A finales de los años 80 tropas de la novena zona militar enviadas desde Culiacán por quien entonces era el comandante, el general Jesús Gutiérrez Rebollo, llegaron a Guadalajara para detener a Manuel Salcido Uzeta “el Cochiloco”, quien departía en una fiesta junto a otros capos como Félix Gallardo, quien era custodiado por militares de la 15 zona que entonces comandaba el general Vinicio Santoyo Feria. El choque entre los militares que lo defendían y quienes iban por su socio, es una de varias revelaciones que el reportero J. Jesús Esquivel hace en su libro “La CIA, Camarena y Caro Quintero. La historia secreta”, que empezó a circular por estos días. Es un episodio más en la historia de la guerra contra el narco donde dos jefes militares, hoy fallecidos, actuaban con intereses distintos.
México, 17 de septiembre.- Héctor Berrellez tenía un pedazo de asfalto con una bala incrustada a manera de trofeo sobre su escritorio. Decía que era recuerdo de un enfrentamiento donde murió un narco de Sinaloa que lo buscaba para asesinarlo. El antiguo jefe de la “Operación Leyenda” lanzada por la DEA a finales de los años 80, para aclarar el asesinato de uno de sus hombre, Enrique “Kiki” Camarena Salazar, fue uno de los primeros indignados con la liberación de Rafael Caro Quintero, ocurrida en agosto del 2013, y a quien se acusó de ser el autor del homicidio. Cuando el corresponsal en Washington de la revista Proceso, J. Jesús Esquivel comenzó a publicar una serie de reportajes sobre el tema, le contó que mientras estuvo en México participó en varias operaciones donde ocurrió de todo. Incluso, un enfrentamiento a mediados de 1988 entre tropas de la novena zona militar de Culiacán, que entonces comandaba el general Jesús Gutiérrez Rebollo, y soldados de la 15 zona que encabezaba el general Vinicio Santoyo Feria, quien durante aquel sexenio había sido brazo derecho del secretario de la Defensa Juan Arévalo Gardoqui, en su papel de jefe de Estado Mayor, y después como jefe de la comandancia militar de Guadalajara, Jalisco.
Berrellez tenía aquel pedazo de asfalto en su oficina de California donde recibió en varias ocasiones a Esquivel. Durante sus charlas le contó que tenía muy buena relación con el general Gutiérrez Rebollo, ya que en aquel 1988 ya había sido agente de la DEA en Puerto Vallarta. Su relación personal con el comandante militar en Sinaloa era de amistad y confianza, decía. “Yo no puedo meter las manos al fuego por nadie, pero también nos ayudaba mucho Gutiérrez Rebollo”, recuerda Esquivel que le dijo el hoy agente retirado.
Por aquel entonces Gutiérrez Rebollo estaba molesto y muy lastimado porque un grupo de pistoleros de Manuel Salcido Uzeta, conocido como “el Cochiloco”, habían asesinado en la carretera que va de Mazatlán a El Rosario al mayor Lorenzo Gorostiza Castro, su compadre, quien en otro tiempo había sido director de la Policía Judicial del estado. Berrellez relató al corresponsal que el general Gutiérrez Rebollo lo mandó citar en Mazatlán en las instalaciones de la zona militar. “Me pidió un favor: que le pusiera al Cochiloco”.
La DEA tenía gente infiltrada con los capos Manuel Salcido y Miguel Ángel Félix Gallardo quienes junto a Ernesto Fonseca Carrillo, Rafael Caro Quintero y Juan José Esparragoza Moreno, formaban la cúpula de la organización de tráfico de drogas que desde finales de los años 70 había hecho de Guadalajara su centro de operaciones.
La historia que contó Berrellez al reportero Esquivel se encuentra en su libro “La CIA, Camarena y Caro Quintero. La historia secreta”, que recién comenzó a circular este mes de septiembre en librerías. Se trata de uno de los mayores eventos en la guerra del ejército mexicano contra el narco, donde dos distinguidos jefes militares de la época, ambos muy apreciados por el general Arévalo Gardoqui, se enfrentaron por causas que tiempo después generarían sospechas sobre hasta dónde el narcotráfico se infiltró en el ejército en aquel momento.
