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Los silencios del ‘Chapito’ Joaquín

Alfabeto QWERTY/Andrés Villareal/Ríodoce

Es tiempo de equipatas en Sinaloa. Refresca, pero ni el chipi chipi ahuyenta los ataques armados, asesinatos y la quema de casas. Quince meses con sus noches de una guerra tan fresca como el primer día. La escala reciente fue quemar una casa en la comunidad de Bellavista con madre e hija dentro, ambas resultaron con quemaduras graves. O la escena casi apocalíptica de un carro montado en la fachada del Ayuntamiento de Culiacán, hasta donde alcanzó el acelerador del chofer asesinado por unos motociclistas, con la leyenda Tres Guerras, las guerras que se liberan en las calles de la capital.

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Acá llovizna y en Chicago, Estados Unidos, Joaquín Guzmán López regresa al banquillo de los acusados de la Jueza Sharon Coleman. El Chapito calla más de lo que dice aunque diga algunas verdades. Lo interesante ya no está en las contradicciones de la versión oficial —que son muchas— sino en sus silencios, lo que evita decir y nadie le pregunta, porque ese es el plan.

En Chicago el show, el circo; acá en Sinaloa los disparos, las balas y las sangres. Vuelve el circo de las tres pistas.

El nuevo acto se monta en el Tribunal Federal de la ciudad donde Al Capone creó su imperio criminal hace unos 100 años. Se reporta el refuerzo en la vigilancia del lugar para la comparecencia, eso crea tensión y afianza la idea de peligrosidad en el ambiente. El protagonista viste el traje naranja de los presos, sobresale el blanco de una camisa interior, los dibujos muestran al Güero con una barba de una semana, muy parecido a las fotos conocidas, donde la DEA ofrecía una recompensa de 5 millones de dólares por su captura.

Joaquinito Guzmán López reconoce ahora la culpabilidad que negó unos días después de su extraña entrega en julio del 2024. En este circo el libreto siempre marca lo mismo: primero se rechaza cualquier culpa, después se reconocen algunos delitos —menos que la primera acusación. De ángel a demonio. Los meses de negociaciones con los fiscales del tío Sam reconvierten hasta al peor delincuente.

En esta pista del circo se repite una puesta en escena que está desgastada, por sus repeticiones. Las acusaciones del gobierno americano contra cabezas del narco mexicano reciben una atención mediática mundial, más tratándose de la estirpe Guzmán, los alcanza la fama del Chapo.

A pesar del lugar común en la trama legal de fiscales y jueces estadounidenses, la caída del Mayo y el papel del ahijado se ha convertido en una historia de película cargada de contradicciones. Llevamos casi año y medio, y siguen los capítulos. Lo que resulta verdad parece mentira, y lo que se afirma como una verdad es una completa falsedad.

En la pista de Chicago el ahijado flanqueado por sus caros abogados confiesa que traicionó a su padrino, ninguna novedad las traiciones en asuntos de mafias y criminales. En la pista de Culiacán, por las calles de ciudades y pueblos, los bandos del ahijado y el padrino —entiéndase que de los herederos de ellos— siguen con una guerra inexistente en los tribunales estadounidenses, pero que cuesta vidas en la tierra de Sinaloa.

Margen de error

(Huecos) Ante los dichos de Guzmán López, donde admite la culpabilidad en delitos de narcotráfico y la traición que se operó para entregar a Zambada García, quedan los silencios de esta historia. Lo que se optó por sellar y que no les interesa revelar o admitir.

El ahijado guarda silencio sobre ¿qué pasó en Huertos del Pedregal con los acompañantes del Mayo, que en su carta menciona: Héctor Melesio Cuen, José Rosario Heras, y Rodolfo Chaidez? (Su amigo el exrector de la UAS, el policía activo y expolicía que lo protegían).

El regalo que les llevó el ahijado a los gringos, o sea entregarles a su padrino, ni siquiera se toma como un delito porque rechazan haber tenido conocimiento o recompensarlo por su acción (tendrán razón, al final, porque los regalos no se pagan).

Lo ocurrido en Huertos podrá ser clave en México, pero no importa a la justicia americana. Son muertos colaterales, intrigas en el salvaje Sinaloa.

Para demostrar que no son ingratos, los fiscales retiraron una palabra importante de la acusación, eliminaron al fentanilo entre la lista de drogas que lo acusan haber llevado a los Estados Unidos. Desapareció.

Sobre los dichos y contradichos de los abogados de Joaquín hijo y del Mayo (Lichtman y Pérez), quienes por meses caían en contradicción con sus versiones, confirman una farsa donde ellos son parte de los escritores del libreto de esa pista del circo.

Primera cita

(Saludo) Los diálogos de cortesía dejan de ser banales en las audiencias de los criminales de la droga, son más que simples saludos. Es la cita de la semana:

Jueza Coleman: ¿A qué se dedica?, le pregunta.

Joaquín Guzmán (hijo): Tráfico de drogas, responde.

Jueza Coleman: Oh, ese es su trabajo. Muy bien.

El circo necesita una dosis de ironía. Se la permite la jueza al reír sobre la profesión del acusado. No le reprime, ni le da un sermón. Solo ríe.

Mirilla

(Sinaloa) El circo en Chicago amenaza con continuar. Como van las cosas no se puede esperar ninguna revelación, seguirá conforme al libreto: los americanos quedan contentos y el caso se sella; Ovidio, Joaquín y otros familiares reciben un trato benévolo; los jueces se creen sus propias mentiras, como creerse que por entregar al Mayo no recibe Joaquín ninguna compensación.

Para Sinaloa, cualquiera que sea el desenlace, no tiene ninguna implicación en la intensa violencia que provocó y que se mantiene. Dígase lo que se diga allá, los muertos, los ataques y la zozobra no paran acá. Las facciones de los Chapitos (con Ovidio y Joaquín confesos) y la Mayiza (con papá Ismael aceptando ser culpable), mantienen allá un proceso abierto, en paz legal y cada quien por su lado, aunque acá siga disputándose una guerra (PUNTO)

Artículo publicado el 7 de diciembre de 2025 en la edición 1193 del semanario Ríodoce.

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