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Por Leonidas Alfaro Bedolla/Rio Doce

Este domingo 28 de septiembre se cumplen 15 días de la entrada a tierras Cabeñas del huracán Odile que dejó, como ya es sabido, un verdadero desastre. Los helicópteros de la Armada de México, Teléfonos de México (TELMEX), Comisión Federal de Electricidad (CFE), que vuelan constantemente, dan un ambiente de guerra a este destino. Las instalaciones de postes y cables tirados por los suelos —según datos expresados por las mismas empresas, en un 90 a 95 por ciento— y los montones de basura, el enjambre de vehículos, obreros y gente diversa trabajando en las calles, corresponden a aquella imaginaria visión. Este derrumbe dejó a los 250 mil habitantes y los 30 mil turistas, datos aproximados de este municipio, sin comunicación con el resto del mundo. También nos quedamos sin agua y sin todos los servicios que dan “vida normal” a la población. Todo ello provocó el caos, que detonó en reacciones bárbaras como fue el saqueo y asaltos a comercios y casas habitación.

El odio y salvajismo manifiesto en tales acciones nos dejan mucho qué pensar como ciudadanos comunes y pacíficos que somos la mayoría; en principio nos dice que existe una tarea pendiente: dar atención a un buen núcleo de población que se siente dolida por la falta de justicia en rubros tan importantes como son los salarios.

El salario mínimo que aplican muchos empresarios, sobre todo los contratantes masivos, todos lo sabemos, no cumple con lo ordenado por la Constitución; refiere que debe alcanzar para alimento, vestido, escuela, fundamentalmente. Al no cumplirse tal anhelo, provoca hambre, miseria y más ignorancia. Algunos comentan que el llamado “asalariado” es flojo. Yo afirmó que con la miseria de sueldo que gana, solo le alcanza para mal comer; y una persona mal alimentada no puede tener fuerzas para trabajar.

Pero cuál es la razón de aquellos otros que llegaron en autos y camionetas, muchos de ellos de modelos recientes y las llenaron no nada más de comestibles, sino también de ropa, electrónicos diversos y hasta de refrigeradores, estufas y lavadoras. También cometieron robos de dinero y enseres importantes para las empresas asaltadas, por cierto, de las más afectadas fue Walmart, pero no se quedaron muy al margen Soriana, Comercial Mexicana, Chedrahui, Costco, Elektra.

El gerente de super mercados Ley salió para informar a la muchedumbre: Pueden llevarse todo lo comestible, por favor, de manera ordenada. No le hicieron caso, pero sí, los daños fueron menores. Coppel pudo bajar sus cortinas a tiempo y también pudo salvarse de la locura que suele envolver a las masas humanas, en situaciones como éstas, así sean de alto o bajo nivel cultural. Un psiquiatra tal vez pueda extenderse al respecto.

A estas alturas del comentario algunos dirán: Leonidas se ha desviado del tema. Pero no es así, lo que sucede que este huracán nos dio tal zarandeada, que nos pone a pensar en muchos detalles que como sociedad no hemos tomado en cuenta. Y la justicia, sobre todo la llamada social, tiene mucho que ver.

Pensando en los daños por zonas. ¿Cuáles fueron las más dañadas? Obvio: las colonias populares. Ahí si hubo inundaciones, casas derrumbadas y mucha gente que se quedó sin techo y sin nada. Y la respuesta es muy obvia también: son las zonas con menos atención social. De ahí nace también aquella famosa escena de —¿Quién mató al Comendador? —Fuente ovejuna, señor? Aquí queda encerrada esa reacción de la gente que se lanzó al asalto y la rapiña.

Por otra parte, quedó muy claro que el municipio de Los Cabos, en cuanto a seguridad social, es un Ayuntamiento pobre, endeble, que expone a su población por falta de equipo y personal capacitado. No tengo la información de con cuantos elementos cuenta el departamento de policía y tránsito, y ni tampoco de cuantas patrullas, lo que sí es cierto, es que no se les vio por ningún lado, de ahí que la mancha del saqueo y los asaltos se dieran con toda facilidad.

Protección civil ¿existe? Estoy ciego, o ellos se esconden; no los conozco.

