0 4 min 7 años

Sergio Saldaña Zorrilla/Los Ángeles Press

Si hoy en día el crimen organizado es tan fuerte en México, parte de la responsabilidad la tienen políticos y autoridades electorales corruptas en complicidad con electores miserables. Inicio por compartirles un diálogo reciente que sostuve con un indígena tzotzil de una comunidad del municipio de Ocozocoautla, Chiapas.

Él, como la mayoría de habitantes de su comunidad, recibe beneficios en efectivo y en especie de, al menos, ocho programas gubernamentales en materia de desarrollo social, agricultura, ganadería y medio ambiente; dispone de casa propia, ganado, parcelas con diversos cultivos y camioneta, entre otros activos que me dan la impresión de que se encuentra por encima de la línea de pobreza:

– Tzotzil: va a estar bueno el 2018. Harta paga van dar para votar. El año pasado vinieron y de casa en casa nos daban 100 pesos de parte de un candidato, luego vinieron otros que nos daban que 200 o 100 pesos también. Luego vino la gente de Chambé que nos dio 500 pesos a cada casa y pues por ese votamos. Se supo ganar nuestro voto, pues.

– Sergio: ¿Se “supo ganar” su voto porque fue el que más dinero les dio?

– Tzotzil: Sí pues.

– Sergio: ¿Entonces para 2018 acá ganará quien más dinero regale?

– Tzotzil: (con alegría en el rostro) ¡Sí pues!

Ser pobre y ser miserable son dos cosas muy distintas. Ser pobre es carecer de los recursos para satisfacer las necesidades humanas básicas (alimentación, vivienda digna, salud y educación, principalmente). Ser miserable, en cambio, es estar dispuesto a rebajar la dignidad propia a cambio de unos centavos más. Existen miserables pobres y ricos, miserables ignorantes y doctos, miserables de primer y tercer mundo, miserables güeros y morenos.

Los electores miserables ejercen una presión creciente sobre los candidatos para que estos consigan cada vez más dinero para comprarles su voto. La consecuencia de esa presión está elevando el precio de las candidaturas. Los candidatos, miserables y corruptos también, recurren entonces al desvío de recursos públicos, al fraude, a la extorsión y hasta al lavado de dinero del crimen organizado en su desesperado afán de comprar el voto de los miserables. Éste es entonces un círculo vicioso de miseria, compra del voto, corrupción, crimen organizado y más miseria.

Para romper el círculo vicioso miseria-compra del voto debemos establecer un sistema de denuncias comunitarias, con severas penas que incluyan tres años de prisión a quienes  compren el voto, ya sea insinuando u otorgando regalos a los electores. Por su parte, a los electores que vendan su voto se les debe cancelar por diez años la validez de su credencial de elector, así como imponérseles una multa de mil pesos, so pena de pasar tres meses en prisión.

Aunque a la gente más ignorante la compra del voto suela incluso parecerle pícaro y hasta divertido, es en realidad un acto criminal. Si un candidato recibió de un capo del crimen organizado el financiamiento para la compra de votos (y de autoridades electorales), una vez en el poder, su gobierno servirá para devolver el favor a estos criminales en forma de impunidad y más corrupción, de la que los mismos electores miserables se convierten en víctimas habituales. Así es como gran parte de los gobernantes y legisladores de este país llegaron a convertirse en los sirvientes del crimen que hoy en día son.