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El testimonio de Maurice Caillet plasmado en el libro Yo fui Masón, ha dado la vuelta al mundo en diez idiomas

Médico agnóstico, se inició en el círculo masón Gran Oriente de Francia disfrutando de las mieles de la fraternidad y ayuda mutua entre sus miembros; hasta que comprobó que esa “fraternidad” estaba por encima de la justicia (según denuncia en su libro) y empezó a ser incómodo para la sociedad secreta. Al final del camino, dice, le esperaba la Santísima Virgen en Lourdes.

Un poco de historia

El año 2013 un escándalo asoló a los fieles católicos en Francia cuando Pascal Vesin, entonces párroco de Megève (diócesis de Annecy, en la Alta Saboya, cerca de Suiza) declaró su pertenecia a la masonería, por lo que sería posteriormente excomulgado tras negarse a dejar esa organización.

Comentando el hecho y estableciendo confusión en algunos, José Gulino, masón, Gran Maestre del Gran Oriente de Francia, atribuyéndose hablar en nombre del excomulgado señaló que la decisión de la Iglesia era “un retorno al oscurantismo que ya no tiene razón de ser en la República”: “Deseo que la Iglesia evolucione. Se puede ser sacerdote y masón. No comprender esto supone volver a la Edad Media”.

Para aclarar las cosas y poner luz, mostrando el abismo entre masonería y cristianismo, habla en entrevista concedida a Religión en Libertad el ex masón Caillet. Nada más iniciar el diálogo con el periodista Carmelo López-Arias puntualiza: “Como antiguo francmasón del Gran Oriente de Francia durante quince años y convertido repentinamente en Lourdes, estoy sorprendido e indignado de que un sacerdote católico haya podido adherirse a la misma obediencia que yo”.

¿Por qué esa indignación?

Es una prueba de desobediencia, porque él no podía ignorar la decisión de la Congregación para la Doctrina de la Fe de noviembre de 1983 que priva de la Santa Comunión a los católicos que se adhieran a a masonería

¿Se trata sólo de una cuestión disciplinar?

Es su fuero interno, es absurdo y filosóficamente contradictorio conciliar la fe católica y la filosofía masónica

¿Qué las separa?

El cristianismo anuncia la verdad, Jesús, verdadero hombre y verdadero Dios, muerto y resucitado por nuestros pecados. La masonería especulativa fundada en 1717 a instancias del hereje Newton reposa sobre mitos y fábulas como el de Hiram, niega todo fenómeno sobrenatural y predica el relativismo.

Pero no se presenta así…

Sus doctrinas son secretas y reservadas a los iniciados, que se sitúan orgullosamente por encima de los profanos. Pretenden revelar a los iniciados una sedicente “Tradición Primordial” anterior al cristianismo, para llevarles “la Luz”. Es, por tanto, una organización elitista, mientras que Jesús se dirige a todos, pero sobre todo a los humildes y a los pequeños.

¿Creen en Dios los masones?

Algunos masones de algunas obediencias admiten la existencia de un Gran Arquitecto del Universo, creador impersonal del cosmos, pero no reconocen a Jesús como Dios.

¿Y en el más allá?

Los masones creen que después de la muerte pasan al Oriente Eterno, pero no tienen esperanza alguna en el Paraíso. Ni tienen en cuenta la gracia de Dios ni esperan nada de Dios.

¿Por qué combaten a la Iglesia?

Oficialmente exhiben una tolerancia hacia todas las religiones, pero en realidad persiguen la destrucción del Papado y la abolición de los principios de la moral judeocristiana. En todas esas batallas actuales se les ve en la posición antitética a la católica…

Predican el hedonismo, es decir, la satisfacción de todos los deseos y todos los placeres. Por esto están en el origen de leyes sobre la anticoncepción, el aborto, el divorcio, el matrimonio homosexual, la eutanasia, la despenalización de las drogas llamadas “blandas”…

¿Y su lema: libertad, igualdad, fraternidad?

Todos sus principios son desviados en verdad: es la libertad sin límite, la desigualdad entre iniciados y profanos y entre los treinta y tres grados bien diferenciados, y la fraternidad… pero entre masones, ¡incluso con riesgo para su vida!

¿Hay culto demoniaco?

En los grados altos se rinde culto a Lucifer. Pero desde los primeros grados un católico, y con mayor razón un sacerdote, debería reconocer las parodias de la religión y la práctica de ritos animistas.

¿Cómo explicar entonces el caso de Pascal Vesin u otros?

Sólo la candidez o la ambición pueden cegar a quienes entran en el círculo cerrado de los iniciados. El único beneficio es la ayuda incondicional entre “hermanos” y tener a tu disposición una buena agenda de direcciones. Pero a cambio… ¡se pierde el alma!

Al finalizar, Maurice Caillet pide que recemos por Pascal Vesin y todos los que como él podrían perder el rumbo. Para alentar la esperanza cierra diciendo… “Un sacerdote es tan falible como un fiel, pero… nada es imposible para Dios. ¡Yo soy la prueba!”.

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Fuente: portaluz.org