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El tiempo ha tenido un efecto demoledor en el microclima de Los Pinos. Hace dos meses Enrique Peña Nieto puso la meta de llegar a los 28 puntos que logró Roberto Madrazo en su derrota contra Felipe Calderón. Aurelio Nuño hablaba campante de 20 millones de votos.

Pero como diría el economista Paul Krugman, vivimos en un mundo de expectativas deprimidas y ese es el ánimo que ha llegado a la cúpula. Las metas se van ajustando a medida que la campaña avanza: ahora se pelea por 15 millones de votos, algo que el propio René Juárez dice sin titubear.

El último capitulo de este notorio descenso, de esta debacle visible hace semanas, fue en la noche de ayer martes, cuando el Presidente debió escuchar el relato de la reunión de los hombres más ricos del país con Andrés Manuel López Orador.

Como se esperaba, Claudio X. González tuvo un rol central durante algunos minutos hablando de la corrupción que “consume al Estado”. Giros del destino: ¿Quién hubiera imaginado hace algunos meses que el magnate usaría su encono con Peña Nieto para quedar bien con el tabasqueño?

Cerca de la medianoche, acompañado por el jefe de asesores Carlos Pérez Verdía y unos pocos asistentes, el Presidente comenzó a diseñar el equipo para la transición ya con la idea de que ese giro de la historia va a hacia Morena.

Dos nombres figuran entre los primeros de la lista. Uno es José Antonio González Anaya, Secretario de Hacienda y figura de confianza para el empresariado. El funcionario tiene una visión macro del país, de las reformas estructurales y de la energía, dado que sigue controlando los destinos de Pemex.

El segundo sería Alfonso Navarrete Prida, jefe de la Segob que ya se ha reunido con algunas figuras de Morena en buenos términos. Se podrían sumar a esa short list Vidal Soberón, Claudia Ruiz Massieu, José Narro y algunos subsecretarios.

Esa baraja de nombres deja tres conclusiones. La primera es que no se menciona a Luis Videgaray, lo cual reforzaría el dato de un distanciamiento entre el canciller y el Presidente. El arquitecto de las reformas no estaría en la mesa donde se negociará el país que viene. Elocuente, como mínimo.

La segunda es que no habría nadie de Atlacomulco puro. Ningún compadre ni amigo cercano. Como si Peña Nieto tuviera muy claro que lo que se discutirá en esa mesa será la matriz, la estructura misma de México, y no sólo política partidaria.

El tercer giro es que no hay nadie de la campaña. El comando que tiene más de 30 personas dentro, muchos especialistas en diversos temas, no tendría acceso a esa nueva fase, en principio para evitar que se mezclen algunas esquirlas de la campaña. (Fuente: la política Online).