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coyote
Leonidas Alfaro

En San José del Cabo el 15 de septiembre de 2014, desde lo alto de una loma, don Belén y su nieto Juanito miraban el desastre ocasionado por el huracán Odile.

—Abuelo, ¿por qué Odile nos hizo esto?

El viejo volteó a ver al niño, la pregunta lo sorprendió. Cómo es que este niño da al fenómeno calidad de personaje, se preguntó mientras hurgaba para encontrar una respuesta.

—Verás hijo. Para que me entiendas, te contaré la leyenda del coyote.

—¡Cuéntala abuelo! Tú sabes que me gustan mucho los cuentos y leyendas.

—Debes saber que el coyote llegó al mundo un poco antes que el hombre. Hace aproximadamente quince mil años, ambos llegaron aquí, a la Baja California Sur. Cuentan que un día el coyote se enamoró de una bella muchachita, pero no se lo quiso decir por temor a que ella se asustara. Pasaban los días y el animal no estaba tranquilo, pensaba y pensaba en cómo hacer para que la jovencita supiera de su amor. Una noche de luna llena el coyote subió a una montaña muy alta, y empezó a aullar; intentando llamar la atención de la Luna producía aullidos fuertes y largos. A medida que transcurrían las horas el aullido se fue haciendo lánguido, triste; por fin, en horas de la madrugada el astro se apiadó. Con voz serena le dijo: coyote amigo. ¿Qué te sucede?

—Oh, amiga Luna. Gracias por escucharme. Es que estoy enamorado de una bella jovencita, y no sé cómo hacer para que ella lo sepa.

—Creo hermano coyote, que andas errado, estás confundido; eso no está bien. La naturaleza tiene sus leyes bien definidas y nadie debe violarlas. Y por si no lo sabes, te expones a serios problemas. Son tan fuertes los castigos que nos puede imponer la madre naturaleza, que te pueden costar serios sufrimientos y hasta la vida.

—Pero es que yo, amiga Luna, yo…

—No hay pero que valga, amigo coyote. Para que te explique mejor, le diré a Orión, el vigilante de los espacios siderales, que se haga presente y te lo explique. Buenas noches amigo coyote.

La Luna se escondió detrás de una nube negra y el coyote se quedó molesto, pero también triste. Ya había decido retirarse de aquella montaña, cuando escuchó una voz grave: Coyote, no te vayas. Volteó hacia arriba y en algo que parecía una roca gigante suspendida en el cielo, ubicó la voz. Soy Orión.

—Tanto gusto Orión. ¿Me ayudarás en cómo enamorar a la hermosa jovencita?

—No, coyote amigo. Te explicaré para que comprendas cómo eso no puede ser. Escucha con atención. Hace muchos miles de millones de años, se produjo en el universo una gran explosión, que ahora los humanos han dado en llamar como el Big Bang. De ese gran fenómeno se desprendieron los millones de soles, planetas y satélites que existen en incontables galaxias, de ahí proviene el planeta Tierra; tu planeta. La madre naturaleza nació allí, prodigando condiciones maravillosas para que surgiera la vida.

—¿Y cómo fue eso? —preguntó el coyote con sumo interés. ¿Me lo puedes explicar, amigo Orión?

—Lo haré lo más sencillo posible; escucha: Después de aquella gran explosión que dio forma al universo, tuvieron que pasar miles de años para que la tierra se enfriara; en ese proceso hubo repetidos movimientos internos que dieron paso a los volcanes que provocaron terremotos y movimientos grandes de tierra, nacieron las montañas, los montes, los ríos y los mares, de tal manera que eso dio formación a los continentes, y luego vino la vida animal; primero los dinosaurios; éstos desaparecieron y después llegaron los animales mamíferos: chimpancés, orangutanes y monos, de los últimos descendió el homo sapiens. El hombre. También nacieron las demás especies: tigres, leones, burros, caballos, cebras, conejos, liebres, chivos, tú y miles más. La vegetación marina y su fauna: ballenas, tiburones, peces, moluscos. Por cierto, la península de la Baja California Sur, donde tú vives, es un territorio que se desprendió del macizo continental, formando de paso el Golfo de California, el más grande acuario con la máxima variedad de especies marinas que existen allí, en tu planeta Tierra.

“He puesto especial atención a ese tu territorio, y me he dado cuenta que los aborígenes de ese lugar durante mucho tiempo fueron personas que siempre cuidaron de su naturaleza, pero por desgracia han sido invadidos por seres de otros lugares y países extraños, y desde hace apenas 500 años han venido destruyendo en forma indiscriminada lo que con tanto amor les dio la madre naturaleza; no tienen consideración para su propio hábitat; cegados por la ambición explotan montañas, desierto y mar a los que les están ocasionando un deterioro irreversible que en pocos años convertirán a la Baja California en un páramo.

“Por eso he decidido castigarlos; Odile, uno de mis soldados se ha encargado de darles una lección con ligeras manifestaciones, pero si insisten en no respetar a la madre naturaleza, no pasará mucho tiempo en que utilice fuerzas más poderosas como los tsunamis y terremotos; tengo en acecho a la falla de San Andrés.

“Lo mismo sucederá contigo si persistes en violar las leyes, te puedo mandar un castigo fatal. Debes tomar en cuenta que tú perteneces al reino animal, la bella jovencita también, pero lo que los separa es que ella es racional, posee un sensible razonamiento humano ¿comprendes?

El coyote apenado agachó la cabeza, echó a caminar con paso lento, triste. De pronto se encontró con una loba, pero ella se asustó.

—¡Espera! Hermosa loba, no corras.

La loba, se detuvo y volteó, se olisquearon y siguieron el camino. El coyote miró en los ojos azules de la loba el mismo destello que había visto en los ojos de la joven del sueño imposible; eso le dio alivio y aceptó que la madre naturaleza lo había compensado. Vamos querida loba, vigilemos que el humano, con su extraño razonamiento, no acabe con nuestro hábitat.

—¿Qué te pareció la historia Juanito?

—Me parece que debemos aceptar la invitación para cuidar de nuestro planeta Tierra, de lo contrario, podemos recibir muy serios castigos; la madre naturaleza no perdona.

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