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Río Doce.- Ariel Carbajal Gutiérrez no encontró cómo librarse de la tortura que los infantes de marina le propinaban para que revelara claves y nombres de sus cómplices del Cártel de Guasave.

Había sido desnudado en pleno monte y colgado del cuello. Recibió la golpiza en la espalda, el tórax, el abdomen y en cuanta parte sana le encontraron en el cuerpo. Las nalgas se las amorataron.

Después de la tortura física, con la que no pudieron arrancarle ninguna confesión, excepto los gritos de dolor, llegó el suplicio mental. “Ya matamos al flaco, ahora sigues tú”.

No veía a nadie, porque sus ojos le fueron vendados. La cabeza le dolía, y estaba por orinarse y defecarse en los propios pantalones.

Los torturadores querían claves, nombres, claves y nombres. Y él no tenía esos datos.

Así es que para detener la tortura ofreció darles a los marinos un millón de pesos.

Les dijo que el dinero lo tenía oculto en la casa de su mujer. Les dio la dirección: San José de las Delicias, conocida por los lugareños como Calabacillas.

Al oír aquello, los marinos, supuso él, se alertaron, porque dejaron de torturarlo. Calabacillas era uno de sus objetivos, porque la información de inteligencia les decía que era el terreno de Mario Calabazas, conocido como jefe de gatilleros al servicio de Fausto Isidro Meza Flores, el Chapo Isidro.

Es noche del sábado 28 de junio, y luego de pasar algunas horas en el monte cercano al ejido Chumares, Ariel, mejor conocido como el Azul, apodo que sus amigos del rancho le impusieron por aquello del color en que se empaca el detergente de doble acción, pasó algunos minutos de tranquilidad. Lo montaron en una camioneta compacta y sólo dejó de zangolotearse en una parada técnica, que los marinos realizaron en Bamoa para abastecerse de agua y otros productos básicos para remontar la sierra.

Comenzó el ascenso y cuando llegaron al poblado, fue obligado a señalar la casa. Lo hizo. Pasó un tiempo hasta que un marino muy furioso llegó y le dijo que se había pasado de lanza. El Azul no lo sabía, pero los marinos habían movilizado sus helicópteros y a todo el grupo de reacción que desde hacía meses cazaba al líder del Cártel de Guasave, Fausto Isidro Meza Flores el Chapo Isidro.

Y en esa movilización, allanaron la casa de Flora Olivia Cuevas y la de otra vecina. Les pidieron las armas y el dinero. Respondieron que nada de lo pedido tenían. Interrogaron a los jóvenes, y fue la misma respuesta. Le dijeron un nombre: Ariel Carbajal Gutiérrez. Y ella contestó que hace cuatro años la había abandonado, junto con sus hijos.

Por eso, el marino encabronado le había amenazado a el Azul, con aquello de que se había pasado de lanza.

Entonces ató cabos, y supuso que estando en la sierra, lo más fácil era ser asesinado.

Pasó el tiempo y nada. La golpiza se detuvo. La noche la pasó en vigilia. Solo vio la luz del día cuando una médica legista lo desnudó y les esculcó hasta las nalgas. Certificó que estaba ileso.

Por la tarde del día siguiente, el domingo 29 de junio, Ariel se encontró con sus compañeros César Alberto Coronel Corrales y Francisco de Jesús Moya Quiñónez. Todos estaban golpeados, y ahora detenidos en un edificio fresco.

No lo sabían, pero los marinos reportaron que fueron detenidos sobre la carretera Los Mochis-Guasave, a la altura del rancho Las Chumares. Iban a bordo de un Jeep verde y viejo. Llevaban armas largas. En total, siete rifles AK-47, lanzagranadas, miles de municiones y decenas de cargadores. También equipo táctico, que incluía botas.

Pasaron por la investigación ministerial, y nada dijeron. Se reservaron la declaración.

Ya en el juzgado Séptimo de Distrito y en desahogo del expediente 113/2014, los tres jornaleros negaron las imputaciones, pero los marinos persisten en ratificar el reporte.

Testigos desmintieron la versión de los marinos y afirmaron que los tres jóvenes fueron detenidos frente al hotel La Misión, a la salida sur de Guasave, cuando se embriagaban. Que la real persecución fue de un motociclista hacia el convoy que se llevó a los tres muchachos rumbo al monte, entre otras cosas.

Hasta ahora, los tres amigos continúan presos. Están acusados de portación de arma de fuego y municiones de uso exclusivo del Ejército, así como de asociación delictuosa.

La detención de Ariel y sus amigos nunca fue reportada a algún medio de comunicación.

El desahogo de pruebas en el expediente federal aún continúa.

La esposa del Azul, nunca fue a declarar.

Y en la cabeza de éste aún hace eco aquel millón de dólares que inventó para zafarse de la tortura. Y fue esa tortura la que lo llevó, cuatro años después de abandonar a su esposa e hijos, al terruño materno: Calabacillas, tierra de gatilleros y de homicidas a sangre fría, según un recuento oficial de la policía.

El operativo de caza del Chapo Isidro continúa.