restos de lo que a la distancia le pareció carbón.

“Ya íbamos de salida pero había un lugar hacia la orilla que no había pasado por ahí. Me regresé y comencé a caminar por ese pedacito y me llamó la atención ver mucho carbón, pedazos de carbón sobre la tierra y empecé a ver cosas quemadas ahí y no había nada quemado, ni la maleza ni nada pero el carbón ahí estaba”.

A lo largo de casi dos años María Isabel ha consagrado su vida al rastreo de personas desaparecidas. Apenas en diciembre encontraron 112 fragmentos de huesos humanos y un colmillo en un cerro a espaldas de la colonia Monte Sierra, al norte de Culiacán.

Y en ese lapso ha desarrollado ya un olfato. De entre los pedazos de carbón algo llama su atención y comienza el rastreo.

“Entonces yo me agacho y lo primero que saco es una muela de la tierra, y entonces les digo ‘plebes, regrésense porque esto no está bien’, a lo mejor es de un perrito o algo pero entonces yo tengo que descartar que no sea de un animal”.

La sospecha quedó disipada en ese mismo momento. Una de las integrantes del colectivo es de oficio técnico dental, y ella le confirmó a María Isabel que eso era una muela humana. A partir de ahí las mujeres comenzaron a desenterrar el “tesoro”.

Bajo los restos había un plástico negro. La sospecha de las mujeres es que sobre él fueron trasladados esos restos y posteriormente tirados en el predio. Todo lo demás alrededor no tenía indicios de quema alguna.

Y debido al hallazgo hubo que dar aviso a la autoridad. Además, motocicletas comenzaron a rondar las inmediaciones del predio, el cual, entre parcelas y una finca tipo hacienda, no es de fácil acceso.

Después, a escarbar con las manos. Meter palas u otro artefacto no era opción. Ya con la pericia que el tiempo les ha dado saben que es mejor sacar los restos por puños de tierra para posteriormente cernirla sobre un colador y entonces comenzar a recolectar los huesos.

“Yo creo que encontrar una cantidad de mil 21 restos calcinados pues es alarmante, y eso no lo van a hacer los peritos porque cómo van ellos a agacharse”, critica María.

La desconfianza

Los restos encontrados fueron dados a la autoridad para su análisis y resguardo. Entre ellos unas muelas completas, una de ellas cubierta con amalgama. Suponen que de ahí se puede extraer algún resto de ADN, o al menos eso quieren pensar.

Y ello le genera desconfianza al colectivo. Suponen que tal vez su trabajo es en vano. Rara vez les dan informes respecto a los hallazgos. Ellas buscan saber si sirvieron de algo, pero no reciben respuesta.

El colectivo encontró en junio de 2018 más de 5 mil restos en el predio de Acapulquito, en la sindicatura de San Pedro. El sitio comienza a ser conocido como la criba de los huesos. Pero del hallazgo no han tenido más noticias.

Incluso recibir burlas por parte de algunos peritos. María explica que han recibido señalamientos de que ellas mismas “siembran” los restos, y responde:

“Los peritos estaban viéndonos y decían que cómo era posible que estaban ahí, o sea, seguramente yo los traía en la bolsa y los estaba echando ahí, pues… yo no sé de dónde agarro tanto hueso para ponerlos como evidencia, se me hace de lo más pendejo”, critica.

Artículo publicado el 13 de enero de 2019 en la edición 833 del semanario Ríodoce.