Berrellez relató que el plan fue citar a Salcido en Mazatlán, el puerto sinaloense considerado uno de sus bastiones, donde le dijeron que le pasarían una información. Un infiltrado hizo contacto el capo quien se negó a viajar, prefirió que el encuentro se realizara en Guadalajara y acordaron que se haría en el hotel Plaza del Sol. Para el operativo en la capital tapatía, el general Gutiérrez Rebollo mandó un grupo de militares que iban al mando del entonces teniente Horacio Montenegro. El oficial no ocultó sus temores, le comentó al comandante de la novena zona que si el general Vinicio Santoyo se enteraba que militares ajenos a su zona estaban operando en Jalisco, el caso se iba a poner peor. “Que te valga madre, tú ve y rómpele su madre”, le contestó el general a Montenegro”, escribió Esquivel.
El día y la hora de la cita acordada Salcido no llegó, mando un representante quien dijo ser también portavoz del capo Félix Gallardo. El enviado de apellido Morales solicitó al infiltrado, quien llevaba micrófonos en la ropa, que le diera la información pues “el Cochiloco” se encontraba en una fiesta en la casona de los Pinos, donde solían reunirse los mandos de la organización. Cuando se percataron que Salcido no iría, el teniente Montenegro le pidió a Berrellez que detuvieran al enviado para interrogarlo sobre lo que pasaba en esa reunión. El autor escribió que los militares que llegaron de Sinaloa estaban muy nerviosos porque tenían información de que el general Vinicio protegía a Félix Gallardo. “Tenían miedo de que se diera un enfrentamiento de militares contra militares”.
Detuvieron a aquel individuo quien en principio se negó a darles información a los enviados del general Gutiérrez Rebollo. Tras un severo interrogatorio, el tipo habló, les dijo que Félix Gallardo, “don Neto” Fonseca Carrillo y “el Cochiloco” estaban reunidos en la casona de los Pinos.
Cuando los enviados de Gutiérrez Rebollo se dirigieron al lugar, pasaron por Plaza del Sol, entonces el teniente Montenegro le dijo a Berrellez que se quedara, que la cosa “se pondría muy fea”, y que era mejor que aguardaran a que el operativo finalizara.
“En los Pinos hubo una gran balacera. Se enfrentaron militares de Gutiérrez Rebollo con militares de Santoyo Feria y con la gente de Félix Gallardo y el Cochiloco. El reporte que nos dieron los militares a la DEA fue que el Cochiloco y Félix Gallardo se habían escapado. En la refriega en los Pinos estuvieron el Chapo, el Mayo, el Güero Palma y otros pistoleros. Cayó el Cuquío quien era jefe de seguridad de Félix Gallardo”, escribió Esquivel.
Tiempo después Berrellez se enteraría por voz de un militar que estuvo en aquella refriega, que el general Vinicio detuvo en los Pinos al “Cochiloco” y a Félix Gallardo. El testimonio de aquella doble captura y liberación se dio también años más tarde ante un juez federal de California. El militar como informante de la DEA declaró que el general Santoyo Feria llevó a los dos detenidos a la secretaría de la Defensa Nacional, donde mediante el pago de 5 millones de dólares cada uno, los militares los dejaron ir.
Al año siguiente Félix Gallardo sería detenido por su compadre, el comandante de la Policía Judicial Federal, Guillermo González Calderoni. Y en enero de 1991 Manuel Salcido caería abatido por múltiples heridas de bala en un ataque en su contra en una céntrica avenida de Guadalajara.
La CIA como precursora del tráfico de drogas
Esquivel cuenta en entrevista que la idea del libro surgió porque Héctor Berrellez, que guarda un tesoro testimonial y documental sobre la “Operación Leyenda”, lo contactó a raíz de la liberación de Rafael Caro Quintero, y le dijo que faltaba alguna información sobre la historia de febrero de 1985, cuando se dio la muerte de Enrique Camarena, y que tras la liberación del capo había escrito para la revista Proceso. Comenzaron a revisar documentos, y Esquivel se percata que hay mucho material que se puede publicar, y por cuestiones de espacio no precisamente en la revista, entonces surgió la idea del libro.
“Se trataba de revelar con más detalle la participación de la CIA en el trasiego de drogas en México en los años 80, con tal de financiar a la Contra nicaragüense con armas a través del mismo cartel de Guadalajara, que los ayudaba a cruzarlas por la frontera norte, y que usaran al cartel de Guadalajara como chivo expiatorio para cubrir la participación de la CIA en el secuestro, tortura y asesinato de Camarena”, comenta.
