
Iván Páez/Ríodoce.
Como ayudante de cocina de un lujoso restaurante, Pedro (Rafael Vitti) sueña con convertirse en el chef principal, para incluir los platillos que aprendió de su madre Neide (Kelzy Ecard). Ese momento sucede cuando un perro callejero entra al lugar, destroza todo y el cocinero estrella renuncia. No obstante, el logro coincide con el diagnóstico de una enfermedad mortal en el joven que adopta al animal, al que llama Caramelo, y la aparición de Camila (Arianne Botelho), una chica que, con su amiga Luciana (Noemia Oliveira), tiene un refugio para canes. La atracción entre Camila y Pedro es inmediata.
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Desafortunadamente, el destino no les promete mucho tiempo para disfrutar su amor.
Pareciera una regla que, si hay un perro en la historia, una película tiene el éxito asegurado. Casi siempre, estos animales acaparan la atención y encantan a los espectadores, como pasó en El mago de Oz (1939), Beethoven (1992), Colmillo blanco (1991), Marley y yo (2008), la japonesa Historia de Hachiko (1989) o la estadounidense Siempre a tu lado (2009), Togo (2019), Arthur: Una amistad sin límites (2024), Superman (2025), y, en otro tono, Hijos de perra (2023) y Despelote (2025).
Probablemente, lo anterior sería la razón de que Caramelo (Brasil/2025), dirigida por Diego Freitas, sea de las más populares en Netflix, y es que el perro en cuestión es lo mejor de la cinta, y lo más divertido, encantador, entrañable y creíble, en cada acción que realiza: al “acordar” con su dueño el nombre que tendrá; saborearse con cada alimento que ve; poner patas pa´rriba un departamento; jugar, demostrar afecto e intentar ser disciplinado; y al buscar ayuda para evitar una desgracia en un incendio —por cierto, su nombre real es Amendoim, fue rescatado de la calle por el propio director, y representa una raza característica en Brasil: los “vira-latas”.
Sin discusión, de la cinta escrita por el propio Freitas, junto a Rod Azevedo y Carolina Castro, se puede rescatar su intención de instruir en temas como: no maltratar ni abandonar a los perros; adopción responsable de mascotas; la aguda sensibilidad de estos animales y su capacidad para percibir situaciones que los humanos no pueden; los profundos y honestos vínculos de amistad y lealtad entre perros y personas; el enfrentar una enfermedad mortal; encontrar el amor de la vida en un momento “inoportuno”; luchar por la realización personal y profesional; el rescate de la cultura local; y la promoción de alimentos tradicionales. Sin embargo, esto no es suficiente para catalogarla como un buen producto, o bien, cinematográficamente, se queda muy corta.
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Caramelo falla por su débil guion y narrativa simple; sus situaciones y personajes demasiado estereotipados; el desarrollo de acontecimientos inverosímilmente rápidos; actuaciones de regulares a malas, que no aportan mucho; en no profundizar en las diferentes subtramas que plantea; ser demasiado complaciente con el espectador y ofrecerle un final “masticado”, como cualquier telenovela, que no cree nadie; no ir más allá de brindar un rato “agradable”, sólo por las travesuras y ternura de un perro; no ser lo suficientemente dramática; y al pensar que presenta un final conmovedor y no lograrlo. Véala… bajo su propia responsabilidad, como siempre.
