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Para el Gobierno es como si no existiéramos, dicen vecinos de Valle Alto y Villas del Río

Río Doce.- Para Rosa María Delgado lo peor es sentirse salvado y no poder salir.

Ella y sus hijos subieron algunos muebles a la planta alta, pero no pudieron con todos. Esos fueron los que se salvaron. Y ellos, que salieron de ahí con el agua hasta el pecho, no se dieron cuenta de la gravedad hasta que los trasladaron a un lugar seguro, en una lancha de Protección Civil.

Fue entonces que Rosa María se supo atrapada, junto con sus hijos. Estaban afuera de su casa, ya para entonces anegada, pero incomunicados y sin poder salir del fraccionamiento Valle Alto. Entonces tomó conciencia de la hecatombe que había arrasado con todo lo de ella y sus vecinos.

“Estaba en shock. No me daba cuenta de lo que pasaba a mi alrededor”, recordó.

Y se puso a llorar.

Tres veces inundada

Diana Jiménez Sosa estaba con sus tres hijos, de dos, seis y diez años, en su casa, cuando las lluvias acumularon agua en su calle, Hacienda del Valle, luego de más de dos días de precipitaciones provocadas por el huracán. Esa mañana su esposo había salido a trabajar, sin saber lo que les esperaba.

Cuando él regresó porque temió lo peor, logró entrar a la vivienda pero ya no pudo salir de la misma forma. Ella evitó mover los muebles: una operación en el abdomen, ocho puntos de sutura y la oquedad de un tumor benigno de cinco centímetros que le extrajeron el 21 de agosto, se lo impidieron.

“Nosotros tenemos pérdida total. Un automóvil Corsa 2007, la cocina, recámara, comedor, lavadora, secadora, ropa, zapatos. Todo”.

Un documento que le entregó Fincamex en mayo de 2007, debido a las constantes inundaciones, tiene inscritas las expresiones: “Humedad en plafón oral, escurrimiento de agua por ventanas, puertas hinchadas por humedad. Se mete agua por puertas parte posterior y principal. No tiene tapadera registro (peligroso)”. Más abajo, con mayúsculas, el empleado que acudió a verificar los daños por las lluvias, puso: “¡Urge!”.

En otro documento firmado por personal de “servicio al cliente” y sin fecha, dice: “Se hace laguna enfrente de lote sobre vialidad”. Abajo, en comentarios extras, puede leerse: “Se inunda con cualquier lluvia”.

Y con todo lo malo, pero más por los esfuerzos, le gusta su casa y quiere quedarse.

“Estamos tristes. Yo estoy decepcionada porque me encanta mi casa. He batallado mucho para tenerla, pero eso de vivir como Bob Esponja, sin nadie que dé apoyo. Nomás no”.

Diez minutos de lluvia

En el sector donde vive Omar Camberos, por el circuito Villas de Guanajuato, los adultos de buena estatura, como él, tenían que brincar cada vez que pasaba un camión de volteo, porque el oleaje que producía amenazaba con alcanzar su cabeza. Así, de brinco en brinco, logró ponerse a salvo y ayudar a otros.

“Aquí no hay sistema de aguas pluviales y toda el agua que cae y que corre terminan convirtiendo la calle en un río. De hecho, aunque no haya huracán, como pasó con el huracán Manuel, basta con que llueva unos diez minutos seguidos, una lluvia más o menos fuerte, para que el agua entre a las casas y la calle se inunden”, manifestó.

Para él, la casa en la que vive como otras del sector, ya no tienen valor o disminuyeron en cerca de un 50 por ciento. Alrededor del 70 por ciento de los habitantes de este sector han abandonado sus viviendas y pusieron anuncios de venta o renta. Muchos de ellos quizá no regresen a habitarlas, a pesar de todo el esfuerzo que les ha costado adquirirlas –por montos no menores a los 450 mil pesos-, independientemente de su logran arrendarlas o deshacerse de ellas.

“Son cuadras completas de casas solas. Muchos ya pusieron los anuncios de se renta o se vende. La verdad es triste todo esto”, comentó.

Omar cuenta que el desarrollo habitacional construido junto al fraccionamiento, llamado Álamo Grande, bloqueó el paso de agua y evitó que ésta tuviera un cauce. Eso explica, asegura, que el agua se haya estancado o regresado a los fraccionamientos como Villas del Río y Valle Alto.

Ser y no existir

Rosa María Delgado vive por la calle Bosque del Valle número 4831. Ese día lluvioso estaban dos menores, una embarazada y dos adultos. Y lo recuerda todo y su voz tiembla: seis años ahí y la vida inundante y trepidante entró en uno de los recovecos desastrosos este septiembre. Pero lo peor no ha pasado. No para ella ni sus vecinos.

“Lo peor de todo es que no existimos para el gobierno. Van a Altata, a Navolato, Angostura, a apoyar a la gente damnificada. Ellos tenían poco y nosotros perdimos todo, pero no se enfocan a nosotros… perdimos todo pero sentimos que para el gobierno nosotros no existimos. Hasta ahorita no nos ha dado nada el gobierno: es como si acá no hubiera pasado nada”, lamentó.

Para los directivos de Fincamex, agregó, es más preocupante que esto se publique en los medios, y aunque no han resuelto los problemas que padecen, se mantienen las condiciones para que haya diálogo entre las partes.

Enfermos y en lucha

A Diana Jiménez Sosa se le infectó la operación. Si los muebles y paredes y pisos terminaron enlodados y reventados, llenos de hongos, si vientre con esa operación con más razón. Sus hijos y esposo con calentura, por infecciones estomacales.

Lo mismo pasó con Valentín Bazoco Ortiz y su esposa, con problemas de asma. Ambos tienen una cenaduría que se llama Los abuelos, por el bulevar Valle Alto, donde perdió todito. Ahora, muchos de los vecinos llaman a este fraccionamiento Valle Hondo, por las inundaciones. Y festejan la broma después del llanto.

“Fincamex debe respondernos por las inundaciones, por las pérdidas, pero no con burlas de vales de descuento. Y que intervengan, que asuman su responsabilidad, las dependencias de gobierno como Conagua, Ayuntamiento”, señaló.

Es el mismo llanto de los niños, que padecen sobresaltos cada vez que llueve. Y temen, así se los han dicho a sus padres, echarse a dormir y encontrarse con la muerte lluviosa al otro día. Es el trauma del huracán Manuel, pero también de la vulnerabilidad, la desesperación y el abandono.

“Si nosotros no podemos asimilarlo, un niño menos. No lo pueden superar. Por eso no se quieren dormir, temen dormir y que se muera uno en la noche”, tercia Rosa María.

Camberos aseguró que mientras haya posibilidades, disposición y los empresarios estén accesitos para resolver estos problemas a través del diálogo, no tomarán otras medidas.

“Si no lo resolvemos, no nos vamos a quedar con los brazos cruzados, pero todavía pensamos en resolver esto a través de la negociación”, sostuvo.