ISMAEL ZAMBADA. Un negociador bajo las sombras.
Muy pocos narcos en México han tenido la audacia de vivir por casi 40 años en medio de la persecución y la muerte, las drogas, las lealtades y las traiciones, las guerras internas y entre cárteles, los excesos y la soledad que conllevan el poder, la fama y la clandestinidad. Todo esto sin pisar la cárcel. Ismael Zambada García, el Mayo, es uno de ellos.
De las organizaciones del Golfo, Juan Nepomuceno Guerra murió en su casa a los 86 años, aunque estuvo preso por periodos cortos en varias ocasiones. De los capos sinaloenses, solo Eduardo, Lalo Fernández no pisó nunca la cárcel y también murió de viejo. Todos los demás fueron asesinados y, los que no, pagaron o están pagando con cárcel sus delitos. Son los casos de Pedro Avilés, asesinado en 1978 yendo para el poblado de Tepuche, muy cerca de Culiacán. Inés Calderón, que llegó a tener un poder inmenso, fue muerto por la Policía Federal en su casa de La Campiña, en marzo de 1988. Rafael Caro Quintero, vigente aún, estuvo 28 años en la cárcel acusado de narcotráfico y de haber participado en el crimen del agente de la DEA, Enrique Kiki Camarena. Don Ernesto Fonseca Carrillo y Miguel Félix Gallardo, coacusados del mismo delito que Caro, siguen todavía en la cárcel, don Neto cumpliendo condena en una casa por cuestiones “humanitarias”.
De la familia Cázarez, el más importante es Víctor Emilio y está preso en los Estados Unidos. De los Beltrán Leyva, Arturo fue “cazado” por la Marina en diciembre de 2009 y sus hermanos Alfredo y Héctor están presos; de los Esparragoza, Juan José, el Azul, se ha dicho que murió de un paro cardíaco en un hospital, aunque eso no se ha comprobado todavía. Estuvo preso. Los Coronel se derrumbaron luego de la muerte de Nacho, cazado en Guadalajara por el Ejército. Los Carrillo han sido una historia de dramas familiares a partir de la muerte de Amado Carrillo, el Señor de los cielos. Y de los Guzmán ni se diga: Joaquín Guzmán, el más célebre, está siendo procesado en una corte federal de Brooklyn, en Nueva York.
¿Por qué el Mayo no ha pisado nunca la cárcel? Tiene casi 40 años delinquiendo y, de esos, casi 30 en la cúspide, prácticamente desde que detuvieron a Miguel Félix en 1989. Una de las claves, sin duda, es su capacidad logística. Otra es la relación que ha mantenido, durante décadas, con la fuerzas del gobierno de todos los niveles. No hay ninguna carpeta del fuero común abierta en su contra. Muchas veces ha estado a punto de ser atrapado por el Ejército o la Marina pero siempre ha logrado escapar. No ha ocurrido lo mismo con sus socios más cercanos. Cuando mataron a Inés Calderón estuvieron juntos días antes y al ver que se les venía encima la policía Inés optó por quedarse en Culiacán y él por tomar una avioneta e irse al monte, su guarida principal. No ha ocurrido lo mismo con sus hijos, casi todos en la cárcel aquí y en los Estados Unidos. Igual que su hermano Reynaldo Zambada, extraditado en 2012. Y esto es tal vez su mayor pérdida, el costo más caro por estar donde está. Sobre todo la ausencia de Vicente, su primogénito, ahora testigo protegido de la justicia norteamericana.
Pero hay otra razón para que no haya sido tocado él en lo personal a pesar de los golpes a su estructura y a su familia, y es que ha sido un factor de equilibrio, un puente entre el gobierno y el cártel de Sinaloa. Y también con los gringos. No es gratuito que su hijo haya impuesto sus condiciones en el juicio que se le siguió en Chicago al grado de que, a pesar de que fue sentenciado —se desconoce la sentencia porque el caso se selló—, puso a la justicia norteamericana contra la pared obligándola a un acuerdo.
Pero la historia sigue abierta y no se sabe qué pasará, si seguirá protegido o se desatarán operativos para atraparlo. Lo dudo con la visión que trae el nuevo gobierno federal. Más aún porque hay muchos elementos para pensar que el Mayo jugó con “el viejito”.
Ahora tal vez no con dinero para los candidatos de Morena, como lo ha hecho históricamente con los del PRI en muchas partes de Sinaloa. Pero sí con la consigna girada a través de sus radios generales. ¿Se hubiera ocupado más?
Bola y cadena
LA SEMANA PASADA CIRCULÓ la versión de que el Mayo Zambada estuvo a punto de ser atrapado en un rancho cercano al poblado Limón de los Ramos. La noticia, que en horas circuló por todo el país, fue desmentida por la Secretaría de Seguridad Pública. Cierto o falso, no se esperaba que confirmaran la nota, menos que lo hicieran ellos. ¿El Mayo en el Limón de los Ramos? Extraño. En todo caso es una raya más al mito.
Sentido contrario
LA FISCALÍA FEDERAL QUE INVESTIGA el crimen de Javier Valdez solicitó tiempo para obtener la declaración de Dámaso López Núñez —extraditado recientemente a los Estados Unidos—, quien dijo ya extraoficialmente que la célula que perpetró el crimen pertenecía a su organización, pero que él no lo ordenó. Y entonces las preguntas son quién fue, quién se enojó con las notas de Javier, quién dio a orden, al mando de quién quedaron sus huestes.
Humo negro
LA IGNORANCIA ES LA CAUSA DE muchos males, y si se combina con desinformación o notas dolosamente falsas, suele ser criminal, como ha ocurrido recientemente en estados como Puebla e Hidalgo, donde fueron linchados tío y sobrino en un caso y una pareja en otra, bajo la creencia de que eran “robachicos”. Me hace recordar el episodio de San Miguel Canoa en 1968, unos días antes de la matanza del 2 de octubre. Hace 50 años, aquella vez instigados por un cura enfermo y ahora por las fake news. Qué triste.
Columna publicada el 2 de septiembre de 2018 en la edición 814 del semanario Ríodoce.