0 32 min 3 meses

Un nuevo depredador en formación

Izcalli, una diócesis marcada por un nuevo abuso: el caso Otoniel

Un nuevo caso de conducta sexual abusiva en la diócesis de Izcalli revela que la Iglesia Católica se niega a aprender sus errores previos.

En su catedral, el obispo Francisco González Ramos de Izcalli (izq.) y Javier Vázquez Aguilar, rector del seminario, junio de 2025. De las redes sociales de la diócesis.
Izcalli, una diócesis marcada por un nuevo abuso: el caso Otoniel
Con el micrófono, Javier Vázquez Aguilar, rector del seminario de la diócesis de Izcalli y Francisco González Ramos, obispo ahí, mayo de 2025. Redes sociales de la diócesis.

Otoniel, seminarista de la diócesis de Izcalli, busca parejas sexuales en redes sociales y cuando no obtiene lo que exige, actúa con violencia.

Su conducta sexual recuerda la de notables depredadores como Fernando Karadima y la de otros menos conocidos agresores en la misma diócesis de Izcalli.

Rodolfo Soriano-Núñez/Los Ángeles Press

Ésta es una historia intrincada sobre un menor y un seminarista, un clérigo en formación. Originalmente, esta serie, que aborda el abuso sexual del clero en la diócesis de Izcalli, en el Estado de México, se planeó en tres entregas. Sin embargo, antes de publicar la tercera, un nuevo sobreviviente contactó al autor de estas líneas a través de redes sociales.

El primer contacto fue similar al de los sobrevivientes que atraviesan las primeras etapas de su proceso de asimilación de las consecuencias de dicha experiencia. Era un mensaje privado, muy tarde en la noche, Fue sólo al día siguiente que se pudo averiguar cuál era el problema, quién era la víctima o las víctimas.

Los mensajes eran fragmentarios. Tenía que ver con Izcalli y había un nombre; ésas eran las únicas certezas entonces. Con el nombre y la referencia a Izcalli, fue posible iniciar la búsqueda, tan desordenada como quien busca una aguja en un pajar, común a los casos de esta serie debido a la falta de archivos accesibles sobre las asignaciones de sacerdotes en México y otros países latinoamericanos.

En este caso, tener el nombre del agresor y la diócesis condujo a una búsqueda inicial en las listas publicadas por la Secretaría de Gobernación. Por muy buena que sea esa fuente, no está tan actualizada como debería, por lo que muchos sacerdotes finados aparecen todavía como registrados.

La búsqueda estaba a punto de pasar a la segunda fuente: Facebook. Muchas diócesis, seminarios, órdenes, e incluso parroquias y capillas de América Latina mantienen páginas ahí que, por decepcionantes que sean, ofrecen en muchos casos la única fuente para intentar averiguar la identidad, el paradero o incluso las huellas del daño causado por un sacerdote católico.

Si este texto parece difícil de seguir, es reflejo de la decisión de la Iglesia Católica de evadir la rendición de cuentas. Esta narrativa, con sus fragmentos y saltos, refleja el proceder de la Iglesia Católica y el infierno que implica tratar de que un sacerdote en México y Latinoamérica en general sea responsable de sus actos.

El camino hacia la rendición de cuentas condujo a un callejón sin salida tras otro. La razón de este callejón sin salida la explica lo sucedido a dos periodistas en Colombia. Un fallo reciente ahí obliga a la Iglesia Católica a divulgar datos sobre las asignaciones pastorales o administrativas de sus sacerdotes.

El fallo se produjo luego de que dos periodistas, Miguel Ángel Estupiñán y Juan Pablo Barrientos, enfrentaran el mismo problema: un sistema que protege a la Iglesia e impone a periodistas y sobrevivientes búsquedas estériles de datos.

Antes de perder horas en el lamentable motor de búsqueda de Facebook, se recibió una solicitud de amistad de esa red social. Era la misma persona, desde una cuenta diferente, que proporcionaba más información: la identidad del agresor.

El agresor, Fabián Otoniel Martínez Arredondo, no era sacerdote ni religioso. Pertenece a una categoría intermedia de la Iglesia Católica, ni laico ni clérigo, un seminarista de la diócesis de Izcalli.

Primeras interacciones

En ese momento, fue posible comprender mejor lo sucedido y por qué se había enviado un mensaje que reflejaba ira y desesperación la noche anterior. Los mensajes del sobreviviente en Facebook ofrecieron más detalles de lo sucedido.

