UNAM.- Cuando Kristin, secuestrada, se unió sentimentalmente a Olafson , su secuestrador, el mundo se conmovió y bautizó a aquel extraño fenómeno como Síndrome de Estocolmo.
Este Síndrome puede ayudar a entender los procesos psicológicos por los que atraviesa una mujer que permanece unida al hombre que la maltrata. El maltrato crónico la coloca en una posición de progresivo desamparo. En este estado de indefensión la mujer queda a merced de su victimario quien paradójicamente se convierte cada vez más en el sostén de su existencia.
Se desarrolla entonces un extraño vínculo entre víctima y victimario que puede parecerse al amor pero que no lo es. Entonces, si no es amor ¿qué es? Es una imperiosa necesidad del otro para vivir que tiene la lamentable consecuencia de impedir que la mujer reconozca el maltrato. La negación es tan poderosa que en muchos casos amputa el psiquismo de tal forma que, después de cierto tiempo, la víctima no reacciona. Se vuelve un objeto pasivo incapaz de pensar acerca de lo que le pasa e incapaz de protegerse.
La mujer maltratada puede llegar a negar el maltrato hasta tal punto de que puede hacer cosas que observamos a diario: silenciarlo, quitar una orden de alejamiento, retirar denuncias policiales o que incluso volver a convivir con el agresor.
La negación del maltrato es precisamente lo que lo perpetúa permaneciendo la víctima secuestrada dentro de una situación que, a pesar de tornarse cada vez más violenta, no llega a reconocer como tal. Por esto muchas de estas mujeres crónicamente maltratadas necesitan ayuda psicológica para reconocer la infernal espiral de violencia en la que viven y escapar de ella.
Vilchis