Cortesía/Río Doce/Pedro Brito
El mazatleco Ramón Rubín fue un notable escritor del siglo XX que nos heredó, a los lectores de habla hispana, un rico tesoro literario compuesto por cientos de historias bien contadas, en las que se combinan de manera creativa realismo e imaginación, talento narrativo que se condensó en muchos cuentos y novelas que se nutrieron de su experiencia como viajero incansable, caminante permanente por el territorio, marinero de muchos puertos, observador de las tradiciones culturales de pueblos y comunidades, trabajador en diversas ciudades, amante de la naturaleza y admirador del paisaje.
Oriundo de Mazatlán, hijo de padre español y madre mexicana, nació en 1912 durante un período de agitación revolucionaria e inestabilidad política, causas por las que cuando tenía dos años, su familia lo llevó a España en busca de mejores condiciones de vida. Durante los siguientes años los vivieron en una marisma, en San Vicente de la Barquera en Cantabria.
“La marisma era para mis aficiones un verdadero edén: esta posesión se hallaba completamente aislada, rodeada de montañas. Teníamos muy poco contacto con la civilización, de modo que los siguientes seis años los viví muy aislado. Pero era feliz, pues la marisma era de un encanto bucólico extraordinario”, recuerda en sus memorias.
Rubín estudió en un colegio de frailes agustinos donde cursó el bachillerato durante cinco años en que sufrió por los duros métodos de enseñanza y disciplina de los frailes contra los cuales el joven Rubín se rebeló y fue expulsado poco antes de que su familia decidiera regresar a Mazatlán en 1929.
Ya en Mazatlán, siendo Rubín un joven de 17 años, dos acciones fueron relevantes para su formación como escritor, la realización de un curso de mecanografía que entre otras cosas le permitió escribir como ejercicio escolar su primera novela y la lectura que hizo de un paquete de libros que le vendió a crédito el dueño de la única librería que había en el puerto. Entre los autores que leyó menciona a Balzac, Zola, Mauppassant, Gogol, Mark Twain, Dostoievski, Tolstoi y Turgeniev, además de Kant, Schopenhauer, Hegel, Marx, Engels, Nietzsche, Bakunin, Lenin, Trotsky y Darwin.
Las necesidades económicas de su familia empujaron al joven Ramón Rubín a trabajar en distintos empleos para ayudar con los gastos domésticos, pero uno de sus anhelos fue el de ser periodista, sobre todo para poder publicar sus relatos, por lo que intentó contratarse en los periódicos de la ciudad de México, pero no le dieron la oportunidad, aunque su acercamiento le sirvió para darse a conocer como cuentista primero en el periódico El Nacional y después en la Revista de Revistas.
En la lucha por la vida no se mantuvo quieto, sus empleos lo llevaron a conocer muchos lugares, recorrer pueblos y ciudades en una extensa geografía, tanto de México, España y otros países, lo que le permitió conocer gente de diversos orígenes sociales y étnicos, entender sus costumbres y recopilar las anécdotas de viaje que le contaban los nativos, que escribiría como historias, relatos sencillos al principio, cuentos más complejos y novelas con universos temáticos más amplios, sin dejar de escribir artículos para el periódico y monografías sobre las regiones en que vivió.
Una vertiente de la narrativa de Ramón Rubín trata sobre la cultura y las tradiciones de los pueblos indígenas de distintas regiones de México, en cuentos y novelas donde aborda la problemática que viven los pueblos originarios seleccionados por el autor, a partir de las visitas y recorridos que realizó por esos lugares, lo que le dio material de primera mano para nutrir de realidad a sus escritos con la detallada descripción del paisaje, las características del entorno en que se ubican, el tipo de territorios en que se desplazan, la manera en que se muestra la naturaleza, el lenguaje con el que se comunican los pobladores, sus mitos y creencias, todo ello a través de una prosa fluida, no exenta de retórica poética, con la que se teje la trama y los personajes de las historias que cuenta en sus libros.
Dentro de sus novelas que narran tramas contextuales en territorios indígenas sobresalen El canto de la grilla que aborda la etnia de los coras, La bruma lo vuelve azul que alude a la cultura de los huicholes, El callado dolor de los tzotziles con temática de ese grupo indígena en Chiapas y Cuando el táguaro agoniza, que se refiere a una tradición cultural de los indios pimas en el norte de Sonora.
Una parte de los más de 500 cuentos que escribió Ramón Rubín, narran historias que ocurren en muchos pueblos indios como los yaquis, los mayos, los rarámuris, entre otros.
De sus libros de cuentos van algunos títulos: Cuentos del mundo rural mexicano (1942), Diez burbujas en el mar (1949), Cuentos del mundo mestizo (1985), Cuentos indios (1954), El hombre que ponía huevos (1960), Las cinco palabras (1969), Navegantes sin ruta (1983), Cuentos de la ciudad (1991), Cuentos de mar y tierra (1998) y Casi cuentos en salsa chirle (1991).
Hay mucho que aprender de la literatura de Ramón Rubín, un creativo escritor mazatleco que falleció en Guadalajara en 1999. Promover entre las nuevas generaciones la lectura de sus cuentos y novelas, fundar círculos de estudios para analizar su aporte al campo de las letras, reeditar nuevas impresiones de sus libros con tirajes masivos, son actividades culturales necesarias para evitar que su trabajo como narrador y humanista se pierda en el olvido.
Artículo publicado el 18 de agosto de 2024 en la edición número 03 del suplemento cultural Barco de Papel.