Martínez Arredondo y un menor de edad, identificado aquí sólo como Esteban (un pseudónimo), se conocieron mientras interactuaban por su cuenta en redes sociales con actores de pornografía varones en lo que antes era Twitter.

Capturas de pantalla de sus primeras interacciones en lo que ahora se llama X aparecen como imagen después de este párrafo. Ese es el tipo de interacciones que se pueden publicar aquí sin problemas, donde había una conversación amistosa que cualquiera podría tener por ese medio y en esas circunstancias.

Capturas de pantalla de fragmentos de dos distintas conversaciones entre Otoniel y Esteban por medio de mensajes privados de red social, marzo de 2025.

Ese tipo de interacciones no serían noticia ni relevantes para esta serie. Lo son porque, además de la edad de Esteban, está el problema de que Martínez Arredondo es seminarista.

Como clérigo en formación, un seminarista debe seguir los criterios y las reglas establecidas por el papa Benedicto XVI, que impiden que las personas homosexuales tengan siquiera la oportunidad de convertirse, como Martínez Arredondo, en seminarista. El documento, publicado en 2005, está disponible aquí.

Es cierto que Esteban, como menor de edad, no debería interactuar en redes sociales con actores de pornografía. Ello será suficiente para que muchos caigan en la falacia de “culpar a la víctima”. Es fácil incluso culpar a las reglas laxas para abrir y operar cuentas de redes sociales en todo el mundo, pero eso sería engañoso.

Una vez más, Martínez Arredondo es un clérigo en formación, un seminarista, Se rige por un código de normas supuestamente estricto establecido por Benedicto XVI para evitar precisamente ese tipo de comportamiento. A pesar de dichas normas, muestra algunos rasgos típicos de los ahora infames depredadores sexuales, y lo hace como estudiante del seminario de la diócesis de Izcalli.

El asunto es más difícil de desestimar cuando se analizan los abusos perpetrados por el clero de la diócesis de Izcalli: Diego Pallares Contreras, protagonista del caso que inició esta subserie sobre la diócesis de Izcalli, que aparece enlazado antes de este párrafo. Además, lo ocurrido con Martínez Arredongo no es un incidente aislado.

La diócesis de Izcalli tiene un historial de negligencia dolosa, como lo demuestra el caso de Morseo Miramón Santiago, exseminarista de la arquidiócesis de Acapulco. Francisco González Ramos, obispo de Izcalli, ordenó a Miramón Santiago como diácono y presbítero, lo que le permitió posteriormente atacar al menos a un varón menor de edad en Izcalli.

El obispo González Ramos sostiene el Libro de los Evangelios para bendecir a Morseo Miramón Santiago en la catedral de Izcalli, enero de 2017. Redes sociales de la diócesis de Izcalli.

Ni las diócesis de Izcalli ni las de Acapulco han explicado su decisión respecto a Morseo Miramón. ¿Fue obligado a abandonar el seminario de la arquidiócesis de Acapulco? ¿Por qué desapareció cuando la mayoría de sus compañeros avanzaban al diaconado? Cuando el seminario de Izcalli decidió aceptarlo, ¿sabían por qué había dejado Acapulco?

Actualmente, la situación es la de una institución clave de una diócesis católica ya afectada por abusos sexuales por parte del clero, que permite a sus seminaristas participar, a altas horas de la noche, en redes sociales en todo tipo de comportamiento sexualmente explícito.

¿Ortografía incorrecta o mensaje encriptado?

Para colmo, al intentar comprender mejor la situación, primero al tratar de encontrar si Otoniel era realmente estudiante del seminario de Izcalli, quedó claro que Otoniel tiene una imagen pública conflictiva.

Al interactuar con Esteban, Fabián Otoniel afirmó tener 24 años. Sin embargo, en su cuenta en lo que solía ser Twitter aparece como como un adulto maduro, de 40 años, ya que afirma haber nacido en 1985.

Aunque no hay límite de edad para ser admitido en el seminario, y sus fotos en la cuenta de Facebook del seminario no respaldan la idea de que tenga 40 años, ¿por qué elegiría esa edad en Twitter?

Las búsquedas sobre lo que ha publicado son imposibles, ya que su cuenta en X está bloqueada, ya que parece ser su cuenta personal de Facebook. Utiliza fotos personales similares de su rostro y una representación similar de la parte superior del altar de una iglesia en Izcalli.

