Ismael Bojórquez/Río Doce
El mismo nombre suena como una burla: Valle alto. Y los nombres de las calles y parques: Valle bonito, Valle encantado, Valle sereno, Valle del lago… y hasta Valle de la búsqueda. En realidad es uno de los fraudes inmobiliarios más evidentes que se han cometido en Culiacán. Construido entre la carretera Culiacán-Culiacancito y el Río Culiacán, aguas abajo, cada vez que hay una lluvia que sobrepasa los 100 milímetros el agua llega a cubrir completamente vehículos y la mitad de muchas casas. Pasa por un lado del dren Bacurimí, que baja con furia desde la parte alta norte de la ciudad, hasta caer al río, un kilómetro y medio adelante.
Si el dren se rompe en algún punto una vez que cruza la carretera, la tragedia se multiplica. Así fue durante el huracán “Manuel”, hace cinco años y así fue ahora, con este meteoro que nadie vio hasta que teníamos el agua literalmente hasta el cuello.
Las tragedias que hemos estado viviendo en las ciudades de Sinaloa en los años recientes tienen que ver, sí, con la fuerza de los huracanes y tormentas que nos azotan, pero también con el pésimo desarrollo urbano que padecemos y, por supuesto, con la gran corrupción que existe en la autorización de los nuevos asentamientos. Valle Alto, en este caso, nunca debió ser autorizado, pero la inmobiliaria que lo construyó y sigue haciendo apéndices en la misma zona, es propiedad de uno de los grupos económicos más poderosos de Sinaloa: Coppel.
El fraccionamiento fue entregado al ayuntamiento hace 12 años sin haber cumplido aspectos del reglamento urbano que son básicos, como el drenaje, y así fue aceptado. Y al final la componenda entre empresa y municipio resultó criminal pues ya son al menos dos tragedias las que ocurren. Después del “Manuel”, que devastó el sector, Fincamex construyó una vena de drenaje pluvial pero fue insuficiente, eso se demostró el jueves, cuando al menos 600 familias abandonaron sus casas y pertenencias para salvar sus vidas porque el agua empezó a subir rápidamente.
En Los Mochis ha ocurrido lo mismo desde hace décadas, pues hasta los sectores clasemedieros de la ciudad como la colonia Scally, se inundan cada vez que llueve fuerte y esto es porque las descargas de las tierras agrícolas caen al dren Juárez, que pasa por media ciudad, provocando saturación y desbordes cuando hay lluvias fuertes. Por eso la ciudad de Los Mochis queda prácticamente bajo el agua. Aquí también, después de los estragos que causó el huracán “Manuel” se hizo una obra de drenaje pluvial que tomó como eje la calle Heriberto Valdez, pero resultó insuficiente porque el problema es mucho mayor y nadie, hasta ahora, ha querido enfrentarlo con recursos.
Pero hay, en Sinaloa, una omisión criminal y que debiera considerarse punitiva: no existen en nuestras ciudades mapas de riegos que conozca la población porque las autoridades los meten debajo del colchón. Existen esos atlas, en algunos casos se ha pagado mucho dinero por su elaboración, pero no se hacen públicos porque simplemente afectaría los intereses de las compañías inmobiliarias —Justo lo que pasa en Ciudad de México con el problema de la actividad sísmica, que no se dan a conocer los atlas porque bajaría la plusvalía de las propiedades que se encuentren en las franjas sensibles ante los terremotos.
De acuerdo al Centro Nacional de Prevención de Desastres, los mapas de riesgos son instrumentos que sirven para conocer el territorio donde estás viviendo y qué peligros acechan. Pero nadie los quiere dar a conocer porque eso afecta intereses. Y entonces los gobiernos prefieren proteger a sus amigos y que la gente sea devastada en sus propiedades y pertenencias cuando llega un meteoro, para luego solicitar recursos del fondo de desastres de la Secretaría de Gobernación, cuyo destino nunca sabemos bien cuál es. Parece “política ficción”, ¿verdad? Pues no lo es. Y solo así se explica tanta “negligencia”.
Bola y cadena
NO ES LA PRIMERA VEZ QUE SUCEDE: cuando el huracán “Manuel” todos en el gobierno, empezando por los de Protección Civil municipal y estatal, decían que pegaría en Angostura y más al norte, cuando de repente llegaron los 400 milímetros de agua en tres o cuatro horas con los resultados que ya conocemos. En 1995, con el huracán “Ismael” pasó lo mismo pero fue más trágico, pues más de cien personas murieron en los estados de Baja California sur, Sonora y Sinaloa, entre ellos 60 pescadores que confiaron en una información que era errática y que murieron en el mar. Ahora también las lluvias nos tomaron por sorpresa dejando miles de familias damnificadas, pérdidas millonarias y personas muertas. Y entonces debemos preguntarnos quién o quiénes responderán por ello.
Sentido contrario
EN 2013 ME TOCÓ CUBRIR LAS SECUELAS del huracán “Manuel” y pude ver el drama de los damnificados, la angustia de la gente que carga con sus hijos buscando un refugio seguro, el llanto por los bienes perdidos, la desolación, la frustración, la rabia contra los que tenían la obligación de protegerlos y no lo hicieron. El jueves volví a los mismos lugares, las mismas calles, incluso, las mismas casas. ¿Qué deben hacer ellos para que la tragedia no se repita si no tienen más a dónde ir? ¿Qué podemos hacer nosotros?
Humo negro
LA SEMANA PASADA MATARON AL COMANDANTE Jesús Carrasco en la UAS. Estudiaba el séptimo semestre de la carrera de Derecho. Ya había sufrido dos atentados, uno en el trayecto de Los Mochis a Culiacán, cuando repelió la agresión de los matones del Chapo Isidro convirtiendo a los atacantes en atacados. El otro lo sufrió por parte de los Chapitos, en el fraccionamiento Montecarlo y en esa ocasión lo salvó la Marina, que acudió al llamado que hizo a través del botón de pánico. De muchos tanates, su historial está lleno de sangre, de ejecuciones extrajudiciales y de corrupción, como buen alumno de Jesús Antonio Aguilar Íñiguez. Ahora que alguien explique por qué un policía así andaba tan desprotegido.
Columna publicada el 23 de septiembre de 2018 en la edición 817 del semanario Ríodoce.