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ALFONSO DURAZO. Perdido en la soberbia.

Dos semanas después de haber asumido el poder la autoproclamada cuarta transformación, el secretario de Seguridad Pública, Anfonso Durazo, dijo, afirmó, aseguró y hasta presumió, que en 180 días se estarían viendo los resultados en materia de seguridad; que ya se había derramado demasiada sangre, que se había puesto énfasis en la capacidad operativa de las organizaciones del crimen y que ellos se enfocarían en el dinero.

Ya pasó la mitad de ese tiempo fatal que él mismo se puso y hasta dijo, no sin presumir, que al presidente lo respaldaban 30 millones de votos —como si eso fuera garantía para que una estrategia de seguridad funcione.

Había euforia, acababan de asumir el poder y se sentía el secretario en los cuernos de la luna. Estaban en el Encuentro Nacional para la Construcción de Paz y Seguridad y se podía prometer hasta el desvarío. Pero el primer corte de caja fue rojo. Tuvimos más homicidios que en el diciembre anterior. Luego supimos que enero también y ahora que febrero. Es decir, que la violencia en vez de disminuir está creciendo en México; los cárteles de la droga siguen operando sin cesar, traficando al mercado norteamericano y para todo el mundo. Y, lo peor, reforzando sus redes criminales para regentear el mercado interno, que es el que más violencia produce. Crecen en todo el país los delitos del secuestro y la extorsión y las expresiones bélicas de los delincuentes son cada vez más pavorosas (como esa grabación que ellos mismos hicieron de un ataque a un taller mecánico de Guanajuato).

En conclusión, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador no ha resuelto en nada el grave problema de inseguridad que padece el país. Y lo peor, que éste se ha incrementado. La guardia nacional es una solución de mediano y largo plazo, conjuntada con otras acciones. Pero en el corto plazo, que es lo que nos está matando, el gobierno no ha hecho nada distinto de lo que hemos visto durante tres sexenios, al menos. Nada diferente. Por eso los muertos se amontonan en las esquinas y mantienen esa curva en ascenso, macabra y cruel. Los llamados de Andrés Manuel al “amor y paz” puede tocar algunas conciencias, pero no las de los narcos; esos no tienen madre ni color ni partido ni conciencia; los guía el negocio, el dinero, los dividendos y sus herramientas son el terror, la muerte, el soborno. Esta es la realidad, la que se vive y sufre en las calles y la que se refleja en las estadísticas.

Me pregunto qué dirán cuando el tiempo se les vaya acabando. ¿Seis meses? Fue un exabrupto pedante del secretario ¿en qué estaba pensando? ¿No habla esa actitud, en todo caso, de su ignorancia en el tema? Pues si es así que malo. En todo caso sería mejor una postura prudente, ecuánime, más de estadista que de político de banqueta, de esos a los que nos acostumbramos durante décadas de engaños y demagogia. ¿Pues no se trataba de acabar con eso?

No hay un tiempo contado para acabar con la violencia. Ni fechas para que inicie la cuenta regresiva de los homicidios. Todo dependerá de acciones eficaces del gobierno, de la coordinación con los estados, de la depuración de las policías, de la guardia nacional que asoma, de salvar brechas de desigualdad en el país, de oportunidades para los jóvenes. Sí, de todo eso. Pero no hay un tiempo contado ni habrá mientras a las redes criminales no se les combata de frente. Que no haya una bola de facinerosos atacando una casa y grabándose con aquel cinismo como si estuvieran filmando para una serie de NETFLIX. Esto es el colmo. Y si no hay aquí un estado criminal como trasfondo —como sí podía decirse en otros momentos—, lo que sí puede afirmarse es que hay un estado omiso e inepto.

“No somos iguales”, dijo esa vez el secretario sonorense. ¿Dónde escuché esa frase? Pues si no son ojalá que no resulten peores. Porque una cosa es tener buenas intenciones y otra no saber cómo hacer las cosas.

Bola y cadena
HAY QUIENES PIENSAN QUE NO HAY MEJOR POLÍTICA de masas que preocuparse por lo individuos, pero eso no lo han entendido los que ahora nos gobiernan desde la cuarta transformación, cuyo centro de atención son ellos mismos, no la gente a la que deben representar sin distingos de ninguna índole ¿Qué está haciendo el Químico Benítez en Mazatlán, por ejemplo, para esclarecer el caso del joven desaparecido, Luis Roberto Ramírez Sandoval, y que había sido levantado por elementos de la policía municipal en una patrulla oficial? Un gobierno distinto se identificaría con actitudes distintas. Pero parece que aquí no hay ninguna diferencia.

Sentido contrario

DESDE QUE RAÚL ELENES FUE NOMBRADO titular de la Comisión Nacional de Pesca, la dirigencia estatal de Morena quedó acéfala. Entonces no hay un dirigente formal con quien los diputados locales, la militancia, los simpatizantes, puedan compartir esfuerzos, hablar, reñir, reclamar o tomarse la selfie. Otros estados están en la misma situación y el Comité Ejecutivo Nacional del partido ha estado resolviendo casos similares. En la pasada reunión del 19 de febrero, por ejemplo, resolvieron los casos de Puebla —donde habrá elecciones—, Aguascalientes, Durango, Quintana Roo, Tamaulipas, Oaxaca y Veracruz. Y hasta representante del INE se nombró. Sinaloa, al parecer, quedó pendiente para una reunión que se llevaría a cabo este fin de semana. Morena necesita institucionalizar su actividad, por ley y por conveniencia propia. Y es evidente que en Sinaloa, tratándose de línea política, los morenistas no tienen hacia dónde voltear.

Humo negro
MAZATLÁN HUELE A MEADOS, PERO NO IMPORTA: que la gente disfrute el carnaval y el miércoles expíe sus pecados.

Columna publicada el 3 de marzo de 2019 en la edición 840 del semanario Ríodoce.