Seminaristas y fieles de la diócesis de Izcalli camino a la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, agosto de 2025. Redes sociales de la diócesis.

Hay otros problemas con lo que se puede ver de su actividad en redes sociales. A diferencia de lo que hace en Facebook el seminario de Izcalli al escribir su nombre como Otoniel, o en lo que parece ser su cuenta personal en esa misma red social, en Twitter, donde finge tener más de 40 años, Otoniel es Othoniel.

Un detalle menor, ya que ambas variantes se usan en América Latina, pero es imposible no preguntarse qué hay detrás de la “H” de Othoniel, su nombre de usuario en lo que solía ser Twitter. ¿Se trata de un tímido intento de decir algo?

¿Acaso Ot(h)oniel, al dar sus primeros pasos, seguía a otros clérigos católicos, Marcial Maciel el más famoso de todos, capaz de asumir tantos alter egos o avatares como fuera necesario según la ocasión?

Después de todo, como seminarista, ya camina en la delgada línea entre los impulsos que lo llevan a interactuar con actores de pornografía en redes sociales y las supuestas normas rígidas establecidas por Benedicto XVI en 2005.

En entornos hostiles como puede ser un seminario católico, las personas que aún viven en el closet de su preferencia suelen usar sutiles señales como herramientas para sentirse seguros, interactuar con un grupo y descubrir su propia sexualidad.

Esas señales son herramientas para gestionar la ansiedad e internalizar los ataques que sufren las personas gay en América Latina donde, a pesar de cambios en la ley que reconocen su derecho al matrimonio, muchos derechos sólo existen en el papel y estas señales son estrategias de supervivencia y resistencia.

Esto es más relevante para alguien como Otoniel, quien, como seminarista, en ruta para ser sacerdote es el centro de una dinámica que lo hace una celebridad local en su parroquia y a donde es enviado como parte de su formación.

Dicha dinámica hace del ingreso al seminario a una especie de épica, convierte al seminarista en una especie de héroe en ciernes, forzado a adaptarse a un modelo de perfección, según lo prescrito por la reforma de Benedicto XVI de 2005.

Anochece en Izcalli.

Esteban cuenta cómo, tras unos intercambios amistosos por mensajes directos en X, antes Twitter, intercambiaron números de teléfono y, al hacerlo, la posibilidad de enviarse mensajes de texto, fotos y vídeos a través de aplicaciones persona a persona como Telegram.

Aunque durante los primeros días parecían disfrutar de la compañía mutua y del intercambio de fotos o vídeos cortos, algunos de ellos para adultos, pero con cortesías, menos de dos semanas después, Otoniel intentaba dominar a su nuevo conocido, alguien a quien no conocía en persona.

Si al principio había intercambios espontáneos de fotos o videos, dos semanas después ya había exigencias, ni siquiera peticiones, lo que hizo de la situación todo menos un intercambio amistoso.

Además, aumentaban en intensidad a altas horas de la noche, cuando la mayoría de los estudiantes del seminario tienen menos probabilidades de participar en clases u otras actividades comunitarias, como el rezo del rosario, la liturgia o las horas, o en actividades de ocio que suelen terminar a más tardar a las 9 p. m.

Seminaristas de la diócesis de Izcalli antes de que reciban sus sotanas. Redes sociales de la diócesis de Izcalli.

Según el relato de Esteban, alrededor de las 10 p. m. el tono, la cantidad y la urgencia de las peticiones aumentaban. Cuando no podía o no quería responder, se producían agresiones verbales, el tipo de agresión verbal homofóbica contradictoria tan común en la cultura machista mexicana y latina, con muchos insultos para demostrar dominio y control de la relación.

Durante las siguientes semanas de lo que difícilmente era una amistad o una relación, las exigencias de Otoniel obligaron a Esteban a apagar o desconectar sus dispositivos para evitar más ataques a su identidad de género por parte de alguien que, hace unas semanas, estaba interesado en conocerlo mejor e incluso le sugería encontrarse en Pachuca, 64 kilómetros al norte del centro de Izcalli.

Más desconcertante fue el hecho de que Otoniel estuviera dispuesto a amenazar a Esteban con exhibirlo públicamente, cuando Esteban optaba por evadir el contacto y era Otoniel quien llevaba la relación a un callejón sin salida.

