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JOSÉ LUIS CAMACHO ACEVEDO
Creo que fue Federico Arreola quien dijo en una de sus columnas que al final de cuentas, los mismos elementos que constituyen la materia son los que generan el principio de la antimateria.

Yo sé de física.

Y en parte creo en esa afirmación.

Pero la vida, cuyos caminos insondables no los domina nadie, me ha enseñado más de comunicación que de física.

Por eso tengo una ejemplificada visión del anti periodismo del diario Reforma que realiza a través de su seudónimo Manuel Jáuregui.

La columna de Manuel Jáuregui de hoy en Reforma es un ejemplo de lo que para mí es el anti periodismo.

La estrategia es simple.

Primero haces como que reconoces el mérito de alguien. Después describes un contexto de ese reconocimiento inicial para preparar un golpe de mala leche. Y finalmente lo das.

Dice que el que repite el vituperio, a final de cuentas vitupera.

Por eso no me voy a referir al tema que trata Manuel Jáuregui en Reforma.

Los dueños de ese diario tienen una manera muy conocida de presionar a los personajes de la vida pública que no son sus incondicionales, ya sea como lectores o como clientes.

Una doble moral que, por conocida, ya nadie se traga la primera parte de ese discurso. Soy crítico, condeno la corrupción, desenmascaro a pillos y deshonestos.

Pero la realidad es necia, aflora y persiste.

También los miembros de ese Santo Oficio en que se ha convertido el Reforma, se sabe cometen pillerías, que negocian, que difaman y a final de cuentas que son muchas veces tan condenables como los que condenan.

En los medios de comunicación en México ya se están cambiando muchos usos y costumbres, dirían los clásicos de las regiones indígenas del país.

La presencia digital en el ámbito mediático puede lograr que un comentario de mala leche como los que hace el Reforma a través de sus seudónimos se pierda en la nube que construyen las opiniones en Twitter o de apuntes en Facebook, o en las actualizaciones permanentes de los portales digitales.

Ya en la web las audiencias no se quedan ancladas a los que son las conocidas formas del anti periodismo.

O sea, como Jáuregui, empiezo diciendo que vas bien y al final te mando un mensaje de mala leche. La mayoría de las veces oportunista y por ello mismo injusto.