Jóvenes filipinos reaccionan con dolor mientras médicos les practican una circuncisión encima de varios pupitres en un colegio en Markina. (Francis R. Malasig / EFE)
Los niños, de entre 9 y 15 años, han esperado su turno tumbados sobre los pupitres de las aulas, convertidos en mesas de quirófano
Entre gritos de dolor de los pequeños, el personal médico ha ido llevando a cabo las operaciones
Con estos acontecimientos, las autoridades del país pretenden promocionar las intervenciones de circuncisión seguras, realizadas por personal formado
Unos 300 niños participaron este miércoles en una ceremonia de circuncisión conjunta en el distrito de Marikina, en la capital de Filipinas, un rito con el que se marcó el paso de los menores a la vida adulta.
En el colegio de primaria Fortune, los 300 menores, que disfrutan actualmente de sus vacaciones de verano, esperaban su turno tumbados sobre los pupitres de las aulas, convertidos en mesas de quirófano improvisadas.
Allí, entre los gritos de dolor de los pequeños, el personal médico cortaba con precisión y retiraba el prepucio de los chicos de edades comprendidas entre los 9 y los 15 años.
Con este tipo de acontecimientos, que se celebran cada año en varias localidades del país, las autoridades tratan de promocionar operaciones de circuncisión seguras, llevadas a cabo por personal formado y con los instrumentos adecuados.
En Filipinas, la ceremonia de circuncisión, conocida localmente como Tuli, es una tradición histórica considerada como un rito con el que los niños pasan a ser adultos y muchas veces es llevado a cabo por curanderos o personas no cualificadas con instrumentos improvisados o poco higiénicos.
La mayoría de los varones del país se circuncidan durante su juventud, y quienes no lo hacen son motivo de burla entre los filipinos.