Andrés Villareal/Río Doce
Juan Villoro, que presentó más de un libro de Javier, lo llamó el “narrador ideal para entender con objetividad una realidad convulsa”. Alma Guillermoprieto, admirada por ambos antes de conocerla, dijo que Javier Valdez “se erigía como algo parecido a un héroe entre sus colegas jóvenes. ”Ismael Bojórquez, quien más lo conocía, escribió en Altares en la edición siguiente a su muerte: El miércoles nos reunimos en Ríodoce para planear, en medio del llanto y la pesadumbre, la próxima edición. Creía conocer a todo el equipo, uno por uno; desde los reporteros y el personal administrativo hasta los encargados de la web y las redes sociales. Pero no. Son todos y cada uno mucho más grandes y fuertes de lo que yo pensaba. La flaqueza solo se reflejaba en lágrimas por el dolor del compañero que habían asesinado, pero nunca por el compromiso que teníamos enfrente. Nadie preguntó si seguíamos o no. Todos lo dimos por hecho.” Jon Lee Anderson escribió en New Yorker: “Valdez era un hombre cálido y divertido. Era tan querido por sus colegas que su asesinato levantó una ola de dolor e indignación sin precedentes.” Diego Enrique Osorno dijo: “Javier conocía todos los códigos del mundo oscuro. Era osado pero no irresponsable.” Juan Cruz escribió en El País: “…el periodismo hoy puede ser, en muchos casos, un zapato sin suela, y así no pueden ser los zapatos. El periodismo calza la realidad, la retransmite; por eso se burlan de él o lo matan. Javier Valdez tiene ahora el nombre del oficio, lo lleva en su solapa rota, en la sangre que deja, en ese sombrero que alguien alza del suelo sucio, un símbolo humilde o veraniego de su última vestimenta, el azar de su mortaja.” Luis Hernández Navarro, en la Jornada que también fue su casa: “Para Javier Valdez Cárdenas, contar el mundo del narcotráfico, esa sucursal del infierno en la tierra, era como ser un nuevo Pípila cargando una enorme losa sobre las espaldas. Era su tarea como periodista. Para él, era eso o hacerse tonto.” Raúl Trejo Delarbre, teórico de la comunicación, escribió: “Nadie como él describió con tanto detalle la vida bajo la hegemonía del narcotráfico. Por esa perspicacia narrativa, y por el valor que demostraba, recibió premios internacionales. Era muy apreciado entre sus colegas por la solidaridad que tenía con otros periodistas.” La escritora Magali Tercero escribió en Confabulario de El Universal: “Tres soledades se presentan en estos días: la soledad de la prensa, la soledad del poder y la soledad del ciudadano. La primera, más visible que nunca, ante el asesinato, a pleno sol y en pleno centro de Culiacán, de Javier Valdez Cárdenas, cofundador del semanario Ríodoce y cronista fundamental del narcotráfico en Sinaloa.” Angelina Zamudio en Noroeste, otra casa: “Javier Valdez. El bato. El morro. El compa. El atrevido. El sociólogo que estudió en la UAS. El músico del grupo Culpegualt, a quien conocí a finales de los ochenta o principios de los noventa. El candidato de partido de izquierda. El de las noticias en Canal 3. El reportero rebelde de Noroeste. El fundador del semanario Ríodoce. El autor de la columna “Malayerba”, “la cereza del pastel”, le decía yo. El de los libros sobre las reinas y los plebes del narco. El que salía en la tele con Carmen Aristegui o Susana Zavaleta. El que presentaba libros en la FIL y en todo el país. El que recibía reconocimientos en Nueva York. El que desayunaba entre semana en el Bistro y se tomaba el café con los compas los sábados en Los Portales. El que tenía una esposa cómplice: Griselda, su gran compañera. El papá orgulloso y feliz. El cliente distinguido de la cantina El Guayabo…”El querido Alejandro Almazán, todo sentimiento: “Echo de menos tus pinches ocurrencias (¡Se-gu-ri-dad!, gritabas en el Guayabo, en la redacción de Ríodoce y en donde uno menos lo esperaba, como sucedió una vez a mitad de la presentación de un libro). Recuerdo tus chistes desvergonzados que me hacían reír apenas empezabas a contarlos y también extraño tus berrinches, como ese día en Puebla que olvidaste tu mochila y perdiste el vuelo a Culiacán; tan encabronado estabas que cuando mandaste todo a la verga se nos hizo que eso quedaba lejísimos.” Francisco Javier Valdez Triana le dijo al oído: “Medio siglo luchaste por muchos, diste lo que tenías, nos entregaste lo más humano de ti a nosotros, tus hijos, y a mi hermosa madre. Ahora, ¿quién me ilustrará, quién me regalará libros a montones, quién me abrazará como tú lo hiciste, quién me aplaudirá en mis logros, quién me brindará el amor tan cálido?…No dejemos a mi padre solo, él ocupa la ayuda de todos. Es todo lo que les pido.”
Margen de error
(Sin palabras) Además de las palabras están los dibujos, murales, monos y fotografías, los artistas que con otro lenguaje recuerdan a Javier Valdez. Está el Javier del Dante y El Feis, un Javier de frente, entero, risueño, toda vida, casi hablando. El Javier del AVC (un abrazo al Vargas en medio de las amenazas), en la boca del lobo sentado, escribiendo, lanzando a la garganta unas historias en avioncito de papel. El del Bobadilla, remando en un barco de papel o cuando el Ñacas y El Tacuachi le roban el premio del CPJ para llevarlo a otra pared.
Mirilla
(Los días) A lo largo de estos cuatro años he intentado aproximarme a Javier Valdez de una manera distinta, releyendo sus textos, hablando con amigos mutuos y lectores.
2017: “Hay un mosaico de este México que fuiste armando minuciosamente con cada piececita. Escuchándolos a todos. Una herida de sangre salpicando, que no cicatriza nunca. No sabes cómo sacudirte tantas historias, y al mismo tiempo quieres más. Inconforme, siempre, te propusiste ser todos ellos: un desaparecido, un buscador impertérrito, un desplazado de tu tierra, un huérfano, un herido, un muerto.”
2018: “La madurez del trabajo periodístico de Javier Valdez…ofrece entonces estos capítulos seriados de la narrativa del México contemporáneo. Fragmentaria y huidiza esa realidad, necesita del sabueso que la persigue como esas mujeres que inquebrantables siguen rastreando a sus hijos desaparecidos (Levantones); necesita de la empatía de quien encara a la generación marcada por la violencia, quienes más que testigos son carne de cañón (Los Morros del narco)…
2019: “Su crimen, como el de Buendía tres décadas atrás, es otra prueba del poder de las palabras. Escritas en papel, nadando entre las redes del internet, o simplemente dichas en una plaza, o en el desierto.”
2020: “La pandemia frustró proyectos y planes. Cortó y corta vidas de tajo. Muchos se la siguen jugando todos los días para sobrevivir, cuando se impone una pausa. Ni en el peor de los escenarios posibles alguien pensó que en mayo de 2020 todo esto estuviera pasando.”(PUNTO)
Columna publicada el 16 de mayo de 2021 en la edición 955 del semanario Ríodoce.