Cosa de prensa/Javier Rodríguez
AGUASCALIENTES, Ags., martes 9 de enero de 2018.- Decíamos ayer que el asesinato del periodista de El Universal, Jorge Gerardo Martínez, ensuciaba la Sucesión Presidencial y vamos a explicar, en nuestro humilde y respetuoso punto de visa, por qué… Permítasenos contextualizar con una anécdota extraída de la libreta de apuntes del reportero: Corrían mediados de los 80’s cuando cubría la fuente policiaca en la Ciudad de México para el mejor periódico policiaco del país de aquella época, La Prensa. Aquella noche me entretuve con un grupo de compañeros en un bar y al regresar de dejar a uno de ellos por San Juan de Aragón, cuando a bordo de mi vehículo circulaba de oriente a poniente sobre el Circuito Interior, a la altura del Hospital de la Raza y Las Torres, frente a un cinema, algo ocurrió en el sistema eléctrico del vehículo que se “murió” la máquina de aquel Chrysler y me quedé encerrado. Ya era noche, no pasó mucho tiempo cuando llegarían unos cinco sujetos, todos vestidos de azul oscuro; abrieron la puerta, me encañonaron, me sacaron, me subieron a su vehículo y me vendaron los ojos. Escuché todo tipo de amenazas: “Te va a llevar la chingada”, “no te pongas al brinco” y muchas otras lindezas. Les dije que no se preocuparan conmigo, que se llevaran lo que quisieran, mi cartera está en el saco y que si me soltaban no denunciaría. Las amenazas a gritos se repitieron. No conversaban entre ellos, solo escuchaba movimientos de rutina. De pronto, unas dos horas de paseo después, escuché que abrieron la puerta, mi quitaron la venda pidiéndome que no los mirara y me aventaron para afuera, en una calle de la colonia del Hierro, en la delegación Azcapotzalco. Se llevaron mi coche y mi saco… Llegué al primer teléfono de veintes de la esquina y hablé con uno de los ocho comandantes de la Policía Judicial del Distrito, al mando de José Trinidad Gutiérrez Sánchez. Expliqué mi odisea, tomé un taxi y me fui a casa en la colonia San Rafael. Más tarde, ya en la fuente, recibí la noticia del hallazgo de mi auto, pero no del saco, dentro del cual traía mi credencial del periódico. Los agentes judiciales se encargaron de darle seguimiento al y caso y ya no me enteré en qué había quedado. Deduje que los asaltantes eran policías, que no me habían golpeado y me soltaron, porque vieron mi credencial de reportero… En casos de asaltos callejeros los periodistas sabemos que la mejor defensa es la serenidad y la aceptación, y que lo contrario es el suicidio… En diciembre de 1987 que ingresé a El Universal un policía ebrio disparó a la ventana de la oficina del dueño del periódico, Juan Francisco Ealy Ortiz. Me pidieron investigar y aunque no les gustó mi informe, demostré que no había sido un atentado o algo intencional. Si yo hubiese estado en El Gran Diario de México este aciago Día de Reyes en que asesinaron a José Gerardo, estoy seguro que tampoco les hubiera gustado mi investigación. Desde el primer momento, por versión de policías, se ha sesgado la información dirigiéndola a la hipótesis de un simple asalto callejero y la posible resistencia al robo, como las causas del homicidio, pero no creo que haya sido así… Yo pienso diferente: en una Sucesión Presidencial las ambiciones de poder son capaces de todo, como se ha demostrado desde 1929 en que serían masacrados muchos simpatizantes de José Vasconcelos, en el primer gran fraude electoral de la historia priista (entonces, Partido Nacional Revolucionario), cuando se enfrentaba a Pascual Ortiz Rubio, candidato emergente después de que Calles mandara matar a Álvaro Obregón. El enfrentamiento de Julio Scherer contra Luis Echeverría, ante quien también se estrellara el coronel José García Valseca, o la animadversión de Miguel de la Madrid contra Manuel Buendía, son algunas de las muchas documentadas guerras del poder político contra el periodismo.
LA COSA ES QUE…
Sin temor a equivocarnos, la de Ricardo Anaya Cortés contra Juan Francisco Ealy Ortiz es otra de ellas, la actual. Le seguimos mañana; qué tal.