Ciudadanos no se quieren involucrar en política porque tienen un prestigio que cuidar
Sabe Diego Valadés que los problemas que mantienen trabado al sistema político mexicano no son “de alta visibilidad”, mucho menos forman parte de las preocupaciones de los ciudadanos que apenas buscan sobrevivir en el día a día. Si a eso se le suma que la actual clase política de México está “ensombrecida por la ineptitud y la corrupción”, el resultado es un “dique insalvable que se llama régimen de gobierno centralizado, ese es nuestro presidencialismo”.
Valadés Ríos, Investigador de la UNAM y miembro de El Colegio de Sinaloa es un académico de toda la vida y acostumbrado a la cátedra, intenta siempre desmenuzar en lenguaje llano sus afirmaciones, en una visión mundial del funcionamiento de los sistemas políticos. En ese que es su terreno no cede ningún espacio:
“De gobernantes ineptos y corruptos se desprenden todos los demás males, sin que esto signifique una suerte de reduccionismo —dice el mazatleco—. No tenemos buena calidad de dirigentes, y no la tendremos mientras no tengamos un sistema de gobierno más competitivo.”
Para Valadés ésta es la clave: la estructura del poder, el sistema que se arma desde la Constitución: “No es un problema de así son los que nos gobiernan, no, no, así son las instituciones con las que ellos nos gobiernan. El poder se llena de mediocridad, y como el poder se ejerce de una manera muy críptica se llena de corrupción. No es que sean más perversos unos que otros, es que las circunstancias hacen que así se produzcan los hechos: mediocridad y corrupción. Se necesita por lo mismo ese cambio en el régimen de gobierno para que otra vez los mejores tengan acceso o interés por acceder al poder. En este momento hay mucha gente que ya no quiere participar en los procesos de poder. Porque tiene un prestigio que guardar, que cuidar. O porque simplemente no tiene en el poder las posibilidades de llevar a cabo una labor real porque al ver la forma en que se conducen los colaboradores, no pueden hacer nada que no se les autorice previamente.”
—En las reformas estructurales, Enrique Peña no se preocupó por el sistema político.
—Los problemas de la estructura de poder son más abstractos, esos les corresponden a quienes deben tomar las decisiones de cambio. Pero si las decisiones que se consideran prioritarias son las que tienen impacto económico y no las que tienen impacto político, temo que estamos lejos de llegar a un momento en el que podamos hacer cambios estructurales del sistema constitucional. Sin embargo, tampoco hay que negarlo todo: entre las negociaciones (del Pacto por México) figuraron dos que van a tener resonancia en el futuro. Uno, la reelección de los legisladores y otro la posibilidad de los gobiernos de coalición a partir de 2018. Esas reformas son importantes, pero no suficientes. Pero van en el camino adecuado. ¿Qué es lo que va a generar la reelección y qué es lo que va a generar la posibilidad de los gobiernos de coalición? Una mayor independencia de los legisladores frente a los aparatos duros de sus partidos. De manera que va a democratizarse un poco la estructura de los partidos, que con eso es suficiente en una etapa germinal. Y va a generar también una mayor relación entre el representante y el representado; finalmente los que aspiren a reelegirse van a cuidar sus distritos y el ciudadano estará más pendiente de lo que ocurre en su Congreso. Esto no va a ser automático, no va a pasar el 2019 pero será paulatino.
“El resultado va a ser mayores niveles de exigencia para el gobernante. De manera que estos dos factores (reelección y gobiernos de coalición) van a ser los detonantes de un proceso de cambio que nos va a llevar ‘ N´ años pero que sin duda vamos a tener”.
–El otro tema en que usted insiste es la crisis de liderazgos políticos en México.
—Los liderazgos los necesitamos siempre, porque son los que ayudan a mantener niveles de equilibrio en la relación entre los órganos del poder. Por ejemplo: no tenemos liderazgos en el sistema representativo, son muy pocos, sí hay algunos por fortuna que tienen peso y opinión propia, pero son poquitísimos… Entonces sí hay un sistema de equilibrios, de balance, de compensación, de control. No hay liderazgos en el Gobierno y no hay liderazgos en el Congreso. En el gobierno pues el único líder es el Presidente. Y tres o cuatro secretarios de Estado salientes, pero la mayor parte del gabinete es de una medianía clarísima que vive encerrada en el mutismo además.”
—¿Cómo podremos evitar una recaída en el exacerbado sistema presidencial mexicano?
—Hoy tenemos más canales de expresión los mexicanos, de análisis y de orientación a través de medios, de los que teníamos hace 20 años. Eso nos va a evitar una recaída en el presidencialismo convencional, arcaico, duro, en cuanto a sus prácticas, seguimos teniendo uno en cuanto al ordenamiento constitucional. Eso es lo que hay que cambiar, y entonces sí vamos a destrabar el último tapón que le queda al sistema político mexicano en cuanto a la democracia. Y cuando tengamos, entonces sí, un régimen de otro estilo, tendremos gobernantes con otras características y resultados de otros niveles y entonces sí empezaremos a ver soluciones eficaces para la pobreza y para la violencia y para la justicia y el bienestar social. No tenemos porque no ser un país que funcione institucionalmente tan bien como están funcionando Uruguay o Chile, en nuestra área hay democracias más eficientes: Colombia, Brasil, están por delante de nosotros en el orden de los rendimientos tangibles. Y cuando México tenga esa posibilidad de un buen diseño institucional, también nuestros resultados en otros aspectos van a ser, sin duda, sobresalientes.”