ADN/OyT.- Dos tercios del aforo de la Monumental fue la entrada para la 11° corrida del serial. Se lidiaron seis astados de Teófilo Gómez de presentación y comportamiento variado. El menos malo del encierro fue el 3°, mientras que 5° y 6° fueron pitados en el arrastre. Se corrió un séptimo de regalo de Montecristo, soso.
Eulalio López Zotoluco: silencio en su lote y palmas en el de reagalo
Sebastián Castella: palmas y leves palmas
Diego Silveti: una oreja y silencio
Diego Silveti tuvo mejor suerte que sus alternantes con los de Teófilo Gómez, pero además estuvo reposado y eso le permitió hacer lo más importante de la undécima corrida de feria.
Acogió al tercero de la tarde por mandiles, luego tomó la sarga y toreo con suavidad, poco a poco los derechazos adquirieron temple y sabor, hasta entonces la faena había sido totalmente de pulcritud. Enseguida probó por naturales pero por ese lado el toro no era potable. Retomó la faena con las bernardinas ajustadas, dejó media espada caída y tras un descabello le fue concedida la única oreja del festejo.
Con el sexto de la tarde de plano no había nada que hacer, solo sus deseos y voluntad, pero ni duda cabe que la sosería causa tedio. Falló con el estoque y se fue en silencio.
Eulalio López “Zotoluco”, tuvo poca suerte con los sosos que le tocaron en su lote. El primero con peligro, sobre todo por el pitón derecho, se le colaba y todo quedó en deseo, mal con el acero y escuchó el silencio.
Luego el segundo, un toro de bonitas hechuras pero de apariencia sumamente juvenil, trató de alegrar en un quite por chicuelinas y después del puyazo se puso de rodillas para iniciar su faena de muleta; bien por doblones, Zotoluco intentó el molinete pero el toro se acabó pronto, ante esa embestida tan descompuesta el torero intentó, pero sin materia prima no había más que tirarse a matar, se puso pesado una vez más con la espada y regresó el silencio a sus oídos.
En definitiva, lo mejor que pudo mostrar hoy Sebastián Castella fue con el capote. Con el primero de su lote toreo con verónicas de calidad, con gusto. Después de la suerte de varas donde el toro de dolió, el torero se pasó al de Teofilo por chicuelinas ajustadas; de muleta con voluntad pero sin transmitir nada, se tiró a matar y dejó media caída para escuchar palmas.
El quinto de la tarde definitivamente no funcionó nunca, todo fueron intentos por parte de Castella que rápido terminó con ese cuento y escuchó leves palmas.
*Fotografías: Monumental de Aguascalientes