Aún más desconcertante si se tiene en cuenta que Martínez Arredondo se presentaba como un “miembro de alto rango de su Iglesia”, ¿para ajustarse a la edad declarada de 40 años que mostraba en su cuenta de Twitter? Pero ¿por qué lo haría si a Esteban le dijo que tenía 24 años?

Esteban se dedicó a investigar la verdadera identidad de Otoniel, y así fue como descubrió que sólo se trataba de un seminarista, un aspirante a clérigo, quien, sin embargo, le acosaba, le exigía “fotos calientes” o vídeos cortos similares, es decir, fotos o vídeos que mostraban sus genitales.

Cuando Esteban no hacía lo que Otoniel exigía, lo insultaba para demostrar o que aún controlaba lo que sea que él creyera que era esa relación o para amenazar a Esteban con revelar su identidad como un joven adolescente homosexual.

En ese momento, Esteban pensó que sería él quien debía evidenciar el abuso de Otoniel. Envió algunas de las fotos a las redes sociales del seminario de Izcalli e incluso publicó algunas como respuesta a otras publicaciones de esa cuenta.

Otoniel agravó el problema con más insultos y amenazas, pero gracias al encargado de la cuenta del seminario en Facebook, eliminó los mensajes.

El obispo González Ramos en una escuela privada de Nicolás Romero, diócesis de Izcalli, marzo de 2023. Redes sociales de su diócesis.

El administrador incluso logró que Facebook bloqueara la cuenta de y que se eliminaran todas sus publicaciones. Y peor, como suelen hacer otros clérigos, Otoniel se presentó de inmediato como víctima de un ataque a su imagen pública.

Al hablar con Esteban, fue posible encontrar en su enojo hacia Otoniel y la institución que lo ayudó, al menos en Facebook, ecos del argumento detrás de la decisión del Frente Orgullo Nacional de revelar como gays a altos clérigos católicos mexicanos en 2016. Entre los señalados por nombre estaba el rector emérito de la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, Diego Monroy Ponce.

Como declaró el Frente Orgullo Nacional de México cuando publicó la lista, disponible aquí en español en Internet Archive, el problema no es la orientación sexual de los sacerdotes, pues los autores se reconocieron como gays.

Más que los insultos machistas que recibió de Otoniel, que suelen ser comunes en la cultura popular mexicana, incluso en contextos familiares, el problema fue la naturaleza contradictoria de los ataques.

No es la víctima perfecta

Es cierto que Esteban nunca encajará en la categoría de la víctima perfecta que inauguró la crisis de abusos sexuales del clero en México. No es alumno de un colegio de la Legión de Cristo ni del Opus Dei.

No es hijo de una familia adinerada, capaz de defender sus agravios con un abogado. Es un adolescente que interactuó con hombres mayores por medio de las redes sociales de actores de pornografía.

Más aún, porque estuvo dispuesto a defenderse publicando algunos de los intercambios que tuvo con Otoniel en redes sociales y mensajería como Telegram.

Pero también, cabe destacar que él no está bajo las reglas que supuestamente debería seguir un seminarista. A pesar de ser una víctima imperfecta, es honesto sobre su identidad. En general, la situación lo llevó a buscar ayuda y actualmente asiste a terapia con un profesional, por lo que aborda sus propios problemas personales.

Seminaristas de la diócesis de Izcalli minutos antes de entrar a la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, agosto 2025. De las redes sociales de la diócesis de Izcalli.
Seminaristas de la diócesis de Izcalli minutos antes de entrar a la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, agosto 2025. De las redes sociales de la diócesis de Izcalli.

Es imposible decir lo mismo del otro protagonista de este texto. Otoniel ya muestra lo que algunos llamarían “señales de alerta” de comportamiento depredador. Indagar en su vida personal está fuera del alcance de esta serie. Él es el único que pudo descubrir cuál es su identidad sexual.

Para los fines de esta serie, la cuestión clave es que este caso de la misma diócesis de Izcalli subraya la necesidad de replantear el alcance de la supuesta solución de Benedicto XVI para poner fin a la crisis de abusos sexuales del clero: su reforma de 2005 de la educación en los seminarios católicos.

Supuestamente, el problema de los abusos sexuales del clero se resolvería expulsando a las personas homosexuales que desean convertirse en sacerdotes y/o a los hermanos o hermanas religiosos de las instituciones donde estudian.

