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Chuytoño

Río Doce

En el grito de Chuytoño está la denominación de origen del gobierno de Mario López Valdez: “Bájale, bájale…no te metas conmigo”, le soltó a Enrique Gil Vargas, corresponsal de Televisa, a una pregunta muy simple, básica, sencilla, directa, y que además no era el único que se la estaba haciendo: “¿Usted pasó el examen, comandante?”

Y por si faltara un sello para esa marca, todavía remató Aguilar Íñiguez: “Solitos, tu y yo”.

Si omitiéramos el nombre de Chuytoño en el diálogo, si contáramos a cualquiera las expresiones y le preguntáramos de qué se trata, aseguraría que es un pleito de niños en la secundaria. Un adolescente retando a otro: “Pon fecha y hora”. Nos vemos a la salida, podría ser otra expresión. Pero no. Se trata de uno de los hombres más poderosos del estado, con la fuerza pública a su mando, a una llamada por radio. A una orden básica, hecha con los números con que se cifran los mensajes en la frecuencia policiaca.

Chuytoño, como nunca en los ya muchos años de policía, tiene el control completo de las corporaciones de policía. Sus hombres están en cada comandancia de la geografía del estado, en los escritorios de todas las oficinas de las policías municipales. Nunca había aplicado mejor el cargo de mando único. Es eso, justamente, el mando único en la policía.

El hombre en quien se esperaría la mesura, la tranquilidad, la frialdad en la celosamente precisa investigación ministerial, pierde por completo los estribos en la más obvia de las preguntas que se le haría.

Contrario a ese hombre refunfuñando, retador, que tuvo que jalar del hombro el general Moisés Melo, Coordinador de Seguridad, Chuytoño es como buen escuinapense dicharachero, el centro de cualquier plática, cuenta chistes y provoca risas.

Solía contar una anécdota Chuytoño de los tiempos en que él mismo se decía como un simple cuico —el más despectivo nombre que se les daba a los agentes policiacos—. En una persecución el delincuente logró parapetarse en un caserío, desde la azotea y ventanas respondía a los ataques de los policías que se iban sumando. Chuytoño les dijo a los acompañantes que se brincaría por el techo y sigilosamente le llegaría por la retaguardia. Así lo hizo, bajó por una de las paredes y por el pasillo lateral se bajó con el rifle en sus manos. Apenas puso los pies en el suelo se encontró de frente al delincuente también con el arma en sus manos. No hay tiempo para pensar, ambos abrieron fuego. Chuytoño cuenta riéndose que abría los ojos y lo veía parado, a menos de cinco metros disparándole y seguían jalando el gatillo los dos. Las risas iban aumentando entre quienes lo escuchan. Bang, bang, pum, pum… se acaban las balas y los dos siguen de pie. Se miran. Por más que sigan jalando el gatillo ninguno de los dos tiene más balas. Llegan los otros agentes y lo someten.

La anécdota de Chuytoño es que puedes fallar a cinco metros de distancia y las balas perdidas suelen pegar en la cabeza.

Más allá de lo pintoresco de un funcionario público. De lo atractivo del personaje. Sus atribuciones, obligaciones y deberes son otros distintos. Un policía está dentro del sistema más cuestionado dentro del gobierno. El poder que se le otorga a cada agente, simplemente por el uso legítimo de un arma, es lo suficientemente grande para dejarlo andar por las calles diciendo no te metas conmigo. Esa es la ley del oeste.

El punto no es si Chuytoño es un policía con el valor para estar en el cargo, uno que se atreve a enfrentarse a la delincuencia. El punto es que se cumpla a cabalidad con lo que la ley le ordena al mandatario. Y es tan simple como que todos deben cumplir con la evaluación de control y confianza. Deben resultar aptos.

De otro modo, entonces que el gobernador Mario López Valdez entregue sus propias placas de “Sheriff”, haga sus propias evaluaciones de control y confianza, y claramente diga que desacata los acuerdos federales para las corporaciones policiacas.

MARGEN DE ERROR

(Juego de niños) No hay seriedad. El niño que se enoja, se lleva la pelota y se acaba el juego. Dueño del poder, no explica, no da razones. Avasalla, aplasta, desaparece. Si ustedes arman su foro, yo les digo a mis amigos que no vayan, ley del hielo. Luego armaré el mío propio, sin estruendos, sin gritos en las gradas. Bonito. Limpio.

Arriba. Adelante. Sinaloa somos todos (los que estamos en el MIA).

El foro organizado por el gobierno estatal para informar sobre las licitaciones de los dos nuevos hospitales, el de Mazatlán y el de Culiacán, es de nuevo una típica burla. Mientras se discute el tema, se opta por invitar a quienes están dentro del negocio. A los despachos que asesoran, a los socios, a que digan, repitan e insistan en que todo está bien.

Uno a uno la reportera Miriam Ramírez en su trabajo de este número de Ríodoce fue detectando las conexiones de los implicados en el foro. Todos dentro del negocio. Otro juego de niños.

DEATRASALANTE

(El cine) Vivimos el tiempo de los directores de cine. Apenas opinan González Iñárritu, Cuarón o Del Toro, sus palabras se vuelven noticia, se retoman por todos. Algo debe estar volteado en este país. La última es del director de Cronos, El laberinto del fauno y Hellboy. Dijo Guillermo del Toro: “…realmente es un momento en el que se vive una ley del viejo oeste, de llegar con la pistola a la cantina y no hay quien lo detenga. Los mexicanos vivimos un duelo, tenemos que encabronarnos por las pérdidas y decir no. No pedimos ni exigimos nada que no esté escrito en las funciones públicas”(PUNTO)