Esquivel explica que tras su investigación, quedó claro que la participación de la CIA fue fundamental como principal impulsora, para que la organización de Guadalajara empezara a traficar los cientos de toneladas de cocaína como lo hicieron en esos años. Incluso, de acuerdo a investigaciones de “Operación Leyenda”, documentos clasificados, y las declaraciones de uno de los pilotos contratados por la CIA, el cartel de Guadalajara utilizó esos mismos aviones donde traían armas para meter cocaína a los Estados Unidos. Eran los primeros años de la década de los 80 cuando empezaba la relación de los mexicanos con los carteles colombianos a través de Juan José Esparragoza Moreno, “el Azul”, quien era el contacto de la organización asentada en Guadalajara. La CIA facilitó que los aviones con droga aterrizaran en bases militares estadounidenses y evitar cualquier contratiempo. El personaje clave de la Agencia Central de Inteligencia era Félix Rodríguez, un cubano sobre quien el autor reúne testimonios en su libro de su participación en el interrogatorio a Camarena cuando fue secuestrado por órdenes de Caro Quintero y de “don Neto”.
“A Camarena no se le iba a matar, la intención era interrogarlo, precisamente para detener cualquier fuga de información a Washington que revelara la mano de la CIA en el tráfico de drogas y en el tráfico ilegal de armas hacia Nicaragua. Lo que descubrió ‘Kiki’ Camarena fue la participación de la CIA. Berrellez supervisor de Operación Leyenda y encargado de investigar el homicidio, dice que Camarena no tuvo nada que ver con el rancho el Búfalo, (incautado en noviembre de 1984 en Chihuahua donde se decomisaron más de dos mil 500 toneladas de mariguana), pues era un agente más. Entonces se pacta levantar a Camarena con la CIA, con Félix Rodríguez, quien era el representante de la CIA en ese momento en su relación con los carteles, para interrogarlo para saber hasta dónde había informado a Washington del papel de la CIA. Lo que ocurre es que cuando lo llevan a la casa de Lope de Vega, en Guadalajara, Caro Quintero que estaba drogado, según testigos protegidos, le asigna a uno de sus sicarios más sanguinarios, el Güerón, quien le da una calentada al agente de la DEA. Y como también estaba drogado, lo reventaron, empezó a brincarle en las costillas y lo reventaron, lo golpearon muy feo. Cuando llega Ernesto Fonseca Carrillo a la casa de Lope de Vega se da cuenta de que ya no hay manera de salvarlo, él si entiende la magnitud del problema que se habían echado encima, por eso tiene el enfrentamiento verbal con Caro Quintero en esa casa, incluso lo abofetea y es cuando traen al doctor Humberto Álvarez Machaín para ver si lo puede revivir. Esa versión de que lo estuvo reanimando para que aguantara mas tortura, no fue cierto, se dieron cuenta que ya Camarena no iba a vivir por la golpiza que le dio el Güerón”.
Berrellez, quien ha escuchado las grabaciones que existen sobre aquel interrogatorio, y los testigos protegidos con los que Esquivel habló para su libro, le aseguraron que Félix Rodríguez estuvo en el interrogatorio. Y una de las preguntas más frecuentes del cubano-americano era con quién había hablado Camarena en Washington. En esos años la Guerra Fría estaba en su apogeo, y los verdaderos intereses de Washington eran detener la influencia soviética en la región y no parar el narcotráfico, dice Esquivel. “El narcotráfico tomó otra dimensión a partir de que la DEA empezó a investigar los lazos que tenía el cartel de Guadalajara con el poder y descubre esa gran maraña de corrupción que tenían al servicio a militares de alto rango, políticos y no se diga funcionarios del estado de Jalisco”.
La trama oculta que queda al descubierto, dice el autor, es el trasiego de drogas como un asunto colateral, que le daba ganancias al cartel de Guadalajara y le daba ganancias a la propia CIA para sus intereses en Centroamérica. Lo único que le interesaba a la CIA era que las armas que metían por la frontera norte a México llegaran a la Contra en Nicaragua, y que además los narcos les permitieran utilizar sus propiedades como aquel rancho en Veracruz, donde se entrenaban guerrilleros de la Contra de manera clandestina a través de Félix Rodríguez.
Juan Veledíaz
@velediaz424