Los riesgos de negarse a reprimir en Nicaragua
por: María Verza/Enviada en 13 agosto, 2018
En julio, un vídeo desgarrador divulgado por los medios nicaragüenses mostraba a una mujer, Fátima Vivas, hablando a la prensa deshecha en llanto por el asesinato de su hijo. Según contaba, era un policía que estaba “en la brigada especial antimotines, porque tenía un curso, entonces lo agarraban para mandar a matar a la gente y me decía, mamá yo estoy en contra de eso”. Sin embargo, no pudo salirse porque le habían amenazado con matar a su familia si dejaba la policía. “Y qué casualidad que antier hablé con él y ayer lo matan”, explicaba la mujer casi ahogándose en sus propias lágrimas mientras esperaba que le entregaran el cadáver.
El 2 de agosto, a plena luz del día, paramilitares encapuchados y armados se llevaron de una casa de Managua a Tomas Maldonado, un mayor retirado y ex dirigente regional del FSLN. El exmilitar, según contó su hija, Yesenia Maldonado, estaba con otros familiares en esa vivienda que es de su hermana porque había ido a hacerse un tratamiento médico. Hasta una semana antes, vivía en Jinotepe.
Maldonado había dejado el ejército tras la derrota del Frente en 1990. Luego se dedicó a la política hasta que en 2007 optó por la religión. “A él lo llamaron para participar en esta represión pero él dijo que su único jefe era Dios”, explicó la mujer que ha recorrido cárceles y centros de detención sin que le sepan dar información sobre su paradero. Su único delito “fue orar con los jóvenes en los tranques”.
Ahora su familia espera respuestas.
En un comunicado de esta semana, la Alianza Cívica pidió al gobierno el cese de la represión, la libertad de los presos políticos e información sobre las personas que están desaparecidas.
Artículo publicado el 12 de agosto de 2018 en el edición 811 del semanario Ríodo