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Hay una certeza: la elección de este domingo 6 de junio de 2021 no apaciguará los demonios. Andan sueltos y así seguirán. La lucha por el poder mantiene una permanente convulsión política que en muchos municipios y estados tiene cara de desastre. Se salió de los cauces legales y permitidos en democracia, tomó los caminos de la barbarie.

En descargo podrá decirse que tampoco reina el caos, bien que mal –o mal que bien- los ciudadanos salen a votar, con libertad, se cuentan los sufragios dejando atrás prácticas que se volvieron emblema como embarazar urnas, o inventar empadronados. Pero no bastará la pulcritud en el conteo de los votos cuando todavía un margen amplio de ciudadanos es tomado como rehén en cada campaña, no para ser convencidos sino orillados, obligados, presionados, a votar por tal o cual. Cierto, al final quedarán esos segundos donde nadie ve, un logro no menor que alcanzó la democracia en México apenas en esta generación, y ahí podrá revelarse o ceder. Pero aun en esos casos hay formas de saberlo.

También hay una constante que en esta elección fue tomando importancia, se trata de una condición en los ciudadanos que no reveló ninguna encuesta porque llevarlos al cajón de los indecisos fue una simpleza de la estadística. Se trata de ciudadanos con la cabeza revuelta. Ellos mismos lo repiten constantemente y el tiempo se les fue agotando. Las fuentes de información de este grupo de ciudadanos los tienen así, porque la clase política en la disputa por el poder tomó por asalto redes sociales, inventó portales, armó a sus huestes para influir en el ánimo de los ciudadanos que le dedican horas en un paseo por sus redes sociales.

Súmele además a genuinos seguidores de ambos bandos, pro-AMLO o anti-AMLO. En esa confusión, en ese exceso de información, se explica esta incertidumbre en que algunos grupos de ciudadanos cayeron. Entre tantos mensajes de uno y otro lado, ambos con argumentos que le hacen sentido al ciudadano, se vuelve una decisión compleja a quien entregarle el voto.

En las elecciones, como en muchos periodos de la vida, el mayor tesoro es anticiparse al futuro. En noviembre se preguntan qué pasará en enero. La política es también el arte de ir anticipándose al futuro, acomodando las piezas para provocarlo. Las encuestas, como técnica de investigación científica, pretenden también anticiparse al futuro por más que se diga que son una fotografía del momento. ¿Qué pasará en dos meses? ¿Qué pasará hoy, en unas horas?

Margen de error

(Al poder) La elección, con todo y la importancia que tiene, no es más que el ejercicio de selección de empleados para el poder público otorgado a los ciudadanos. La clase política se desgañita por hacerse oír, por destacar entre tanto ruido. Se trata de convencer y presionar por cualquier medio para ganar la elección, esa es la meta. Hasta ahora se ha tomado en México como el momento cumbre de la democracia. No es así. La elección es apenas el eslabón inicial. El día más importante no es cuando seleccionas a tus empleados, sino cuando entran en el desempeño de su trabajo. No es hoy, pues, sino mañana. Es ahí cuando necesitamos más a la democracia entendiéndola como el involucramiento de otras fuerzas en el ejercicio del poder.

La vida pública en México fue alcanzando metas básicas, elementales, negadas por décadas. La existencia de partidos, por ejemplo, durante décadas el partido comunista carecía de registro. O los recursos para mantener a esos partidos, sin dinero era imposible la competencia. Y algo aun más elemental: elecciones confiables, sin trampas. Costó mucho alcanzar apenas lo básico.
Después hay un estancamiento. Porque los mecanismos de participación e involucramiento en la vida pública son más complejos que ir a votar. Requieren de tiempo y posibilidades. Y es entonces cuando se atora todo.

Hay un mensaje desde el lado ciudadano que debería quedar claro. Elegirlos es apenas el inicio, después las decisiones requieren también del aval ciudadano.

Deatrasalante

(2018) En 2018 se llegó al 1 de julio con la elección resuelta. El hoy presidente, Andrés Manuel López Obrador, estaba sin rival. Meade y Anaya llevaban meses tragándose el polvo que dejaba el puntero. Entre más se atacaba al candidato en su tercera postulación, más se elevaban las preferencias. La estrategia se volvía en contra. El arrastre de AMLO jaló a muchos más: diputados locales y federales, a senadores, alcaldes y hasta gobernadores (también eran 15 estados que renovaban sus poderes aquel 2018). Morena alcanzó tantas posiciones que ni en el mejor escenario habían proyectado.

Tres años después hay variantes y permanencias en lo ocurrido en aquella elección. La variante esencial es el desgaste normal de cualquier mandatario, pasa a todos los políticos afines al partido en el poder. Otra variante es que la oposición encontró una narrativa para confrontarse contra aquel partido que en 2018 los arrasó, podrá ser básica y simple esa narrativa, incluso fallida, pero han sido consistentes con ella. Entre los rasgos permanentes está que los aspirantes de Morena son en casi todos los casos competitivos, aun cuando todavía se trata de personajes con poco tiempo en la política, la marca de partido los solventa. Así pasa en casi todas las elecciones en disputa, Morena –el partido que fundó López Obrador y que apenas va por su tercera elección en competencia- es el apoyo aun sin estructura.

Sobre el comportamiento de los ciudadanos en la elección, cuáles fueron las variantes y las permanencias, será hasta revisar con detalle los resultados (PUNTO)

Columna publicada el 06 de junio de 2021 en la edición 958 del semanario Ríodoce.