0 8 min 5 meses

Columna: Altares y sótanos/Ismael Bojórquez/Cortesía: Río Doce.

Eran las doce y doce cuando el Flaco y yo nos despedimos en la clínica. Pocos minutos antes se habían llevado el cuerpo de Héctor Melesio Cuen Ojeda. Insólito. Le habían dado balazos en las piernas y se desangró. Le sobrevino un infarto y murió. Era como un tigre, fuerte, incansable, con una capacidad de reponerse al infortunio que tienen pocos. Días después de que mataron a su hermano a balazos, horas después de que él perdió la elección al Senado de la República, fundó el Partido Sinaloense. Hay una fotografía donde aparece Melesio con una mano en la frente y la vista al suelo al lado del cuerpo de Alfredo, y lo único que puede evocar es compasión. Pero todavía no secaba sus lágrimas cuando convocó a sus leales. Y su partido, dígase lo que se diga —y nosotros hemos dicho mucho, nunca todo— ya hizo historia.

Son las dos y media de la mañana y el jueves no ha terminado. Es uno de esos días sin fin. El Zurdo convoca al Guayabo y no puedes decirle que no. Como si fuera un santo, todo el mundo acude a su mesa y le deja su veladora, cien, doscientos, quinientos pesos. Checar mensajes en el celular es obligatorio. Un minuto puede hacer una diferencia. Tal vez segundos. “Ojo de chícharo”, decían mis maestras en la primaria. Escuchas las historias del Zurdo y tienes abierto el WhatsApp. A las 3:36 entra un mensaje de Diego Enrique Osorno que quién sabe desde dónde manda “abrazos marineros”. ¿Cómo ves eso?, me pregunta y anexa un link con la nota del incansable y hermano semanario ZETA: “Trasciende detención del Mayo Zambada en Texas”. Desde ese momento supe que estábamos en un jueves culichi y otra vez en un bar. Pero jamás que terminaría así. O que se resistiría a terminar, porque justo a la media noche veríamos salir a Cuen de la clínica, su cuerpo ya, en una camilla cubierto con sábanas blancas. “Habíamos armado 12 páginas sobre el Mayo —me dijo un reportero de El Debate—, le vamos a tener que quitar una cuantas”.

¿Por qué matan a Cuen el mismo día que detienen al Mayo Zambada en Texas? Puede parecer apresurado relacionar los dos hechos, lo cierto es que durante mucho tiempo Héctor Melesio Cuen presumió su relación con “El hombre del sombrero”. Todos en el círculo rojo lo sabían, pero son cosas que se manejan siempre a hurtadillas, no vaya a ser.

Lo cierto es que le echarán la culpa al gobernador, que no mata una mosca. En el marco del conflicto que se vive entre el gobierno estatal y los directivos de la UAS, lo primero que la gente se pregunta es eso. Pero es como un reflejo. ¿Quién ordenó la muerte de Luis Pérez Hernández, aquel personaje? Fue muy fácil en aquellos días siniestros, pensar que Malova, pero era otro que podía ser el hombre más corrupto del mundo, pero que no ordenaría algo así (tal vez otros en su gobierno sí).

El problema es cuando se atraviesan los intereses. De pronto juegas con elementos que al día siguiente no controlas. Si alguien hace malabares con fuego terminará quemándose. Alguien le hizo un favor a Mario López Valdez matando a Luis Pérez. Pero este caso y el de Cuen son distintos. Luis estaba solo, de hecho, revivió en la campaña de Malova haciéndole el trabajo sucio. Héctor Melesio Cuen, muerto, sigue teniendo a la UAS. Si alguien ordenó matarlo, no pensó en eso, en un mártir. ¿o era solo pegarle un susto? ¿O fue, como sugiere la Fiscalía un intento de robo de la ostentosa Raptor 2024? En Culiacán eso es muy probable. No se sabe; si le dieron solo balazos en las piernas no era para quitarle la vida. Los sicarios con órdenes de matar tiran a la cabeza. Y casi nunca fallan.

Lo escuché una vez —no sé si lo repitieron, seguramente sí o seguramente no— en voz de uno de los pregoneros que tiene Radio UAS por las mañanas en la perorata que le encargaron al Güili Ibarra. Hablaban que al conflicto le faltaba un muerto. “Un muertito”, dijo, para que se incendiara el estado. Ya lo tienen. Ya los directivos de la UAS están construyendo esa narrativa pero, de nuevo, es jugar con fuego.

Bola y cadena
FUEGO QUE LA FISCALÍA PODRÍA EVITAR con una expedita investigación profesional que aclare la naturaleza del ataque, con pruebas convincentes. Pero el primer saque de la Fiscal Sara Bruna Quiñonez pegó en la red. Ante un hecho así no se sale a decir vaguedades. Y menos descartar líneas de investigación.

Sentido contrario
EL MAYO TRAÍA CAMISA A CUADROS y sombrero durante la entrevista con Julio Scherer, en 2010. Cuando el capo le pidió tomarse una fotografía y el periodista aceptó, el Chapo Guzmán le dijo quítese el sombrero, compadre. Y le dio su gorra. Y de una vez, le dijo, póngase mi playera para que se vea más joven. Se querían mucho y se respetaban. La fotografía, que fue publicada por Proceso con la cabeza “Julio Scherer García en la guarida del Mayo Zambada” le dio la vuelta al mundo. El Mayo convocó al periodista y el periodista fue. Cuando lo cuestionaron por eso unos enanos, dijo que bajaría a los infiernos si la tarea era entrevistar al Diablo. Y tenía razón (la foto no era para presumirse por él, pero sí para el capo, un mensaje para los gringos con los que hacía, dijo en esa entrevista, algunos negocios).

Humo negro
SI SE ENTREGÓ POR SU VOLUNTAD (lo cual yo creo) o lo traicionaron, se sabrá más adelante. Por lo pronto son puras conjeturas. Como haya sido, estamos ante el fin de un mito. ¿Qué va a pasar ahora? Eso es imposible predecirlo. El narco tiene que ver también con las generaciones y los ciclos. Y la forma en que el Mayo cayó nos invita a pensar si es la realidad, más que la ficción, la que no tiene límites.

Artículo publicado el 28 de julio de 2024 en la edición 1122 del semanario Ríodoce.