El papa Ratzinger optó por la ruta del menor esfuerzo al derivar conclusiones del Informe que los obispos de Estados Unidos comisionaron al John Jay College of Criminal Justice de 2004 sobre abusos sexuales del clero en Estados Unidos y desató una campaña global contra seminaristas gay.

Y, de hecho, el informe destacó la prevalencia del abuso entre personas del mismo sexo como una de las principales causas de la crisis, pero cada vez hay más pruebas de que, a pesar de la debida diligencia de sus autores, existía un problema importante con la falta de denuncia de los casos de abuso sexual por parte del clero cuyas víctimas eran mujeres.

Es difícil discernir en este momento si Benedicto XVI era consciente o no del posible sesgo del Informe John Jay. Sin embargo, ese no fue el único caso en el que culpó a las personas homosexuales de la crisis. Hay constancia de otros casos en los que las reprendió como las principales causas de la situación.

Sin embargo, como demuestra el texto enlazado después de este párrafo, muchos obispos de todo el mundo católico no estaban tan seguros de descartar a tantos candidatos a la vida religiosa.

Como narra ese texto, durante los últimos meses de la vida del papa Francisco, la Conferencia Italiana de Obispos promulgó un nuevo conjunto de criterios para evaluar quiénes son aptos para ser sacerdotes, religiosos o religiosas.

Un asunto que no puede descartarse como menor es que Martínez Arredondo ya vive, como lo demuestra su comportamiento en redes sociales, una vida marcada por mentiras sobre su edad o el tipo de violencia verbal que ejercía en intercambios privados contra Esteban.

Eso es lo que la jerga académica llama “una vida compartimentada”, es decir, una vida en la que una persona se esfuerza por ocultar los peores aspectos de su personalidad, al tiempo que mantiene una imagen perfecta en su vida pública.

Fernando Karadima, sacerdote católico laicizado durante su juicio en Chile en 2011. Mediabanco Chile @ www.flickr.com/photos/mediabanco/51337889838/in/photostream/.

Ese es el tipo de comportamiento que se observa en depredadores de renombre mundial como Marcial Maciel o Fernando Karadima, y ​​es sorprendentemente similar al comportamiento detrás de los casos de Morseo Miramón y Daniel Pallares en la misma diócesis de Izcalli.

Y no solo en Izcalli. En el mismo Estado de México, el más poblado del país, hace menos de dos meses, una pequeña comunidad rural de la vecina diócesis de Atlacomulco sufrió la conmoción habitual cuando el joven diácono Mario Puebla Monroy fue arrestado por la policía local, como relata la noticia enlazada a continuación.

Su diócesis autorizó su ordenación como diácono hace menos de un año, y al igual que en los casos de Morseo Miramón Santiago y Diego Pallares Contreras, su víctima también fue un menor de edad en la parroquia donde estaba asignado.

Lo que es peor, como sucede ahora en Izcalli, existe un historial relativamente largo de abusos sexuales por parte del clero en Atlacomulco. Dejando de lado que el primer obispo de la diócesis fue Ricardo Guízar Díaz, primo de Marcial Maciel.

El segundo obispo fue Constancio Miranda Wechmann, ahora arzobispo emérito de Chihuahua, donde tuvo un pésimo historial en el manejo de abusos sexuales por parte del clero, como lo relata el texto enlazado después.

Y el seminario de Atlacomulco fue donde Joana, sobreviviente de abuso sexual por parte de clérigos heterosexuales, fue atacada repetidamente por al menos tres sacerdotes de esa diócesis, como relata el texto enlazado a continuación.

Ecos sudamericanos

Este patrón no es exclusivo de México. La misma negligencia deliberada se puede encontrar en todo el continente, como lo demuestra un caso reciente en Ecuador. Hace más de un año, esta serie publicó un texto sobre un suicidio en la Asamblea Nacional de Ecuador, enlazado después de este párrafo. La persona que decidió quitarse la vida fue víctima de un exmiembro de los salesianos.

La provincia salesiana de Ecuador y un obispo afiliado a esa orden negaron la ordenación a Franklin Cadena Puratambi. Logró convencer al obispo de la diócesis más aislada de ese país, la de Islas Galápagos, de que valía el riesgo, a pesar de la advertencia implícita de los salesianos y del obispo afiliado a esa orden que le negó la ordenación a Cadena Puratambi.

En última instancia, la voluntad del obispo de Galápagos de jugar al casino de la ordenación influyó en la decisión del hombre que decidió quitarse la vida en la azotea del Congreso.

