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Río Doce.- El Vocho blanco se estacionó en una tienda de conveniencia, sobre la calle Francisco I. Madero, al poniente de Los Mochis.

De él descendió un joven. Compró algunas cosas y lo abordó de nuevo. Sentado tras el volante esperó a encender el compacto.
Justo a un costado se estacionó otro coche. El copiloto descendió y dispararon dos ráfagas de AK-47, Cuerno de chivo, matando al del Vocho.

En ese instante, a dos cuadras de ahí, sobre la calle Heriberto Valdez, desde el poniente, un convoy de policías ministeriales transitaba a baja velocidad. Cruzó el bulevar Río de Las Cañas y se replegó a su base, pese a que escucharon los rafagazos no se inmutaron y permanecieron dentro por espacio de 40 minutos. Cuando los asesinos escaparon, ellos retomaron sus recorridos.

Mientras en la tienda, Jesús Ortiz Carrillo, de 35 años de edad, desempleado, era bajado del Vocho y subido a una carroza. Él fue la quinta víctima de una nueva estela de sangre.

Esa ola de muerte había comenzado con la doble ejecución de Pablo Domínguez Elguezabal y Sergio Romero Espinoza, en el estacionamiento de una tienda departamental. Ambos murieron a balazos, mientras esperaban a alguna persona que los citó ahí. Informes de agentes federales indican que uno de los dos muertos era investigado por venta de drogas.

Por la noche, cuatro sujetos eran baleados desde un auto en marcha. Cuando recibía atención médica, julio Cesar Escoboza Berúmen, de 42 años fallecía en el Hospital General.

Al día siguiente, el peluquero Horacio Ramírez Jiménez, de 45 años, y residente de la colonia Texas, era asesinado en un taller de carrocería, que estaba frente a su casa. Las investigaciones indican que su muerte pudo ser un error, porque el real objetivo pudo ser el mecánico, puesto que éste ya había sido procesado por venta de drogas.

Al mismo tiempo, en el centro de la ciudad, el piloto aviador, Jesús Enrique Ibarra Patiño, el Cachuy, era ejecutado a balazos con Cuerno de chivo. Un comando pretendió privarlo de la libertad junto con uno de sus dos hijos cuates. Él corrió y en esa acción su vástago fue dejado en libertad, pero le costó la vida. Al piloto se le relaciona con Reyes Castro Molina, el Rey, un empresario camionero, ganadero y agricultor que fue “cazado” en un rancho de Ciudad Obregón, Sonora, señala una investigación ministerial.

Al día siguiente, Fidencio Bejarano Caraveo, de 30 años de edad, fue masacrado a unas cuadras de su casa, sobre el bulevar Pedro Anaya. Ahí tampoco hubo policía, pese a que esa calle es corredor de policías y tránsitos que cazan a infractores. Los investigadores analizan si Fidencio tenía lazo sanguíneo con Mario Bejarano, uno de los líderes del Triángulo Dorado, ya fallecido en tiroteo recientes.

Esa misma noche, apareció el cadáver del licenciado, Saúl Rodríguez Varela, tras permanecer tres días en cautiverio. Éste además de ser abogado del ingenio Mochis, era asesor jurídico de la Alianza de Transportadores Urbanos y Suburbanos de Los Mochis. Llevaba los casos de cuatro familiares desaparecidos de dos socios de la organización: Abel Atondo Chang, presidente y otro conocido como el Búho, transportista.

La ola de sangre continuó con la ejecución del mecánico Irving Alexis Estrada Álvarez, de 28 años de edad y quien vivía en la casa de en donde fue rematado, Virrey Melchor Portocarrero y Virrey Juan De O’Donojú, al poniente de la ciudad.

Tras unos días de calma, la ola de asesinatos continuó, cerrando el fin de semana con la ejecución del Dionicio Portillo Gil, de 30 años de edad y residente de calle Ocho y Nahuila, en Juan José Ríos. Un equipo de sicarios lo cazó mientras rastreaba un terreno en el predio El Platanito, en Concheros.

Gerardo Amarillas Gastélum, comandante de la Policía Municipal, afirmó que las ejecuciones se deben a una reacomodo de narcomenudistas, porque todos los fallecidos tenían antecedentes de arrestos o investigaciones en pie sobre venta de diversas drogas. “Investigamos cada caso, checamos antecedentes y eso nos resultó. Otros tenían lazos familiares, compadres o de negocios con personajes relaciones en procesos federales”.

Afirmó que en las investigaciones y cruces de datos con otras corporaciones no se ha establecido qué grupo desplaza a cuál, o si uno está matando a sus propios miembros, por brincarse a bando contrario.

“No hay nombres. Sabemos que Los Mazatlecos ya no existen, pero no tenemos claro quién los suplieron”.

De cualquier modo, afirmó, la policía ha recibido instrucción de atacar a quienes están matando a las personas, sea del grupo que fuese, y de detener a todo delincuente.

“No hay complicidades ni permisos para actuar con inmunidad”, afirmó.

Y la prueba de ello, fueron las detenciones de tres sujetos, José Leobardo Ramírez Hernández, de 23 años, de Culiacán, Martín Llamas Durán y, José de Jesús Ramírez Durán, de 23 y 24 años, respectivamente, con domicilios en Navolato, Sinaloa. A estos les encontraron seis armas largas tipo AK-47, dos pistolas, un par de granadas de fragmentación, 600 cartuchos útiles, 25 cargadores para arma larga, dos chalecos tácticos, dos chalecos blindados y un auto Volkswagen, línea Bora, modelo 2010, robado aquí.

