0 7 min 10 meses

Ismael Bojórquez/Cortesía: Río Doce.

El del PRI fue un proceso de descomposición que se aceleró con la llegada de los neoliberales, esos, como decía alguien, que confundían el campo mexicano con los campos de golf. Literal. Todavía en el sexenio de Enrique Peña Nieto, los secretarios abordaban los helicópteros en las azoteas de los edificios públicos y se encontraban con el presidente en Malinalco.

Terminaron de descuajaringarse con la llegada de Morena y AMLO a la presidencia. Ya habían estado perdiendo estados y municipios importantes, y hace dos semanas Morena les quitó uno de sus bastiones, un símbolo del poder que ostentaron durante ocho décadas: el Estado de México. (Ahora el PRI solo tiene Coahuila y parte de Durango, pues lo ganó en coalición con el PAN y el PRD. Es decir, nada.

Sin cuadros nacionales que hayan logrado conservar respeto entre la militancia, sin recursos en los estados porque estos van ahora a las campañas de Morena y salen de los gobiernos estatales, sin horizonte ni una narrativa que hable de un cambio en sus procesos internos ni propuestas contra lo que consideran AMLO y la llamada carta transformación están haciendo mal, el partido se fue cayendo a pedazos en las entidades.

Esto no es ajeno a una estrategia del propio presidente para ir socavando las bases de un partido cuyo destino conocía de antemano –o al menos así lo consideraba, en su concepción de que el país terminaría políticamente dividido en liberales y conservadores. Por eso las zanahorias y el garrote, Quirino Ordaz de embajador en España y Juan Collado en la cárcel (Ya veremos qué ocurre con Alfredo del Mazo ya que entregue la gubernatura, pero no hay duda de que entrará en el cajón de los sanados, ya lo dicen los mismos priistas).

Lo que está ocurriendo en Sinaloa es parte de ese proceso de descomposición del partido, que a su vez facilitó la cooptación de muchos de sus cuadros dirigentes por parte del morenismo. Otro elemento que apresuró la desbandada fue el hecho de que el gobernador se movió entre las aguas del priismo durante 14 años, desde que se incorporó al cuerpo de asesores de Jesús Aguilar Padilla siendo candidato a la gobernatura, en 2004, y terminó como jefe de asesores del entonces gobernador, Quirino Ordaz Coppel, en 2018. Rubén Rocha nunca se afilió al PRI, pero las filias eran inherentes a sus funciones, casi siempre entre muros, salvo por su paso por el ISSSTE, en la administración de Peña Nieto, donde trabajó al lado de un priista de cepa, ahora en retiro voluntario, Florentino Castro.

Por eso a Rocha no le costó ningún trabajo invitar a su gabinete a Rosa Elena Millán, al Toni Castañeda, a Fernando Pucheta, a Mayra Gisela Peñuelas, a Juan Ernesto Millán, a Luna Beltrán y muchos más, a los que incorporó no porque fueran buenos funcionarios y gestores, sino por ser priistas, en una maniobra de cooptación nada despreciable para políticos de medio pelo que ya no tenían futuro en ningún lado ni amor a los colores de un partido que se hundía inexorablemente como un barco y, lo peor, sin capitán.
Pueden encontrarse elementos de rebeldía en algunas de las renuncias de militantes del PRI, pero también mucho oportunismo; la dignidad no ha sido precisamente una cualidad de la militancia priista, por el contrario; fue con ellos que se acuñó aquello de que si querías hacer política tenías que aprender a comer mierda con los ojos cerrados. En todo caso, los desprendimientos que hemos estado observando hablan de la descomposición final de un partido que no quiso o no tuvo la capacidad de exorcizar sus propios demonios: por el contrario. Prueba de ello es que ahí está Alejandro Moreno, Alito, como jefe máximo del partido. O de sus restos.

Bola y cadena
EL CASO DE PUCHETA ES único; se toca el corazón para hablar de su amor por la gente… y de Mazatlán, su verdadero partido, según dice. Trae cola en varios asuntos de cuando pasó por la presidencia municipal, uno de ellos el caso de Nafta, que el ayuntamiento perdió sin que él rescatara nada. También la compra a sobreprecios de algunos softwares. Es populista, va a las colonias y come con los descamisados, pero en realidad representa a esa casta de empresarios que se han estado adueñando impunemente del puerto. Uno de ellos, Ernesto Coppel.

Sentido contrario
FUE UNA SALIDA FACILONA LA DEL presidente AMLO ante la toma del aeropuerto de Culiacán por los productores de maíz, muy a su estilo, pero muy desafortunada. “No vamos a dejarnos chantajear por corruptos”. En un hombre con tanto poder, una expresión así, ante un problema real de esta magnitud, lo empequeñece. Sacar a flote prácticas del pasado —afortunadamente terminadas— para dar la espalda a un sector vital para la economía del país, pudo dejarse a un funcionario de segundo o tercer nivel, no del presidente de la república. Ya hay una mesa de negociación, pero más allá de las soluciones que encuentren, seguramente parciales, hay que ir previendo qué va a pasar, con esta incertidumbre de los productores, para los próximos años. Y cómo va a resolver el gobierno federal, las necesidades del mercado en un país que no se concibe sin maíz.

Humo negro
PUBLICAMOS EN 2007 el caso de la Escopama, un predio frente al mar por los rumbos de El Delfín, que ahora, por el gran desarrollo que tiene Mazatlán, se cotiza a precio de oro. Se había descubierto el intento de un despojo a través de manipulación de actas, claves catastrales, notarios y funcionarios corruptos. El caso siguió y ahora salpica a la administración de Rubén Rocha, donde, se supone, no se toleran las corruptelas. Ya se verá.

Artículo publicado el 18 de junio de 2023 en la edición 1064 del semanario Ríodoce.