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La tonsura: la herida circular del poder y la obediencia

Durante siglos, los sacerdotes católicos llevaban una marca que los separaba del resto del mundo: una zona rapada en la cabeza que simbolizaba humildad, renuncia y consagración. Era la tonsura, un círculo de piel visible entre el cabello, que convertía al cuerpo en un recordatorio viviente de la entrega a Dios.

Su nombre proviene del latín tondere, “rapar”. Pero más que un simple corte, la tonsura fue un acto teológico inscrito sobre la carne. No se trataba de moda ni higiene: era el sello de un pacto espiritual.

En la tonsura romana, la más conocida, se rasuraba la parte superior de la cabeza dejando un aro de cabello que recordaba la corona de espinas de Cristo. En cambio, los franciscanos rapaban casi toda la cabeza, dejando apenas una delgada franja de pelo, símbolo de pobreza y humildad radical. Los monjes irlandeses, por su parte, usaban una versión más extraña: una franja frontal que dejaba la nuca cubierta, como si Dios debiera entrar por la frente.

Más allá de sus formas, la tonsura expresaba una misma idea: el hombre que servía a Dios no debía tener corona propia, sino una herida circular abierta hacia el cielo.

Esa herida se volvió también marca de poder. Con el paso del tiempo, los prelados y jerarcas conservaron el símbolo mientras acumulaban tierras, oro y autoridad. Lo que comenzó como un gesto de humildad terminó siendo una distinción jerárquica, un signo clerical de prestigio.

En 1972, el papa Pablo VI la abolió oficialmente con el decreto Ministeria quaedam. Argumentó que el símbolo ya no representaba la esencia del sacerdocio moderno. La Iglesia decidió cubrir su cabeza.

Hoy, la tonsura sobrevive en los museos, los frescos medievales y las películas. Pero su forma circular sigue fascinando: es un recordatorio de cómo el cuerpo puede ser usado como territorio del espíritu… o del poder.

Una simple rapadura en la coronilla, repetida durante más de mil años, resume la paradoja del hombre religioso: abrir la cabeza a Dios y terminar coronado por los hombres.