Es fundamental entender que este nuevo caso de Izcalli no debe descartarse como el caso inusual de dos jóvenes descarriados que tuvieron experiencias sexuales homosexuales por internet.

La única manera en que la Iglesia Católica superará la crisis de abusos sexuales del clero es si aprende lecciones reales de experiencias pasadas. La conducta de Otoniel al atacar a Esteban resuena con la de un sacerdote católico depredador conocido y extremadamente famoso: Fernando Karadima.

Como Otoniel hizo con Esteban, al atacarlo con una avalancha de insultos homofóbicos, Karadima hacía con Cristóbal Lira Salinas, quien fue su protegido, y, cuando le insultaba en público, ya un colega sacerdote, le llamaba de manera frecuente tuki.

Tuki, a veces tuqui y a veces tuki-tuki es una de esas palabras raras del español chileno que uno puede usar para muchas cosas. Como ocurre con muchos insultos homofóbicos en español y otros idiomas, los significados no siempre son claros; pertenecen a una “zona gris” donde el lenguaje familiar se confunde con los insultos de manera desconcertante, a veces condescendiente.

En todo caso, cuando Karadima usaba la palabra tuki, según la evidencia disponible a fin de establecer dominio, reafirmar la dinámica de poder que existía en la Pía Unión Sacerdotal. Una forma de dejar en claro quién manda. Cuando Karadima usaba tuki para atacar a Lira Salinas, lo acompañaba con burlas a su forma de hablar, caminar o incluso de presidir la misa.

Javier Vázquez Aguilar, rector del seminario diocesano de Izcalli, junio de 2025. De las redes sociales del seminario.

La comparación, un ataque para cuestionar su masculinidad es más difícil de comprender al recodar que Karadima como Lira Salinas eran sacerdotes, gays incapaces de asumirse como tales y depredadores de varones más jóvenes.

La comparación resulta tan ajena a la lógica como una película surrealista de Luis Buñuel. En lugar de usar un cuchillo para cortarse el ojo, Karadima comparaba a Lira Salinas con una “vieja” que presidía una misa.

El punto, después de todo, no era criticar a la víctima de los ataques. Era probar que el agresor tiene el poder para hacerlo, pues ninguna mujer preside una misa católica por lo que la comparación, en sí misma, carece de asidero en la realidad.

Era una dinámica para que Karadima reafirmara su control sobre Lira Salinas y sobre los otros miembros de la Pía Unión Sacerdotal que se reunían cada lunes en el cuartel de Karadima en la parroquia del Sagrado Corazón de Santiago.

Y Lira Salinas no era un modelo de sacerdote perfecto. Él, como Karadima, fue acusado de abusar repetidamente de varones y, finalmente, en 2019, fue suspendido por el Arzobispado de Santiago.

Lo relevante es cómo en el comportamiento de Otoniel ya hay indicios de las actitudes, las maneras de actuar que uno encuentra en las narrativas que dan cuenta del comportamiento público de Karadima.

Karadima era un macho alfa gay que desprecia a otros varones gays al compararlos con mujeres. Es una subcultura donde la doctrina religiosa que supuestamente los une, la del catolicismo, no es más que una excusa para alcanzar otros objetivos, pero que tampoco se fijan con claridad. Era mayormente una dinámica de dominación entre ellos mismos.

Aunque es imposible profundizar en los detalles de dicha subcultura, se pueden encontrar reflejos de ella en la forma en que las sociedades latinoamericanas y los latinos en Estados Unidos abordan la homosexualidad.

Existe un amplio y creciente corpus de conocimiento, con frecuentes novedades. Un par de buenos lugares para comenzar a comprenderlo son, en español, “La homofobia y su relación con la masculinidad hegemónica en México” y en inglés, “Machismo and Mexican American Men”.

La doctrina católica sobre las personas gay está lejos de ser útil ya que el matrimonio entre ese tipo de personas se ha convertido en uno de los principales temas de las llamadas guerras o batallas culturales, e incluso si el papa Francisco estaba dispuesto a ofrecer el relativo alivio de las bendiciones informales de las llamadas “parejas irregulares”, incluidas las parejas del mismo sexo, también estaba dispuesto a utilizar insultos homofóbicos italianos al menos dos veces, públicamente, durante su pontificado (ver el texto vinculado a continuación)

El obispo González Ramos saluda a los fieles en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, agosto de 2025. De las redes sociales de su diócesis.