
Iván Páez/Ríodoce.
Ahora que se cumplen 25 años del estreno de Amores perros (2000), la cinta llega nuevamente a las salas de México, Argentina, Chile y Brasil, en una versión restaurada, para celebrar el gran inicio de Alejandro González Iñárritu como director de cine, pero sobre todo, a uno de los largometrajes más influyentes del presente milenio, que también abrió puertas para que el mundo volteara a ver una cinematografía que antaño gozaba de reconocimiento y prestigio internacional, el cual ya empezaba a recuperar desde ese otro trancazo que significó Como agua para chocolate (1993).
En el filme, el choque de dos carros entrelaza tres historias: la de Octavio (Gael García Bernal), un joven que junto con su hermano Ramiro (Marco Pérez) se dedica a la pelea de perros, de donde pretende sacar dinero para cumplir su deseo de irse a otra ciudad con su cuñada Susana (Vanessa Bauche); la de Valeria (Goya Toledo), una modelo que acaba de mudarse a un departamento con su novio Daniel (Álvaro Guerrero), quien deja a su familia para iniciar una nueva vida con ella; y la de El Chivo (Emilio Echevarría), un expresidiario en situación de calle, que intenta recuperar a la hija que abandonó, para irse de guerrillero.
El accidente no sólo lleva a los involucrados a enfrentarse a consecuencias dolorosas, sino asumir pérdidasirreparables.
La película que forma parte de la llamada Trilogía de la muerte, que integran 21 gramos (2003) y Babel (2006), impacta no solamente por lo crudo, violento y realista con que retrata problemáticas sociales como corrupción, disfuncionalidad familiar, maltrato animal, abandono paterno, infidelidad, deslealtad y traición, sino por su creativa manera de narrar una trama que, sin tanto esfuerzo, pudo haberse abordado de manera lineal. Sin embargo, González Iñárritu prefiere iniciar por el final, contarla desde tres diferentes perspectivas, con una cámara intrusiva, a veces en mano, que equipara al filme con el documental; recurre al color y la iluminación para diferenciar los contextos; y logra de la mayoría de su elenco actuaciones impresionantes,
entre las que destacan, las de Echeverría y García Bernal.
La cinta, con un disfrutable y memorable soundtrack, posee, además, una fotografía impresionante a cargo de Rodrigo Prieto.
Otro de los aciertos de Amores perros es que puso a México en una escala internacional, a partir de las nominaciones en mejor película extranjera en el Oscar y los Globos de Oro, y el triunfo en esa categoría en los BAFTA.
Aunque apenas un año antes, Emmanuel Lubezki compitió en mejor fotografía en los Oscar, por Sleepy Hollow (1999), y en 1995 con La princesita, desde 1975, con Actas de Marusia, México no conseguía una mención en los Oscar en película extranjera; y desde 1993, con Como agua para chocolate, no aparecía en esa terna en los Globos de Oro ni en los BAFTA.
Está de más decir que tras eso, además del propio Iñárritu, otros directores, como Alfonso Cuarón, Carlos Carrera y Guillermo del Toro, se posicionaron en las grandes ligas de cine. Por cierto, Amores perros estuvo nominada a 15 premios Ariel (película, director, actor, actor de cuadro, guion original, edición, fotografía, banda sonora, sonido, diseño de arte, ambientación, vestuario, maquillaje, efectos especiales, opera prima), de los que ganó 11 (no consiguió los de guion original, banda sonora, diseño de arte y vestuario).
Véala… bajo su propia responsabilidad, como siempre.
