ADN/OyT.– Más de media entrada lució la Monumental de Aguascalientes en la séptima corrida de feria. Se lidiaron nueve toros de Begoña (Amor lindo, Amoroso, Amor espléndido, Amor enorme, Amor que prende, Amor del bueno, Amor bonito, Amor y Amor amor), seis en la lidia ordinaria y tres regalos, mansos en general y variados en presentación.
Juan Pablo Sánchez: oreja, silencio y salida al tercio en el de regalo.
Arturo Saldívar: oreja, salida al tercio y silencio en el regalo.
Diego Silveti: silencio en su lote y en los de regalo.
El cartel de hoy es ya conocido desde hace un rato como el de las tres “S´s”, Sánchez, Saldívar y Silveti. Tres jóvenes promesa de la Tauromaquia que tienen las cualidades y el deseo para convertirse en toreros importantes, sin embargo extraña que la única rivalidad que se manifiesta entre ellos de no dejarse ganar la pelea es cuando anuncian los toros de regalo, de ahí en más nunca se ve que hagan quites o algo que deje constancia de que están peleando el primer lugar.
En este día la decepción amorosa fue enorme. Salieron nueve toros con nombres que alimentaron la esperanza pero nada más. Muchos de ellos con presentación precaria y además de pésimo juego.
Si los toros lidiados en la séptima de feria, fueran hombres, ninguna mujer después de haberlos saludado volvería a acercárseles. Es decir no se justifica la falta de presencia, pero cuando aparte de eso buscan la querencia, no es entonces amor. Estos “amores” les exigieron mucha cabeza a los diestros mexicanos.
Juan Pablo Sánchez, con perseverancia, voluntad y sitio.
En el toro que abrió plaza estuvo breve pero con buena ejecución capotera; pases por abajo con torería fueron el inicio de su labor con la muleta. Luego muy despacio por el pitón derecho, había que intentarlo también por izquierdo y resultó de mucho más peligro este lado. “Amor Lindo” era todo menos eso, al final también se quedaba corto por el derecho, pero el hidrocálido no se quedó nunca corto de valor, asustó incluso. Dejó el acero entero en buen sitio y merecidamente recibió una oreja.
“Amor enorme” fue el cuarto de la tarde, quién sabe qué tan enorme sería, porque al menos de tamaño no lo era, de comportamiento hay duda, puesto que casi después de salir de los toriles se dio una vuelta de campana.
Destacar algunos derechazos largos, sin más que hacerle al de Begoña, anunció el primer regalo de la tarde, enseguida dejó la espada entera y ligeramente caída para retirarse en silencio.
Arturo Saldívar, en torero. Se entregó con amor auténtico ante los tres amores mansos que lidió. Lo de más calidad lo realizó con el segundo de la tarde, un manso que además tenía hechuras con nula esteticidad.
El capote casi no lo tomó y el puyazo tuvo que ser en la querencia. Vaya entrega la del joven coleta, porque “Amoroso” trotaba de lado; con temple y mucho reposo toreo por naturales, la dosantina con las zapatillas atadas a la arena y el olé al unísono no esperó más.
Intentó pasarlo por detrás pero el astado lo levantó, sin consecuencias de esto se levantó decidido a continuar, y lo hizo por derechazos. Tras un pinchazo, dejó una estocada entera, trasera y tendida para cortar una oreja.
Con el quinto de la tarde lo más interesante fue el quite ajustado por chicuelinas, de ahí en más no pudo hacer nada con el manso salido en quinto lugar, y es que la mansedumbre y el “Amor que prende” están a una distancia abismal, para que algo prenda tiene que tener emotividad, calentar el corazón, vibrarlo. Sin materia prima para encender aquello, el público lo reconoció con una salida al tercio.
El segundo regalo de la tarde fue “Amor”, quizá la falta de adjetivo haya sido la causa de la violenta embestida de este burel; Saldívar con deseos pero sin recursos. Despidió a su tercer amor con entera, caída y trasera ligeramente, se retiró en silencio.
Diego Silveti no se salvó del amor. “Amor esplendido” solo llamó la atención con su nombre, porque sus embestidas fueron de más a menos y por ende también la faena. El guanajuatense se vio apresurado tanto con muleta como con el percal, y si es cierto que el toro no era lo más espléndido posible, pues cierto es también que el toreo es un rito y como tal cada cosa debe llevar su tiempo, sin presiones, sin reloj. Pinchó y se fue en silencio.
La sexta decepción amorosa de la tarde fue “Amor del bueno”, pero de tanto que pasó con este toro, la pluma no anotó nada.
Pero dice San Pablo que el amor todo lo soporta, entonces Silveti tuvo que soportar a “Amor amor”. De capa lo interesante fue el quite por gaoneras y de muleta alegría en los molinetes, buenos derechazos y las manoletinas del final. Se puso pesado con el acero y el silencio lo acompañó.
Nueve fueron las decepciones amorosas que se dieron en la séptima corrida de feria.
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