Cuatro de los fusiles los llevaban en sus manos, y tenían mochilas con ropas, por lo que se presume que estos acababan de llegar a la ciudad y llevaban prendas para cambiarse en el auto. Estos pretendieron engañar a los policías cambiándose de identidad, y en todo momento se negaron a revelar a qué célula o cartel trabajaban.
Informes militares establecen que lo grave de la situación es la importación de pistoleros de otros municipios con mayores problemas de delincuencia organizada que Ahome.

El alcalde, Zenén Xóchihua, pidió calma a la población y consideró la ola de ejecuciones como un brote. Además, ofreció que el resultado en seguridad pública mejorará con la iluminación pública de leds y con la puesta en operación de muchas cámaras, además de la versión municipal del Centro de Comunicaciones.

Martín López Félix, presidente de la Asociación de Abogados “Roberto Pérez Jacobo” y firme aspirante a la Federación de Abogados de Sinaloa, por su posicionamiento antigobiernista, coincidió con Gerardo Amarillas sobre el origen de la matanza: sí es por el control de las drogas, pues hay evidencia de ello.

Sin embargo, discrepó en torno a los autores:
“El grupo que está operando es de policías, o de ex policías, bajo un mando criminal. Tienen la complicidad de todas las corporaciones, porque perpetran las matanzas y huyen. Hoy no son tan burdos como en los tiempos de Jesús Carrasco Ruiz, que se utilizaban las mismas patrullas para levantar y matar a las personas, sino un poco más cuidadosos pues usan unidades particulares. Pero de que los asesinos tienen adiestramiento y complicidad policial, la tienen. Y no sólo esa complicidad los protege, sino también la felonía gubernamental, pues ni Zenén ni Malova actúan con firmeza. Son participes de la misma matanza. Sus manos e investiduras están manchadas de sangre”.

El Fuerte, bajo la guadaña
La zona poniente de El Fuerte, desde la sindicatura de Mochicahui, que es limítrofe con Ahome, pasando por Charay y San Blas, se encuentran bajo el yugo de la guadaña.

Y es que en es que no han en ellas poder que salve a los ciudadanos del ataque de los grupos armados.

El asesinato a sangre fría de la panadera de Cuesta Blanca, Elsa Cota García, de 41 años indignó a una amodorrada sociedad, que no protestó. Ella fue asesinada a balazos de rifle automático.

A este asesinato antecedieron homicidios de hombres en las sindicaturas de Mochicahui y Charay. Hasta el momento, ninguno aclarado.

Incluso, al homicidio de la mujer precedió la privación de la libertad de un policía preventivo comisionado en Charay, pero radicado en Ahome. Se trata de Sixto Gaxiola Quintero, de 34 años de edad. Este desapareció el lunes, después de vigilar los festejos patrios.

En las fechas recientes, la privación de la libertad de diversas personas se han generalizo.

El alcalde, José Eleazar Rubio Ayala reconoció un incremento en la actividad delictiva, asesinatos y privaciones de la libertad, y ofreció gestiones gubernamentales para enfrentarla.

“Se hace lo que se puede con la fuerza que se tiene. Ya le pedimos apoyo al Gobierno del Estado y nos lo enviaron, pero la mala cosa continúa”.

El alcalde comentó que la ola de violencia no ahuyenta al turismo, pero aquí, la población tiene miedo.

Choix, pérdida de libertades
En la parte alta de Choix, las libertades y el derecho a la vida tranquila se perdieron. Y es que enfrentados por una guerra de dos bandos, poblados completos son arrasados y sus moradores exterminados. La muerte y el miedo gobiernan esa zona. El ataque más reciente fue en Tacopaco y el León de la Presa, el lunes 16 de septiembre. Ambos son poblados mayoritariamente indígenas a los que se llega por panga atravesando en vaso de la presa “Luis Donaldo Colosio”, Huites.

Ahí, el lunes, una casa fue quemada hasta los horcones, y una lancha fue incendiada por un grupo de hombres armados que llegaron disparando a diestra y siniestra para llevarse a Saúl Salmerón, que aún no aparece.

El ataque fue en venganza por la quema de casas y camionetas en El Corral Quemado perpetradas una semana antes.

El recuento de daños de septiembre, según la Procuraduría General de Justicia del Estado es de 17 casas quemadas, 4 vehículos incendiados y una panga, y el desalojo de más de 130 personas.

El alcalde, Juan Carlos Estrada Vega, insiste en que un batallón militar en lo alto de la sierra controlaría la situación. Pero nadie le hace caso.

La muerte cabalga de nuevo
La tercia de gatilleros llegó hasta el negocio de hotdogs Carvallo, en el fraccionamiento Juan Cota, en Los Mochis, la noche del jueves.

Se dirigieron a unos de los trabajadores y le preguntaron por su nombre.

“Juan Carlos Nieblas López”, respondió este.

En respuesta, los sujetos lo mataron a sangre fría. Y escaparon del lugar.

En su huida, la policía cerró el cerco que desde día antes había tendido para cazar asesinos.

En el chinchorro cayeron los matones del hotdoguero.

Buscaron atacar a los gendarmes, pero fueron masacrados. Quedaron muertos en el lugar.

Un fusil, dos pistolas y un auto Saturn champagne quedaron en el lugar.

Los tres gatilleros no han sido identificados.