La Cruz Roja y los Bomberos hicieron presencia y aunque también cuentan con poco equipo y en pésimas condiciones, al menos se dice que han cumplido con eficacia. El Instituto Mexicano del Seguro Social, a pesar de los daños que sufrieron en sus instalaciones, ha estado atendiendo los casos de emergencia y suministro de medicinas.

Las fuerzas armadas, tanto de La Marina como el Ejército, y no se diga la Fuerza Aérea, a su llegada impusieron el orden, la gente sintió la seguridad que ellos representan. Ayudaron para enviar a los turistas nacionales y extranjeros a sus lugares de origen, y han patrullado las calles, dando también servicio para controlar el tráfico de vehículos tanto en carreteras como en las calles de las ciudades, y por las noches, con sus impresionantes helicópteros complementan un patrullaje aéreo que impone seguridad.

Telmex, por ser una empresa privada, merece un comentario aparte, me olvidaré por ahora que esa empresa se la robó Carlos Salinas de Gortari al pueblo mexicano y la puso en manos de su testaferro Carlos Slim. Ahora sólo reconoceré que el señor Gerente de San José del Cabo, asistido por su personal, ha estado brindando atención gratuita y muy eficiente a todos aquellos que nos acercamos a solicitar una llamada o uso de internet para comunicarnos con nuestros parientes de otros lados; nos hicieron sentir su calidez humana. Desde aquí, gracias por eso.

Pemex. Una vez más, los dirigentes de esta empresa nos han mentido con eso de que Pemex es de los mexicanos. Permitieron que el robo que hacen los empresarios gasolineros en todo el país, vía bombas alteradas, también se diera a lo largo de estas dramáticas semanas que hemos vivido. Esto no me lo contó nadie, yo lo viví en la estación contigua al puente La Playita. Hice una sacrificada cola de 3.23 horas, bajo un sol de brazas quemantes que me dejaron más prieto que al tristemente célebre Negro Durazo; al llegar a la bomba, debidamente vigilada por dos policías municipales, pedí me llenaran mi bidón de 20 litros. Al final, la bomba marcó 24 litros, sí, estaban robando el 20%. Le hice ver al despachador y los policías la marca oficial de mi embase, pero me lanzaron una mirada como si yo fuera un demente. Al día siguiente mi rabieta estalló, cuando escuché por la radio a un señor de apellido Loya, quien dijo en expresión parecida ser el delegado de Pemex en el Estado: …Y en reconocimiento a los empresarios gasolineros de la entidad, Pemex ha decidido condonarles el pago del costo de toda la gasolina y diesel que han vendido en esta aciaga semana. Esto me retorció las tripas de coraje porque me confirma que en este país la justicia está lejana, y porque esta acción que el funcionario presentó como un acto de justicia, por donde le busque, es un descarado contubernio.

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Cosas veredes mi querido Sancho…
El mar está calmo, aparenta dormir, descansando después del estrujamiento, pero sabemos que está al acecho para conjuntarse con los vientos. Los árboles, palmeras, ceibas, lucen desgreñados y algunos hasta pelones. Los pájaros, iguanas, ardillas y hasta las hormigas, en su mayoría permanecen escondidos o de plano se los llevó el huracán, pero sabemos que al igual que la gente, se pondrán muy pronto en acción para rehabilitarse. Muestra de que la vida sigue.

Son muchas las historias que quedan pendientes, seguramente tú, amigo (a) lector (a), tienes algo que contar. ¡Hazlo! En serio, de algo sirve. Los maleantes siempre dirán que de nada sirve, pero los buenos de corazón y fe, que somos mayoría, sabemos que sí.

Minucias: Con las acciones del Ejército mexicano, Marina, Fuerza Aérea y CFE, que trabajan intensamente por toda la región, así como de Telmex, apoyados por el entusiasmo de los hoteleros empresarios en general, este destino turístico se levanta para seguir siendo el mejor. El héroe de esta película fue el ciudadano común, ese ser anónimo que detesta la violencia, que limpió su casa, barrió su calle, ayudó a sus vecinos y se organizó para formar las brigadas de vigilancia. Va por ellos, que por fortuna siguen siendo mayoría.