Cortesía/Río Doce/Alfabeto Qwerty/Miguel Ángel Vega.
La pugna se prolonga. Todo lo abarca. Los impactos pasan de emergencia a desastre. Dos meses y medio después, Sinaloa sigue entrampado y dentro de todos los reportes sobre la desbordada violencia en regiones de México –junto a Guanajuato, Guerrero o Michoacán, de donde el estado se había despegado.
Enfrentar la emergencia, atajar el desastre, es la prioridad ahora. Pero la magnitud rebasa las capacidades, con todo y el soporte de más y más fuerzas federales en las calles.
Eso es lo urgente. Y no es lo único urgente. Soldados, Marinos, Guardia y Policías están en la línea de fuego; e igual están transportistas, personal médico, socorristas, bomberos, recolectores de basura, periodistas… un largo etcétera que también quedan en línea de fuego y permiten que una ciudad no se paralice.
Después de lo urgente inevitablemente llegará lo importante. Ese largo plazo que tanto se odia desde el servicio público.
El General Gerardo Mérida, Secretario de Seguridad, dijo la semana pasada que Sinaloa ha vivido crisis de seguridad más graves en otros tiempos y también esta tendrá que pasar. Es verdad, pero institucionalmente poco o nada se ha aprendido de esas otras crisis de seguridad. Los ciudadanos aprendimos a resguardarnos después del Culiacanazo –ahí está una razón de este nuevo encierro que se ha prolongado por dos meses y medio.
¿Pero en los gobiernos qué aprendieron? ¿Qué manuales para enfrentar la crisis le dejó el gobierno de Jesús Aguilar al de Mario López Valdez?, ¿éste último al de Quirino Ordaz? Incluso más atrás: qué enseñanzas institucionales dejó Francisco Labastida después de su crisis en las áreas de seguridad, cuando le capturaron a casi todos sus colaboradores por estar involucrados con el narco. La administración pública también se nutre de esas situaciones, o al menos teóricamente debería ocurrir. De otro modo la única evidencia que dejan es que enfrentaron la emergencia con improvisación, sin un plan a largo plazo.
Porque esto que enfrentamos todos desde el 9 de septiembre iba a ocurrir, no sabíamos de qué magnitud pero iba a ocurrir. Lo dijimos después del primer Culiacanazo, en octubre del 2019, la estrategia de autodefensa de los Chapitos ya está marcada en caso de una intentona del gobierno por detenerlos, y sería tomar la ciudad. Y así ocurrió de nuevo en enero de 2023.
Y aquí estamos como diría Juan Gabriel: “en el lugar de siempre, en la misma ciudad y con la misma gente”, lidiando los mismos asuntos que durante la guerra de 2008-2011. O la crisis de seguridad de los 90, o la de los 80.
Aquí estamos revisando las armas de los policías, evaluándolos para conocer la confianza que tenemos en ellos, sacándolos de las calles, con mandos militares en las policías estatales que llegaron hace un año a la entidad –como hace 30 años con Renato Vega como gobernador.
Margen de error
(Receta) No hay fórmula ni receta para enfrentar la crisis. A este gobierno lo tomó desprevenido, ha respondido a trompicones. Y aunque suene a pretexto, la debilidad institucional que heredan en las áreas de seguridad vuelve imposible responder con certeza ante la situación. Pero esa debilidad es histórica, y nadie en el último medio siglo de crisis de seguridad en Sinaloa, desde que el narcotráfico se convirtió en un súper negocio, ha contribuido en algo a resolverlo. Ya en otras ocasiones hemos abordado los bandazos que se han dado en materia de seguridad en Sinaloa: desde la llegada de los abogados a la seguridad, los políticos de carrera, los policías y los militares, tan malo el pinto como el colorado.
Las acciones de hoy tomarán tiempo y eso es lo que menos tenemos. Además solo están enfocadas a la emergencia. Hay impaciencia, hay un costo que se está pagando por todo esto, no solo del orden económico sino social.
En el plano personal e igual en el plano institucional, entre los peores errores es tropezar con la misma piedra dos-tres-mil veces, solo porque nadie la hemos movido del camino.
Primera cita
(Década) Estabilizar los índices delictivos que alteró la pugna del Chapo y Mayo contra los Hermanos Beltrán Leyva, llevó una década. El pico de 2011 en asesinatos fue bajando paulatinamente y hasta 2020-2021 hay un descenso considerable. Una aclaración obvia es que ese bajón en los asesinatos no fue resultado de un esfuerzo institucional coordinado por el gobierno, sino sobre todo por un equilibrio en las fuerzas del narco. Eso que han dado en llamar como pax narca.
¿Este subidón en los indicadores de asesinatos y de desapariciones cuánto tardará en estabilizarse de nueva cuenta?
Y estabilizarse es solo un decir, también en otras ocasiones hemos analizado el comportamiento histórico de los índices delictivos, para concluir que cada espiral violenta en Sinaloa no regresa los indicadores a su etapa previa sino que los eleva. Así ha venido ocurriendo en este periodo de medio siglo.
Mirilla
(La próxima) Hemos venido haciendo por treinta años lo mismo, con los mismos resultados. Por elemental conocimiento empírico es claro que ante esta repetición de sucesos, con la misma causa y enfrentándolos de la misma manera, tendremos los mismos resultados.
Si de nueva cuenta se abandona la agenda para enfrentar la próxima crisis de seguridad, o los aprendizajes de las muchas que han ocurrido en Sinaloa, evidentemente seguiremos cíclicamente repitiendo los mismos errores. Se presentará otra espiral de violencia y seguiremos con la sensación de que esto ya lo hemos vivido (PUNTO).
Artículo publicado el 24 de noviembre de 2024 en la edición 1139 del semanario Ríodoce.