Milenio.- Las últimas palabras del cabo Cristian, uno de los cinco militares asesinados en la emboscada del 30 de septiembre en Culiacán, fueron: Te amo, cuida a mis princesas, la quincena está depositada.
Milenio entrevistó a familiares de dos de los soldados asesinados por el comando armado, que rescató a Julio Óscar Ortiz alías El Kevin, a quien militares, entre ellos Cristian, auxiliaron en la sierra de Badiraguato, horas antes.
La publicación menciona que el ataque fue perpetrado por 60 delincuentes, quienes con fusiles Barret, armas largas y cortas y granadas, asesinaron a cinco elementos y dejaron a 10 más heridos.
Dos de las viudas de los militares caídos narraron al diario el dolor y el orgullo de recordarlos.
La esposa de Cristian, el soldado de 26 años que le salvó la vida a El Kevin, antes de que fuera trasladado en ambulancia de Badiraguato a Culiacán, describió al joven.
“Él siempre fue así, solidario, era de un carácter muy fuerte y aunque por dentro él hubiera dicho: ¿por qué lo tengo que ayudar?, siempre hubiera ayudado, aunque supiera que eso iba a pasar, él lo hubiera ayudado”.
La mujer de 25 años, narró que el 24 de septiembre fue la última vez que platicaron, antes de que Cristian “subiera a una misión”.
Por seguridad, añadió, nunca les decía los lugares a donde iba, sólo se despidió con un “Te amo, cuida a mis princesas, la quincena está depositada”.
Cristian dejó a una hija de 3 y 6 años de edad, a quienes les decía que sus misiones eran “cazar dinosaurios”.
A ella le avisaron que su esposo había salido herido en la emboscada, pero al llegar supo la verdad y tuvo que ir a la morgue a identificar el cuerpo.
“Llegué y de los cuerpos que estaba ahí, lo primero que identifiqué fueron sus pies, estaba enamorada de sus pies, eran feos, pero así los quería. Mi mundo se derrumbó, como si él se lo hubiera llevado todo”.
Mencionó que su “guerrero verde”, era originario de Mazatlán, y antes de ingresar a la milicia, trabajó como plomero, albañil y hasta vendió tacos.
“Nosotros sufrimos muchas carencias, cuando tuvimos a la primera niña decidió entrar al Ejército para darnos una mejor vida”.
La mujer dijo al medio que Cristian tenía instrucción escolar básica, y que al regresar de la misión en la que murió, iba a decidir si tramitaba su baja o bien pedía trabajar en el consultorio militar de planta, pues anhelaba aprender más de medicina.
El texto incluye una entrevista a la esposa del cabo Miguel, de 46 años, quien había dedicado la mitad de su vida a la milicita y también murió durante el ataque.
“Ya había estado en varios enfrentamientos, siempre había corrido con suerte, pero ahora no fue así”.
“Él siempre me dijo que tenía que estar preparada para todo, si regresaba bien, sino con sangre fría tendría que defenderlo”.
Miguel era originario de Gutiérrez Zamora, Veracruz, y dejó a dos hijos de 14 y 16 años, y pensaba retirarse el próximo año.
Eran muy unidos, relató, prácticamente eran una familia itinerante, ya que lo acompañaban a casi todos los lugares donde el cabo tenía misión. Ese fin de semana, ella sabía que era un terreno peligroso, Sinaloa, pero nunca hubo espacio para manifestar temor.
“Respetaba mucho su trabajo y siempre estuve orgullosa de él. A veces le recriminaba que no estuviera con sus hijos, pero sabía cuál era su trabajo”.
Ella habló por última vez con su esposo el 29 de septiembre, un día antes del ataque.
“Hablamos de cómo estaba, nuestros planes, sus ilusiones”.
Pensaban abrir un negocio familiar, tal vez un taller mecánico, la misma tarea a la que se dedicaba antes de ingresar al Ejército.
En sus ratos en familia, uno de sus hijos le tocaba la guitarra y el otro el teclado.
“Le gustaba escucharlos, luego salíamos a caminar”, rememora.