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La narcoguerra y un periodismo ejemplar

Foto: Ríodoce.

Altares y sótanos/Ismael Bojórquez/Riodoce

No es fácil pensar un año como el 2025 —reseñarlo al día por día es menos complicado. El anterior nos sacudió entrando la segunda mitad con los hechos de julio, la entrega de Joaquín Guzmán López a los Estados Unidos, el secuestro del Mayo Zambada, el asesinato de Héctor Melesio Cuen, un viejo avión que entró y salió con el permiso de todos (¿dónde estuvo la Fuerza Aérea Mexicana para preguntarse qué hacía la aeronave en Campo Berlín?) y un piloto fantasma, todo al mismo tiempo que un gobernador de vacaciones —y el secretario general también.

No soy jugador, pero pude haber apostado que, pese al agravio, no habría guerra. Lo escribí. La imagen de la familia Guzmán López cruzando la frontera para refugiarse en los Estados Unidos con el apoyo del gobierno, hablaba por sí misma del error cometido y que está marcando un antes y un después en la historia del narco en México. Ellos son negociantes, empresarios, su fin único es el dinero lo demás corre al parejo y ahora están distraídos en matar y esconderse, perdiendo miles de millones.

Nunca un gobierno había sido tan afectado por una guerra de estas, pero nunca, tampoco, las pérdidas se habían trasladado con tanta inclemencia a la población, a la agente de a pie, a los empresarios. Las historias de víctimas inocentes son interminables, las de las pérdidas económicas también. Nunca en un conflicto así habíamos perdido a tantas mujeres y nunca en una guerra como esta se había asesinado a tantos jóvenes, muchos de ellos apenas en la adolescencia.

Contar la guerra es doloroso, hacerlo desde los hechos, viendo cuerpos inertes, parte el alma. Lo vivimos en la que inició en 2008 y lo estamos padeciendo ahora. Las imágenes son devastadoras y las sombras de madres y hermanos junto al niño abatido, inenarrables.

En medio de casas y negocios incendiados, autos masacrados, hieleras dantescas y motocicletas alucinadas que, como los caballos de Rulfo en Pedro Páramo presagian la muerte, los periodistas y los medios han sacado la casta. Hablo de todos. Han mantenido en alto, con todos los riesgos que implica, la responsabilidad de contar. Narran los hechos, cuestionan al gobierno, dan voz a los empresarios, a las familias victimadas…

No he visto a periodistas quejarse porque hay mucho trabajo, por el contrario. Y a veces hay que frenar ímpetus cuando se olfatea un riesgo. Las guerras también enseñan, sin muros, pero son escuelas. Y ninguna vida se cambia por una noticia. Al final estamos en México y no en Suiza, ya se lo recordaba alguna vez Vicente Leñero a Julio Scherer, picándole la cresta al gran gallo. Medios como Ríodoce no se hubieran concebido allá. Ni periodistas como el Pepis.

No sabemos, nadie sabe —tal vez el único es el general Leana— cuándo terminará esta guerra, porque algunos días amaina pero después arrecia, como la tormenta que es. Si el gobierno insiste en que ya se está superando el conflicto es porque está mintiendo, tratando de crear una realidad que puede resultar una trampa inesperada. La gente empieza a salir, es cierto, nada comparado al diciembre de hace un año, pero la guerra sigue aquí y los motivos que la engendraron también. Y mientras haya un Iván y un Mayito Flaco en sus escondrijos, esto no va a parar.

Por eso el año que viene debe empezar a preocuparnos desde ahora pues es preelectoral y sabemos ya que en tiempos así la violencia selectiva explota. En la guerra que padecemos ahora está atravesada la narcopolítica. Tuvo su origen en un conflicto político que fue aprovechado por un grupo criminal para sus propios fines. Y los aspirantes a gobernarnos y a representarnos en los foros locales y federales tendrán que tomar posición sobre el tema. Unos lo harán para sacar con ruindad raja del conflicto y otros tratarán de rodear la casa en llamas para no quemarse más. Ya nos tocará también contar esta parte, con la misma pasión y la misma responsabilidad.

Bola y cadena

EL PERIODISMO EN SÍ LIBRA SUS PROPIAS GUERRAS, casi todas ellas con su naturaleza. Cuando el periodista o el medio callan están perdiendo una de las más importantes. Hay una frase de Cayetano Osuna que nos define: “En Ríodoce no nacimos para el silencio”. No es que queramos cambiar el mundo, ni México, ni Sinaloa. Esa tarea, lo hemos dicho, corresponde a los ciudadanos, a los partidos, a los pueblos. Nosotros solo brindamos elementos, hasta donde podemos, para “atreverse a pensar, a cuestionar, a protestar”, como decía un periodista ejemplar, Manuel Burgueño Orduño.

Sentido contrario

EL PERIODISMO SE REALIZA DE MUCHAS FORMAS, una de ellas tiene que ver con los gobiernos que cuestiona, qué actitud asumen frente a la crítica, qué cambios provoca o qué reacciones airadas recibe. En esta misma edición publicamos una nota relacionada con un reportaje que publicamos hace meses con la firma de Alejandro Monjardín, sobre los gastos excesivos de una secretaria, no cualquier secretaria, del gobierno estatal. Fue obligada a regresar parte de lo que se gastó indebidamente.

Humo negro

¿QUIÉN Y CÓMO PONDRÁ ALTO A LAS TRAPACERÍAS cometidas por funcionarios municipales de Ahome que modifican ilegalmente documentos oficiales para pasar a particulares terrenos que son de la comunidad? ¿Es tan difícil abrir una carpeta de investigación penal si las evidencias están siendo mostradas? ¿O a la Auditoría Superior de Sinaloa le costará mucho trabajo? ¿A quién se protege y por qué?

Artículo publicado el 14 de diciembre de 2025 en la edición 1194 del semanario Ríodoce

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