“Esta caravana ha sido la más satisfactoria porque, a falta de confirmar todavía algunos datos, hemos localizado a una decena de personas, algo que no es lo habitual”, explica a ELMUNDO Marta Sánchez Soler, la portavoz del Movimiento de Migrantes Mesoamericanos, organizador del recorrido. “La mitad de los casos son fruto de meses y meses de trabajo siguiendo todo tipo de pistas y que culminan ahora con el encuentro de las familias pero la otra mitad se han localizado directamente con el trabajo de la caravana, algo que no suele pasar pero nos hace muy felices”.
“México es un campo minado de fosas comunes pero nosotras los encontramos vivos”, añade una de las cuatro mujeres pioneras de esta iniciativa, Rosa Neli Santos, que se lanzó a la carretera por primera vez en 1999 para exigir a las autoridades que buscaran a sus seres queridos. Rosa Neli encontró a su sobrino, después de 17 años de incertidumbre, en 2010, en Tijuana, pero sigue buscando a los de sus compañeras.
Noveno recorrido
Este año la caravana celebra su noveno recorrido con una exigencia clara a las autoridades de México: que busquen a las decenas de miles de inmigrantes desaparecidos mientras intentaban llegar a EEUU y castiguen a los culpables que han cometido crímenes contra ellos. Pero mientras, con un trabajo minucioso e incansable, estas mujeres han localizado por su cuenta a 200 personas vivas. Como el hijo de María Avila, una hondureña de 74 años que se reencontró este mes con su hijo en Tamaulipas después de 19 años. O la salvadoreña Sonia León García que vio a su hermana por última vez cuando tenía 7 años y hoy, cuatro décadas más tarde, se abraza de nuevo a ella.
Según explica Sánchez Soler, con el paso de los años las caravanas tienen mayor apoyo de la sociedad civil e incluso de las autoridades (que este año, por ejemplo, las ofreció seguridad durante todo el camino) y los inmigrantes asentados en México han perdido el miedo a acercarse a ellas, lo que ha sido muy fructífero. Sin embargo, asegura que la situación de los migrantes al cruzar el país y de quienes les ayudan se ha complicado.
“Este último año ha sido el peor, se ha intensificado el acoso. En Guanajuato, por ejemplo, secuestraron a dos voluntarios de un albergue y los criminales exigían que les entregaran tres migrantes a la semana para dejarlos con vida. Y en Huehuetoca (al norte de Ciudad de México) salimos a balazos”, añade la activista.
El único informe sobre el acoso de los cárteles a los inmigrantes a su paso por México realizado por la Comisión Nacional de Derechos Humanos en 2011 arrojaba cifras escalofriantes: más 11.000 secuestros de indocumentados en solo seis meses. Además, el documento evidenciaba la complicidad de muchas autoridades en estos crímenes y la impunidad que empiraba ante ellos. Poco antes, México quedó impactado ante la matanza de 72 inmigrantes en San Fernando (Tamaulipas) en agosto 2010. Y la ONU alertaba recientemente de que el tráfico de personas era uno de los negocios más rentables para la delincuencia organizada.
“Las masacres no han cesado lo que pasa en que no son tan escandalosas. Siguen apareciendo fosas comunes con inmigrantes”, denuncia el padre Fray Tomás González, del albergue “La 72” de Tenosique (Tabasco).
Por ello, el movimiento trabaja también con grupos de antropólogos forenses que les están ayudando a la toma de ADN y a la identificación de restos.
Pero para las 45 mujeres que terminan hoy 16 días de recorrido por México lo importante son los vivos. Y por eso aunque la caravana concluye, el trabajo continúa. “Una novedad es que ahora vamos a trabajar con organizaciones de trabajadoras sexuales en todo el país para intentar entrar donde tememos que puedan estar muchos desaparecidos que han sido objeto de trata”, anuncia Sánchez Soler. Saben que es uno de los terrenos más peligrosos que les falta por tocar pero aseguran que nada las detendrá. “Una madre, no se cansa”, insisten.
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