JUICIO EN BROOKLYN. Entre la expectación y el morbo.
Altares y sótanos/Ismael Bojórques/Río Doce
Como se esperaba, el llamado “juicio del siglo”, que se sigue contra Joaquín Guzmán Loera en una corte federal de Brooklyn, ha iniciado en medio de acusaciones por lo menos espectaculares de la defensa y de señalamientos extraordinarios de hasta ahora el testimonio más importante que han presentado los fiscales, esto es, el de Jesús Reynaldo Zambada García, hermano de Ismael Zambada, el Mayo.
Jeffrey Lichtman, abogado del Chapo, dijo que su cliente no era el líder del Cártel de Sinaloa, sino el Mayo Zambada. Y en una acusación insólita, afirmó que el presidente Enrique Peña Nieto y el ex presidente, Felipe Calderón, habían recibido sobornos del cártel, en particular de Zambada García.
Los fiscales presentaron los testimonios de un ex agente aduanal norteamericano y otro ex agente de la DEA, pero el testigo principal de la primera semana del juicio fue el Rey. Zambada García, extraditado a los EU en 2012, hizo una relatoría pormenorizada de cómo funciona el cártel, sus relaciones entre los diferentes líderes —casi todos cabezas de familias como los Zambada, Esparragoza, Beltrán, Guzmán, Coronel…—, la compra de favores a gobernadores, jefes policiacos y militares, a funcionarios de la PGR, incluso a la Interpol.
La declaración del Rey Zambada es en sí misma una crónica fabulosa de lo que ha hecho el Cártel de Sinaloa en los últimos lustros, bajo el liderazgo de su hermano y del Chapo. Siempre se ha dicho y especulado sobre la gran corrupción que impera en las esferas del Gobierno cuando se habla de narcotráfico, pero que lo declare y sostenga con lujo de detalles un hombre como el Rey Zambada, durante el juicio más importante del siglo hasta ahora, es sencillamente espectacular.
Pero hay que desdoblar su testimonio. Aceptó, en una de las sesiones en la corte, que había llegado a un acuerdo —no precisó la fecha— con el gobierno norteamericano porque quería reducir su condena; dijo que había aceptado colaborar con los gringos a cambio de la benevolencia del juez. Por ello la seguridad con la que hablaba, como quien responde un cuestionario con un “acordeón” en la mano. Y por ello también la “familiaridad” del Rey con los fiscales, con quienes intercambió algunos juegos verbales.
Hasta ahora, la fiscalía parece haber tendido un cerco de probanzas contra el Chapo muy sólido. Sin embargo, esto apenas empieza; la defensa todavía no interroga a los testigos que han pasado por la sala y es probable que no sea el Rey el principal de todos; quedan en la lista algunos narcotraficantes colombianos pero también Vicente Zambada Niebla —hijo del Mayo— y Dámaso López Núñez, quien fue sublíder en la organización del Chapo durante mucho tiempo.
El testimonio de Vicente pudiera darle un giro al juicio, pues él argumentó en su propio proceso, que se llevó a cabo en una corte de Chicago, que estuvo traficando drogas con el permiso de la DEA —hay que recordar que cuando fue detenido en CDMX en diciembre de 2009, acababa de estar en una reunión con dos elementos de esta agencia en el hotel Sheraton. Cuando lo hizo, esgrimiendo una figura legal llamada “autoridad pública”, el caso se entrampó y fue sellado por cuatro años hasta que se declaró culpable bajo un acuerdo previo con los fiscales, para obtener una pena máxima de diez años de cárcel, según declaró su defensa.
Parecería un guion de cine, pero el hecho de argumentar que el Chapo no es el líder, sino el Mayo y que los testigos principales sean familiares del capo del Álamo —un hijo y un hermano— serían el trasfondo para que Guzmán Loera, en su momento, llegara a un acuerdo con los fiscales para acogerse al programa de testigos protegidos, sin exponerse como un hombre débil. No hay que olvidar que el narcotráfico no es una causa para ellos, sino un negocio. Y que llegará el punto en el que el hombre que está ahora en el banquillo tendrá que hacer un cálculo de costo-beneficio. Y no creo que opte por inmolarse en una corte de los Estados Unidos ¿en nombre de qué o de quién lo haría? Y entonces vendría el acto final de la historia: un acuerdo. Se justificaría el Chapo y se justificarían los gringos diciendo que el enemigo público número uno ahora es el Mayo Zambada. Y que siga la fiesta.
Bola y cadena
AUNQUE ASÍ HAYA SIDO, NO SERÁ fácil —ni creo que quieran hacerlo— demostrar que un presidente o ex presidente de México fue sobornado por un cártel de la droga. Pueden llegar hasta allá los acuerdos del hampa con el gobierno pero comprobarlo es otra cosa. Cuando detuvieron al Chapo Guzmán en el hotel Miramar de Mazatlán, en febrero de 2014, supimos que había mucho malestar en los jefes del Cártel de Sinaloa. La razón, nos dijeron, es que existían acuerdos con el gobierno federal que se habían traicionado.
Sentido contrario
A CASI DOS AÑOS DE HABER ASUMIDO el poder, puede decirse que Quirino Ordaz Coppel ha sido un gobernador de claroscuros. No ha tenido escándalos de corrupción aunque su ansiedad por hacer obra pública —remodelaciones, puentes, etc.—, lo pone en el ojo público. No se le han disparado los índices delictivos aunque los muertos y los hechos violentos están a la orden del día. Perdió su partido casi todos los espacios de elección popular —y esa es una loza que él trae en la espalda—, pero mantiene buen nivel de interlocución con los que llegaron. Le quedan tres años y ya está remando en contra. Más lo que viene.
Humo negro
LEÍ LAS DIEZ PREGUNTAS DE LA PRÓXIMA consulta de AMLO y la pregunta es: si ya 33 millones de mexicanos votaron por esos proyectos que se anunciaron durante su campaña ¿Con qué objeto se ponen de nuevo a consideración en una consulta patito? No entiendo.
Columna publicada el 18 de noviembre de 2018 en la edición 825 del semanario Ríodoce.