Cortesía: los Ángeles Press
Ismael el Mayo Zambada aseguró en una carta publicada por el periodista Keegan Hamilton que a Héctor Melesio Cuen Ojeda lo asesinaron en Huertos del Pedregal, durante una reunión en la que Joaquín Guzmán López lo secuestró y entregó a Estados Unidos.
En la misiva difundida por un abogado del líder del Cártel de Sinaloa, el Mayo dijo que la versión de que el exrector de la UAS y fundador del Partido Sinaloense, murió luego que dos hombres lo balearon al intentar robarle la camioneta en una gasolinera en la comunidad de La Presita, es falsa.
“Tengo conocimiento que la versión oficial que dan las autoridades del estado de Sinaloa es que Hector Cuen fue baleado la noche del 25 de julio en una gasolinera por dos hombres en motocicleta que querían robar su camioneta. Eso no es lo que pasó. Lo mataron al mismo tiempo y en el mismo lugar donde a mí me secuestraron”, dijo.
El capo relató que Joaquín Guzmán López le pidió que asistiera a una reunión el 25 de julio para ayudar a resolver diferencias entre el gobernador Rubén Rocha Moya y Héctor Melesio Cuen Ojeda, por el conflicto sobre quien debería dirigir la UAS, y en la que también estaría presente Iván Guzmán Salazar.
“El 25 de julio, fui al rancho y centro de eventos llamado Huertos del Pedregal en las afueras de Culiacán donde se llevaría a cabo la reunión. La reunión estaba prevista para las 11:00 horas y llegué un poco temprano. Vi una gran cantidad de hombres armados con uniformes militares verdes que supuse eran pistoleros de Joaquín Guzmán y sus hermanos. Me acompañaban cuatro agentes de seguridad, de los cuales dos permanecían fuera del perímetro. Los dos que entraron conmigo fueron José Rosario Heras López, comandante de la Policía Judicial del Estado de Sinaloa, y Rodolfo Chaidez, miembro de mi equipo de seguridad desde hace mucho tiempo”, detalló.
Mientras caminaba al área donde sería la reunión, mencionó que vio a Cuen Ojeda y a uno de sus ayudantes, a quienes saludó brevemente antes de entrar a una habitación.
“Vi a Joaquín Guzmán López, a quien conozco desde pequeño, y me hizo un gesto para que lo siguiera. Confiando en la naturaleza de la reunión y en las personas involucradas, seguí sin dudarlo. Me llevaron a otra habitación que estaba oscura. Tan pronto como puse un pie dentro de esa habitación, fui emboscado”.
Adentro del lugar detalló que un grupo de hombres lo agredió, tiró al suelo y le pusieron una capucha en la cabeza. Lo golpearon, esposaron y lo obligaron a subir a la caja de una camioneta.
“Durante toda esta terrible experiencia, fui sometido a abuso físico, lo que resultó en lesiones importantes en la espalda, las rodillas y las muñecas. Luego me llevaron a una pista de aterrizaje a unos 20 o 25 minutos de distancia, donde me obligaron a subir a un avión privado. Joaquín me quitó la capucha y me ató con bridas al asiento. No había nadie más a bordo del avión excepto Joaquín, el piloto y yo.”
El vuelo estimó que duró entre 2 y 3 horas, hasta que llegó a El Paso, Texas, donde lo detuvieron agentes federales estadounidenses.
“La noción de que me entregué o cooperé voluntariamente es completamente falsa. Fui traído a este país por la fuerza y bajo coacción, sin mi consentimiento y en contra de mi voluntad”.
En la misiva, el capo pide que se aclare la muerte de Cuen, quien era “un viejo amigo”, así como la desaparición de José Rosario Heras López y Rodoldo Chaidez, y de todas las personas que hayan perdido la vida ese día.
“También hago un llamado al pueblo de Sinaloa a tener moderación y mantener la paz en nuestro estado. Nada se puede solucionar con la violencia. Hemos recorrido ese camino antes y todos pierden