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Reportaje/fotos: Griselda San Martín

Los Ángeles Press.- Sentada en el área de mujeres de la mezquita de Playas de Tijuana se encuentra Patricia Villarreal, mexicana residente en California y hasta hace un año escaso, testigo de Jehová.
Desde hace unos meses está estudiando para convertirse al Islam, la religión que profesa su hija desde hace más de una década y algo que durante muchos años no pudo entender ni aceptar.
“Cuando empezó a vestirse asi toda la familia nos quedamos en shock,” explicó. “Y cuando fue lo del 11 de septiembre yo estaba muy enojada porque andaba por ahi asi vestida y también traía a mi nieta con el hijab. Yo tenía miedo.”

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Shayla Garcia y su hija Suhayla durante la oración en la mezquita Omar, en Playas de Tijuana / Foto: Griselda San Martin
El sábado 26 de marzo, musulmanes de ambos lados de la frontera se reunieron en la mezquita Omar en Playas de Tijuana en un evento mensual al que invitan a la comunidad no musulmana para convivir y mostrar la realidad de su religión y lo mucho que difiere de lo que se escucha constantemente en los medios de comunicación. Esta vez, como invitado especial, acudió Khalid Yasin, académico experto en Islam y orador muy mediático nacido en Nueva York.
“Aquí no toleramos que se hable de Jihad. Nosotros tratamos de ser mejores personas porque el Islam es una manera de vivir, no sólo una religión”, explicó Nagi Alaraj, administrador de la mezquita también conocida como Centro Islamico Masjid Omar y que se mantiene exclusivamente de donativos privados de musulmanes californianos.
Según Alaraj, la comunidad musulmana en Baja California es de aproximadamente unas 250 personas. La mayoría de los hombres son mexicanos y unos pocos oriundos de países musulmanes como Egipto, Marruecos, Yemen y Palestina. En el caso de las mujeres son casi en su totalidad mexicanas o americanas expatriadas en México y que han conocido el Islam a través del matrimonio, por amistad con otros musulmanes o por medio de las redes sociales.

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Juana Reza en la cocina de su amiga y vecina Irma Morales, que fue la que la introdujo al Islam / Foto: Griselda San Martin
Juana Reza tiene casi 80 años y se convirtió al Islam hace cinco después de que su amiga y vecina Irma Morales la invitara a una reunión.
“Antes del Islam visitamos también varias iglesias cristianas, pero no me gustó. Gritan mucho. Y lloran y piden dinero. Y también “se tumban” y se despiertan “hablando en lenguas,” explicó. “Del Islam me gusta todo. Hay pura gente buena. Son muy amables.”
Según recientes encuestas, entre 19 y 23 millones de mexicanos ya no son católicos
La religión católica enfrenta una grave crisis y en México continúa perdiendo fieles en favor de otras religiones cuya propuestas se acercan más a la realidad cotidiana del pueblo.
Como Juana, algunos se han acercado al Islam, que se ha convertido en una alternativa a un catolicismo que no les ofrece una propuesta convincente ni da respuesta a sus desasosiegos espirituales.
“Empezamos reuniéndonos en mi casa porque no había ningún otro lugar. Al principio éramos dos, y llegamos a ser 25. Ahí es cuando empezamos a buscar un local,” explicó Maryam Alvarez.

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Maryam empezó el Islam junto con Amina Rivera en la sala de estar de su casa en la localidad de Rosarito, a unos 20 kilómetros al sur de Tijuana, y en la actualidad es administradora de la Mezquita Al-Wajid, que abrirá sus puertas al público el próximo 27 de mayo. La construcción ha sido financiada y supervisada por la organización benéfica londinense Viva Islam, que también está edificando la primera casa hogar islámica en México.
“Ahorita lo que estamos buscando es un imam que hable español bien y pueda comunicarse con la gente, porque hay muchos hermanos y hermanas que no hablan inglés.”
Además de los limitantes del lenguaje, la comunidad musulmana en Baja California y en México, principalmente las mujeres, enfrentan otros retos mayores. Al igual que en muchos países de occidente, son víctimas de una creciente islamofobia y discriminación constante.

Fátima Castañeda con sus hijos Carlos y Nahomi en la sala de estar de su apartamento en Rosarito / Foto: Griselda San Martin
Fátima Castañeda se convirtió al Islam hace 4 años después de que su hijo mayor Sebastián falleciera sumiéndola en una profunda depresión. En esta religión encontró la paz que necesitaba. Pero ser musulmán en México no es tarea simple. A Fátima la han llamado hipócrita, talibana, terrorista y esclava sexual. La han corrido de restaurantes y de trabajos. Se han burlado de ella y le han deseado hasta la muerte. Su hija Nahomi tampoco lo tiene fácil. Nahomi tiene diez años y se convirtió al Islam al mismo tiempo que su madre. Al principio quiso llevar el hijab a la escuela y con lo que se encontró fue con el rechazo por parte de compañeros y maestros. Ahora solo se lo pone para ir a la mezquita los viernes en Rosarito y los sábados en Playas de Tijuana.
La aceptación de la familia también supone un desafío para muchos nuevos conversos
“Todavía no se lo he contado a mis padres. Ellos son muy católicos y no se como se lo vayan a tomar,” explicó Leslie Orozco, que se convirtió hace apenas dos meses. Leslie conoció el islam a través de unos amigos y empezó a investigar sobre la religión. “Lo que me atrajo del Islam es que hay muchos valores, mucho respeto y eso es algo que se ha olvidado en otras religiones.”
Wanda Velazquez viene periódicamente desde Los Ángeles para apoyar a la comunidad musulmana latina. Wanda nació en Puerto Rico y creció en San Diego, convirtiéndose al Islam cuando tenía 15 años. El último sábado de cada mes llega con la camioneta llena de panfletos educativos en español, donativos de ropa, pañuelos y tapetes para orar que reparte entre los adeptos que acuden al convivio.

La señora Alejandra Fuentes no se levanta de su silla mientras dura el sermón ni durante la oración. Tiene 79 años y no sabe leer ni escribir. Nunca fue a la escuela. Nunca aprendió inglés ni mucho menos árabe. Pero desde hace dos años acude a los servicios los viernes y los sábados y pone mucha atención a las enseñanzas.
“Pongo cuidado pero se me olvida. Soy muy mayor. Se me esta secando el seso”.
Cuando termina el evento la hermana Fátima acompaña a la señora Alejandra hasta la puerta de su humilde casita en Rosarito, junto a un basurero, donde vive con uno de sus hijos. Fátima y la pequeña Nahomi se despiden hasta el viernes que viene.

“Inshallah”, les contesta.
Fatima Castañeda y su hija Naomi, de 10 años, en su apartamento en Rosarito.
Maria de Lourdes Esquer, que cumplió 70 años el mes pasado, en el cuarto que renta por 600 pesos al mes, (aproximadamente 35 dólares).
Fátima Castañeda sirve un vaso de agua a la hermana Alejandra en un convivio realizado en la mezquita Omar, en Playas de Tijuana.
Ana Fer Garcia, de 5 años, en un convivio realizado en la mezquita Omar, en Playas de Tijuana. La madre de Ana Fer acudió al convivio con sus dos hijas para conocer más sobre la religión. Todavía no se han convertido.