Cortesía/Río Doce/Felipe Vázquez.
José Revueltas es de los pocos escritores mexicanos que han alcanzado la intensidad y la tensión de la poesía en diversos pasajes de su narrativa. En sus novelas y cuentos, e incluso en sus crónicas y ensayos, hay fragmentos que son notables poemas en prosa. Esto ha sido señalado por varios estudiosos de la obra revueltiana —ya es un lugar común, como bien dice José Manuel Mateo—, pero sería una excelente contribución que alguien hiciera una antología de esos poemas en prosa; dicha obra nos daría una nueva forma de abordar la obra del autor de El luto humano.
Quiero señalar también que Revueltas tiene poemas en prosa hechos y derechos. Me refiero al libro Material de los sueños, y en particular a los textos que integran el capítulo del mismo título: “Virgo”, “El sino del escorpión”, “La multiplicación de los peces” y “Nocturno en que todo se oye”, poemas que no desmerecen estar en una rigurosa antología del poema en prosa. Me parece un acierto que Luis Ignacio Helguera haya incluido “El sino del escorpión” y “La multiplicación de los peces” en su Antología del poema en prosa en México. Pienso incluso que la novela El apando podría considerarse, igual que Pedro Páramo de Juan Rulfo, un extenso poema en prosa.
Estas notas rápidas sobre la condición poética de la obra revueltiana son un contexto para hablar de los poemas en verso de Revueltas que fueron incluidos en Las cenizas (tomo once de las Obras completas editadas por Era) y publicados como poemario en una bella edición por José Manuel Mateo con el título El propósito ciego. Como muchos narradores, Revueltas empezó por escribir poemas en verso y no dejó de escribirlos toda la vida, no obstante que dicha producción fue muy breve. El segundo poema de este volumen data de octubre de 1934, el autor tenía 20 años y se hallaba recluido en el penal de las Islas Marías; y el último está fechado en 1974, dos años antes de su muerte.
Los pasajes de narrativa y de prosa reflexiva donde Revueltas toca la poesía están íntimamente trabados con el sufrimiento, la soledad, el abandono, la orfandad, lo abyecto, la fatalidad: situaciones donde los personajes tocan los límites de la vida, la intensidad trágica de la vida en su continuo acabamiento. Este juicio puede aplicarse también a los poemas en verso, pero con esta especificidad: aquí no hay personajes ni narrador en tercera persona, no hay distanciamiento; hay un yo lírico que se identifica con el autor y los poemas aparecen como la enunciación de una conciencia trágica, órfica, desolada.
José Manuel Mateo dispuso el poema “El tiempo y el número” al principio del libro: esta decisión editorial me parece correcta si consideramos que se trata no sólo de uno de los mejores poemas de Revueltas sino que cifra su poética. En este poema el mundo se desrealiza con una intensidad quizá mayor que la de la vida misma, la conciencia de la muerte da testimonio del acabamiento de las cosas e incluso transforma los recuerdos: “los retoca con la compasión”. Y al final: “Llegará ese día en que ya no tengamos / el cuerpo disponible y en que todo / lo pasado no sea sino un largo vacío”. El sentimiento de la nada pasa de las cosas (donde “el amor mismo es una cosa”) al orbe de la conciencia:
Todo ello vuelto a ser en nuestra nada
vencida, hombres sin cuerpo
con los que intentaremos recubrir
una sorda vida distante y acabada
en la que fuimos nosotros mismos
otra cosa también.
La conciencia de una cosificación universal que incluye a la conciencia misma sugiere un universo irrespirable, agónico, pétreo; pero, en un segundo movimiento, la conciencia de la cosificación de la conciencia abre una puerta hacia la vida consciente de sí, hacia la vivacidad.
El comunismo militante de Revueltas parece contradecir la visión nihilista de varios de sus poemas, pero hay que decir que fue más allá del nihilismo y que su concepción de una utopía social incluía la asunción de la nada, de la esencial inanidad del ser humano. A esta contradicción complementaria entre la vida y la escritura, Philippe Cheron le llamó con agudeza y en clave mística “El pesimismo ardiente”, pues no hay que olvidar que en la escritura del autor de Los días terrenales resonaba la potencia profética, fatalista y telúrica de la Biblia.
En el Propósito ciego hay un par de poemas de desamor que me gustan por su gran intensidad. Quiero citar “El encuentro”, poema que refiere el abandono, la ausencia de la amada, con una fuerza y una desolación que no cede al sentimentalismo:
Algo como una espantosa isla sin palabras donde nunca pude decir te quiero.
[…]
No lo olvides: una isla que me dejó náufrago y no quiso entender las únicas palabras que no le dije. Un mar que no quería dejarme, un enemigo mar, lleno de amor.
En silencio, sin voz, en mí estabas con tus brazos inmensos.
Hoy los toco y son como un imposible horizonte en que todo se ha perdido y no he de volverte a ver.
La isla como una imagen de la imposibilidad del amor, un espacio donde se siente aislado y náufrago, y donde no hay nada que pueda salvar esa distancia definitiva que lo separa de la mujer amada.
Para concluir estas notas, quiero citar los últimos versos de uno de los últimos poemas de Revueltas, titulado “Leyendo a Óscar Oliva” y que revelan ese pesimismo ardiente: “Sálvenme de este no ser / en perpetua agonía”.
Obras citadas
Cheron, Philippe, El árbol de oro. José Revueltas y el pesimismo ardiente. Ciudad Juárez: Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, 2003.
Helguera, Luis Ignacio, Antología del poema en prosa en México: México: FCE, 1993.
Revueltas, José, Material de los sueños. México: Era, 1974.
Revueltas, José, El propósito ciego. Edición de José Manuel Mateo. México: Adus / obranegra, 2001.
Artículo publicado el 17 de noviembre de 2024 en el suplemento cultural Barco de Papel del semanario Ríodoce.