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La Vida y la Muerte

José Antonio Ríos Rojo/Río Doce

Nos dice el historiador británico, Lawrence Stone, que algunas de las construcciones más gigantescas, lo mismo que algunas de las obras de arte más espléndidas y extravagantes y algunos de los rituales más complejos se han consagrado al entierro, al alojamiento y al equipamiento de los muertos, como una preparación al viaje del alma más allá de la tumba.

Ya por el año 50 mil A.C., el hombre de Neanderthal enterraba a sus muertos con flores, y por el año 7 mil A.C. florecía en Jericó un refinado culto a los antepasados.

Nos quedamos asombrados al contemplar las pirámides de los faraones de Giza, el gigantesco montículo funerario de Silbury Hill —la más grande estructura hecha por el hombre en Europa—, la imponente tumba piramidal del alto sacerdote en las espesuras del bosque chiapaneco en Palenque, las tumbas en forma de colmenas de Micenas y las grandes tumbas megalíticas de múltiples cámaras en los largos montículos del noroeste de Europa. En México son famosas las tumbas en las pirámides de los mayas, Palenque, por ejemplo.

Nadie escapa de la muerte. El día de los muertos es una festividad en todo el orbe que viene desde hace muchos siglos, desde lo más profundo. Honrar a los muertos, a la muerte, a nuestros muertos. Honrarlos es tenerlos presente, invocarlos. Vivirlos.

La 63 legislatura del Congreso del Estado de Sinaloa celebró esta fecha del día de los muertos, que en realidad es una fecha del día de la humanidad, con un altar construido con las manos de los trabajadores del Congreso. Se recordó al periodista Javier Valdez, al historiador Jorge Verdugo Quintero, a Carlos Niebla Camacho, al artista Roberto Pérez Rubio y a otros periodistas, como recordamos a nuestros muertos del 68, y a otros. Recordarlos es vivirlos, es vivir a todos nuestros muertos.

Una cosa es la muerte natural, y otra es la muerte impuesta, la muerte que trunca vidas y nos agravia como sociedad. Javier sabe de qué hablamos. Nuestros muertos del 68 también lo saben. Nos indigna esa muerte.

Para los pueblos originarios la muerte no genera angustias. La muerte es un homenaje a la vida. Como lo legara el poeta Mario Benedetti: La muerte es sólo un síntoma de que hubo vida.
No aceptamos la muerte impuesta, la muerte violenta, no la aceptamos. Del recuerdo de los periodistas muertos resulta una convocatoria para impulsar políticas por la libertad de expresión y la plena vigencia de los Derechos Humanos.

No hay democracia sin la verdad. La Legislatura 63 se compromete a crear una Ley para la Protección de los Periodistas, y todo lo relativo a la libertad de expresión y la dignificación de la vida y la profesión de mujeres y hombres dedicados a informar. Desde la legislación se debe contribuir para dignificar la vida y los quehaceres de los periodistas.

E-mail: riosrojo@hotmail.com

Twitter: @riosrojo

Artículo de opinión publicado el 4 de noviembre de 2018 en la edición 823 del semanario Ríodoce.